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Mi subconsciente me traiciona.
Salgo con mis amigos para intentar sacarlo de mi vida, les pido que no hablen de él y al final soy yo la que inconscientemente lo nombra.
¿Seré capaz algún día de olvidarle?

Lo veo imposible, sobre todo cuando sé que lo que siento no se va a ir, está ahí para quedarse. Y mañana seguirá en el mismo sitio, en lo más profundo de mí.

Esto es lo que conlleva enamorarse.
Hace tiempo leí que tras una ruptura, pasamos por varias etapas, supongo que estoy en alguna de ellas, aunque cada día me siento diferente al anterior.

— Eh, ¿estás bien? — Marcos me saca de todos esos pensamientos.

— Si, perdona...

— Ese Fede, imagino que es tu novio, ¿no?

— Lo fue — Digo, con una pizca de enfado y otro poco más de pena.

— Vaya, lo siento. No quería...

— Tranquilo — Lo interrumpo sonriéndole — Estoy bien.

Salimos del restaurante, el camino de vuelta se vuelve incómodo, imagino que porque ninguno de los dos sabe qué decir. Ha sido una estupidez quedar con Marcos.

— Bueno — Dice girándose hacia mí cuando aparca el coche frente a casa — Espero que Alex os traiga a alguna más de mis actuaciones.

— Sí, claro. Me encantaría volver a oírte cantar.

Se inclina hacia mí, dejando dos besos, cada uno en una de mis mejillas.

— Nos vemos entonces, Míriam.

Cierro la puerta del copiloto a mis espaldas y me despido con la mano antes de entrar a casa. Enseguida veo una sombra entre las cortinas. 

— ¿Quién es tu nuevo amigo? — Mamá está asomada a la ventana, cotilleando y viendo alejarse el coche.

— Es... Marcos. Nos conocimos anoche en un local, él canta y lo hace bastante bien. — No hay mucho más que decir sobre él.

— Es guapo, ¿verdad? — Alza ambas cejas.

— Mamá... — Le sonrío, suspirando— No hagas eso.

— ¡No hago nada! — Ríe.

— Oh, claro que lo haces. Marcos es un buen chico, me cae bien y eso es todo. Lo conocí ayer, no veas cosas donde no las hay, ¿vale?

— Vale cielo, solo pensaba... quizá ese chico u otro pueda hacerte olvidarte de... él — Me doy cuenta de lo prudente que es al no pronunciar su nombre.

— No voy a olvidar a Fede, mamá. De hecho, no quiero olvidarle. Quiero tenerlo como un buen recuerdo.

— ¿Crees que eso te hará bien?

— No sé lo que creo, solo sé que me hizo feliz, ¿por qué voy a olvidarme de todos esos momentos? — Olvidarle, qué fácil es decirlo.

— Esos momentos que tú dices te hacen llorar, te escucho cada noche hacerlo aunque no te des cuenta — Susurra, aguantando un nudo en la garganta.

— Habrá un momento en el que me hagan reír — Me encojo de hombros, intentando convencer a mamá de algo que ni yo misma creo — Y entonces sabré que habré dado un paso más y Fede habrá quedado atrás.

— Si es lo que crees... — Dice poco convencida.

— Si, mamá, es lo que creo. No te preocupes por mí.

— Te quiero, cariño.

— Y yo a ti — Contesto sorprendida, tengo claro que mi madre me quiere tanto como yo la quiero a ella, pero creo que nunca me lo había dicho abiertamente — Voy a leer un rato.

— De acuerdo.

Subo a mi habitación con los ojos empañados en lágrimas. Quiero ocultar que en el fondo estoy pasándolo mal, pero hay sentimientos que no se pueden esconder, al menos no a mí misma.

De pronto, recuerdo aquellas palabras de Fede, cuando un día, después de volver del crucero, le dije que le echaría de menos.

Haremos una cosa. Cuando estés en tu casa y me extrañes, solo tienes que asomarte al balcón y silbar, ¿de acuerdo?

Lo hago, no sé porqué pero salgo a ese balcón donde tantas cosas he vivido con él y cojo aire para silbar fuerte, muy fuerte.
Tras hacerlo, espero, mirando a su casa, con una esperanza que no sé de dónde sale. Y espero, y sigo esperando...

Nada, todo sigue oscuro. No aparecerá, claro que no.

Dentro de mi habitación suena mi móvil, por lo que me apresuro a entrar enjuagándome varias lágrimas. Aclaro la voz antes de contestar. Es Marta.

Dime.

¿Fiesta esta noche? — Pregunta, directa al grano.

¿Os pasáis todo el Verano de fiesta en fiesta? — Suelto una carcajada algo ahogada por las lágrimas.

Bueno, al menos eso intentamos. ¿Te vienes? Los padres de Diego no están.

Supongo que sí, esta noche nos vemos allí.

No he pensado, simplemente he decidido hacerlo, tener algo en lo que pensar esta noche que nos sea él. Pero yo misma me digo que esto tiene que cambiar y tiene que hacerlo pronto.
No puedo salir cada noche creyendo que así voy a olvidarle, no es la solución.

Aviso a mis padres con los planes de esta misma noche, mamá está contenta de que salga, papá... bueno, estará enterado de la última hora, supongo que se alegrará de que Fede y yo ya no estemos juntos.

Cuando llego a casa de Diego, ya hay bastante ambiente. La fiesta debe haber empezado hace rato. Algunos bailan en el salón, otros charlan sin más, parece que hay tranquilidad.

— Hola, nena — Alex aparece sonriente a mi lado — Hoy te veo bastante mejor...

— Si, ¿verdad? — Sonrío, sarcástica.

— ¿Intentabas ahogar las penas con alcohol o algo así la otra noche? — Pongo los ojos en blanco, otro igual...

— No era mi intención, pero supongo que es lo que hice.

— Y lo hiciste bien... — Se burla, como siempre bromeando — ¿Has oído alguna vez eso de que un clavo saca a otro clavo?

— ¿Y tú de verdad crees en eso? — Alzo las cejas, esperando su respuesta.

— Pues... quién sabe.

— Lo sabe la gente a la que nos han roto el corazón — Le sonrío — Y no, un clavo no saca a ningún clavo, supongo que es el tiempo el que lo acaba haciendo.

Abre la boca para responder, pero sin embargo vuelve a cerrarla, es raro que haya dejado sin palabras al gran Alex ocurrente.

— ¡Eh! ¿De qué habláis? — Lucas aparece con una copa en la mano, me ofrece otra, pero esta noche prefiero rechazarla.

— De corazones rotos y de clavos — Responde Alex.

No puedo evitar reír, Alex es bastante creído... pero en momentos como este le agradezco sus bromas.

— Ya veo... — Lucas parece desconcertado — ¿Cómo estás? — Se dirige a mí — Ya me he enterado, siento lo de Fede...

— Estoy bien, Lucas — Pongo mi mejor sonrisa. No estoy bien, pero, ¿de qué me va a servir quejarme sin parar? — Ya sabes, intentando olvidar...

Enseguida llegan Diego y Marta y cambiamos de conversación, aunque eso no hace que mi cabeza deje la anterior...

Oh, una vez más el nudo el garganta, ¿cuándo se irá todo este dolor?
Me justifico diciendo que debo ir al baño y me alejo del grupo. Salgo a tomar el aire mientras dejo que varias lágrimas abrasen de nuevo mis mejillas.

¿Por qué no puedo divertirme sin recordarlo cada segundo?
¿Por qué Fede, por qué? ¿Por qué absolutamente todo me recuerda a ti, a tus ojos, a tu sonrisa, a ese pelo alborotado y a esa barba de dos días?

Quiero olvidarle, pero alguna clase de tortura hace que no haga nada más que recordarlo.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora