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Llegamos al mes de Julio.
El calor no puede ser más sofocante pero prefiero eso a los fríos y duros meses de invierno.
Las vacaciones están pasando por delante de mis ojos con rapidez y he decidido que es mejor no darme cuenta y hacer como que no van a terminar nunca.

Sigo viendo a Alex todos los días temprano, muy temprano para que al sol no le de tiempo a salir mientras estamos corriendo. Me cuenta cosas de su vida, lo que hace que me parezca interesante. Detrás de ese chico hay mucho más, aunque él quiera ocultarlo con sus bromas, tonterías y ligues de una sola noche. Ahora puedo verlo como un amigo, al menos.

Papá se ha acercado un poco, aunque muy poco, a mí. El otro día por fin mantuvimos una pequeña conversación acerca de su trabajo, algo es algo. No parece querer hablar con nada relacionado a Fede, así que sigo dándole su tiempo. Aunque claro que sigue pareciéndome exagerada su reacción.

Esa mañana, ya duchada llamo a Fede, pero comunica, como si estuviera hablando con alguien, por lo que doy por hecho que me llamará cuando termine.

Mientras tanto aprovecho para limpiar mi habitación acompañando la tarea con música, pongo una canción nueva de Antonio José que se llama el arte de vivir, ¡es preciosa y me recuerda tanto a Fede y a mí!

Canturreo contenta, y hasta me animo a bailar de un lado para otro, soy totalmente arrítmica pero aquí no puede verme nadie así que aprovecho.
Me emociona escuchar cualquier canción de amor, me siento totalmente identificada, ¿será porque estoy profundamente enamorada? Estoy segura.

Suena mi móvil unos minutos después, es Fede.

¿Me has llamado? — Su voz suena... rara, no tan alegre como siempre. Puede que solo sean imaginaciones mías, pero ya hasta en esos pequeños detalles he sabido conocerlo.

Claro, quería verte. — Le digo.

Está bien, ¿qué te apetece hacer?

Mientras sea contigo... no me importa — Sonrío como una tonta al auricular.

Bien, te llevaré a comer. Nos vemos a las dos, ¿vale?

De acuerdo, amor.

Dejo el teléfono algo confundida, ni hola princesa, pequeña o cosas que él suele decirme, ¿es que le ocurre algo? Quizá haya tenido un mal día, o le ha surgido algún contratiempo, hablaré con él después, puede que solo sean cosas mías y no suceda nada.

Cuando comemos juntos está algo más vivo, aunque igualmente noto algo en Fede, le pregunto varias veces si hay algún tipo de problema, pero me dice que no pasa nada y yo confío en él.

— De verdad, pequeña — Por fin, una palabra cariñosa hacia mí hace que al menos me tranquilice por ahora — Está todo genial, como siempre.

Narra Fede

— ¡No, no, no! ¡Ahora no! — Grito, tirando al suelo todo lo que encuentro a mi paso. Más furioso de lo que recuerdo haber estado en mucho tiempo.

Llevo esperando algo así durante años, pero ha tenido que llegar en el peor momento. No, no ahora...

¿Qué hago? No lo sé, probablemente es la decisión más difícil de mi vida, tengo que elegir y pronto, elegir... ¡odio tener que hacerlo!

Me quedaría así, feliz, con mi pequeña. Pero, ¿por qué siempre tienen que torcerse las cosas?
Haga lo que haga me arrepentiré, pero tengo que tomar una decisión, ahora mismo no tengo ni idea de qué deparan nuestros caminos.

Mi pequeña me ha llamado mientras yo hablaba y recibía la dichosa noticia que me arruinaría el verano que quedaba. Pero no, a ella le prometí que estos meses serían para disfrutar juntos y así será, no voy a estropearlo todo ahora.

Se lo diré solo cuando haya tomado la decisión. Hasta entonces tengo que comportarme como siempre.

Cuando me asomo al balcón veo a mi princesa, con sus auriculares puestos, tararea y baila, seguramente una de sus canciones románticas y mientras limpia su habitación, tan alegre, tan vital...Ella es la que me hace tener ganas de vivir, de disfrutar de la vida.

Espero unos minutos para tranquilizarme y poder contestar a su llamada. Respiro hondo y tengo que contar hasta diez.
Me conoce demasiado y no permitiría que mi mal humor y mi indecisión hagan mella en ella. No por ahora.

¿Me has llamado? — Le digo al descolgar, normalizando mi voz tanto como puedo.

Claro, quería verte — Contesta dulce y feliz, como siempre es ella.

Está bien, ¿qué te apetece hacer? — Hablar con ella me hace bien, me trasmite calma.

Mientras sea contigo... no me importa — Su inocencia me hace sonreír.

Bien, te llevaré a comer. Nos vemos a las dos, ¿vale?

De acuerdo, amor. — Amor, amor, amor... se repite esa palabra en mi cabeza, con su voz tan suave, tan encantadora.

En la comida estoy bien, o al menos eso pienso. Aunque ella no está tranquila y me pregunta alguna que otra vez.

— De verdad pequeña — Respiro hondo — Está todo genial, como siempre.

Odio mentirle. No estoy bien, claro que no lo estoy, eso es lo que le diría, pero no me permito hacerle ningún daño.

Tengo que hacer una difícil elección, que, probablemente, haga sufrir a la persona más importante que ahora mismo tengo en mi vida y, también me haga sufrir a mí. 

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora