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Vuelve a ser lunes, lo que quiere decir que volvemos al instituto, él como profesor y yo como alumna. Vuelta a la normalidad, a una normalidad que poco a poco voy a aborreciendo, nunca había deseado tanto que terminara un curso.

Ojalá pronto llegue el verano para poder ser una pareja normal. Aunque para eso falta una cosa; una última y complicada cosa: decírselo a papá.
He decidido que es el momento y, sobretodo, que debo ser yo quien lo haga. Tiene que enterarse por mí, quizá así no lo vea tan malo, ni tan grave.
Además, antes de seguir dando pasos con Fede, necesito que papá sepa nuestra relación y, si es posible, también la apruebe.

Bajo a desayunar pronto, para pillarlo antes de que se vaya al trabajo. Como de costumbre está frente a su portátil, concentrado. Mamá está en la cocina.

— ¡Buenos días papá! — Digo, contenta cuando llego hasta él.

— Buenos días cariño — Me observa por encima de sus gafas — Veo que te has levantado con energía.

— Pues sí, este fin de semana me ha dado fuerzas para acabar bien el curso, gracias por dejarme ir. — Le doy un pequeño achuchón.

— Hablando del fin de semana, ¿qué amigos fuisteis? — Me pregunta, ahora sí, cerrando su portátil y prestándome atención.

Vale, el momento ha llegado, es la hora de ser clara y decírselo.

— Eso mismo quería comentarte — Agarro el bajo de mi sudadera, estirándola — Verás papá... — Pero la melodía de su móvil me interrumpe, espero paciente a que termine de hablar.

— Si... si... claro... está bien... sin problema... en diez minutos estoy ahí — Es lo que oigo antes de que cuelgue.

— ¿Te vas ya? 

— Luego seguimos con la conversación, ¿vale, cielo?

— Eh... vale. — Digo decepcionada, ¿qué otra opción me queda? La conversación debe esperar al menos hasta el mediodía.

Veo como sale por la puerta sin haber cumplido mi propósito. Quería decírselo a primera hora de la mañana para que el día fuese tranquilo, para quitarme de una vez este peso de encima, pero no ha podido ser.

— ¿Ya te has levantado? Es temprano. — Mamá aparece en el salón con su taza de café en la mano.

— Si... quería hablar con papá. Ya sabes, para contarle lo de Fede. — Me dejo caer en el sofá.

— ¿Estás segura? Quedamos en que lo haría yo cuando llegara el momento. — Dice, sería.

— Lo sé mamá, pero ese momento ya ha llegado, lo tiene que saber. — Trago saliva — Y si fuera posible, por mí misma.

— Me gusta que seas tan madura, pero ya sabes que esto puede tener consecuencias, ¿verdad? — Alza ambas cejas.

— Supongo que tendré que afrontarlo — Suspiro, cogiendo todo el aire posible — Pase lo que pase, quiero estar con Fede.

— Mi niña enamorada, ¿quién me lo iba a decir? — Mamá me mira como solo ella sabe, con su dulzura especial.

Me sonrojo, pero no quiero que lo note, así que me disculpo diciendo que se me hará tarde y no llegaré a tiempo, y subo a mi habitación a prepararme.

***

— ¿Se lo has contado ya a tu padre? — Fede me lleva al instituto en su moto, como cada mañana de las últimas semanas.

— No, nada más levantarme he estado a punto, pero ya sabes, el trabajo es lo primero... — Me quejo poniendo los ojos en blanco, apoyada sobre él.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora