— ¡Ya estoy aquí! — Grito al llegar a casa, dejando la mochila sobre la silla colocada en la entrada.
Ellos no me oyen a mí, pero yo escucho ruidos en la cocina, así que voy hacia allí, deben estar esperándome para comer.
— ¡Hola, cariño! No sabíamos que habías llegado.
Me siento a la mesa con ellos, los platos ya están servidos, así que lleno los vasos.
— Hola a los dos — Le sonrío saludando — ¿cómo ha ido el trabajo papá?
— Pues ya sabes... como siempre — Suspira, parece cansado — Papeleo, reuniones...
— Ya, ya — lo interrumpe mamá, bromeando — lo sabemos muy bien, no hay nada nuevo.
Me gustan este tipo de comidas, no siempre coincidimos los tres. Papá desde que llegamos aquí tiene más trabajo que de costumbre.
— ¿Y a ti, cómo te ha ido el día? — Me pregunta ahora mamá.
— ¡Oh, pues bastante bien! — Digo, tan emocionada que me incorporo sin querer sobre la mesa — En clase no hacemos demasiado estos días, pero jugaremos al fútbol en educación física.
— Estarás contenta... — Asiente mi padre — Aunque nunca he sabido de quién has sacado lo de hacer deporte.
— A mí no me lo preguntes... — Me encojo de hombros.
Es cierto, no tenemos gustos parecidos. Parece que me he criado en una familia completamente diferente.
Seguimos charlando, de una cosa y de la otra. Mamá también nos cuenta lo que ha hecho hoy, siempre tiene alguna anécdota. Una vez terminamos de comer, ayudo a mamá a recoger la mesa y poner los platos en el lavavajillas. Papá siempre descansa un rato antes de volver al trabajo.
— Voy a leer un rato. — Anuncio, desperezándome cuando todo está recogido. Mamá se queda limpiando cualquier cosa, es la mujer más perfeccionista del mundo.
Me meto en mi habitación y cierro la puerta para estar tranquila y, si puede ser, no escuchar nada de ruido. Es como si así me metiera de verdad en la historia. Otra de mis raras manías.
Abro El diario de Noah, ya voy por los capítulos finales.
Fuera está anocheciendo poco a poco, porque cuando llevo un buen rato tengo que encender la luz. Poco después me interrumpe el sonido de llamada en mi móvil, miro la pantalla para comprobar que es Lucas.
— Eh, chica tímida, ¿te vienes a tomar algo? — Me pregunta. Su voz suena ronca a través del auricular.
La verdad es que no tengo muchas ganas, si fuera por mí, me quedaría toda la tarde como estoy, pero por otro lado... sé que debería empezar a relacionarme un poco. No quiero ser el bicho raro de nuevo.
— Está bien, — Miro la hora, no es demasiado tarde pero no tardaremos mucho, mi madre estará de acuerdo— ¿Dónde nos vemos?
— Paso a recogerte en media hora si te parece bien — Responde — Marta me ha dicho dónde vives.
— Bien, hasta ahora entonces.
Dejo el teléfono sobre la cama, me arreglo un poco y me pongo una chaqueta fina por encima, el frío y yo no nos llevamos demasiado bien y se nota que casi entramos en el mes de octubre.
A la hora punta recibo un WhatsApp avisándome de que está en la puerta.
Mi madre no está en casa. Le dejo una nota diciendo que salgo y volveré pronto.
Lucas me espera en la puerta, lleva un casco negro y rojo que solo deja a la vista sus dos ojos azules, me ofrece uno gris, algo más pequeño. Vale, no había caído en la cuenta de que íbamos en moto y dudo unos segundos.
— Te prometo que no voy a correr, Vamos — Intenta convencerme.
— Si lo haces me va a dar algo — Aviso, y no es broma. Estoy nerviosa.
— Te lo prometo...
Al final accedo, y es cierto, Lucas recorre parte de la ciudad bastante despacio. Igualmente, me agarro a su espalda como si se me fuera la vida en ello.
Me relajo un poco cuando compruebo que no hay peligro. Cruzamos cuatro calles y por fin aparca en la parte de atrás de un local que no había visto hasta hoy.
— Seguro que te gusta, abrieron hace poco. — Me informa Lucas.
Asiento y sigo hacia adentro, no hay mucha gente.
Lo primero en lo que me fijo es en los cuadros con forma abstracta por todos lados, con mesas y sillas que tampoco tienen una forma definida, es un sitio extraño, quizá demasiado moderno, pero no está mal.
— Siéntate ahí — Me indica, señalando una de las mesas que dan a la ventana — ¿Qué quieres tomar?
— Coca Cola, por favor.
— Vale, enseguida vuelvo.
Veo desde la mesa cómo pide en la barra a una camarera que puede que tenga unos cuatro o cinco años más que nosotros, después vuelve junto a mí, sentándose.
— Bueno, ¿qué? — Es lo primero que dice.
— ¿Qué? — Sonrío — ¿Ese es tu tema de conversación? — Bromeo.
Se sonroja, ¡vaya, el chico gracioso sonrojándose! Eso es nuevo, sobre todo que sea él y no yo.
— No sé qué decir... — Entrelaza una mano con la otra. — Me apetecía estar a solas contigo un rato, ya sabes, en el instituto siempre hay alguien más.
Decido pasar por alto su a solas, somos amigos, podemos estar todos juntos perfectamente.
— ¿Cómo van los dos primeros días de clase? — Es la pregunta que primero me viene a la cabeza.
— Bien. — Se encoge de hombros — Pero a mí estudiar... digamos que nunca se me ha dado demasiado bien.
— ¿Por qué? — Le pregunto frunciendo el ceño.
— No lo sé — Parece más cómodo ahora. — Supongo que no gustarme nada las clases afecta, y mucho.
Pongo los ojos en blanco. Lucas parece muy buen chico, fue el primero en acercarse a mí y adaptarme a su grupo de amigos. Le estaré agradecida de por vida.
La camarera viene a traernos las bebidas y durante unos segundos nos quedamos en silencio, mirándonos.
Cuando se va, Lucas da un trago de su Coca Cola y se aclara la garganta. Abre la boca en un par de ocasiones pero vuelve a cerrarla de nuevo...
— Verás...te he invitado a venir porque...bueno... — Arranca por fin, me está poniendo nerviosa porque no sé qué le pasa.
— ¿Qué pasa, Lucas? — le animo, ya que me está impacientando.
— Bueno, sé que es pronto y apenas nos conocemos, pero justo de eso se trata — Intenta sonreír pero le sale una mueca extraña.
— No entiendo, Lucas. — Nunca se me han dado bien estos temas y no quiero que siga hablando.
— Me caes bien, y me pareces una chica guapa y simpática — Suelta del tirón — No quiero presionarte, ni obligarte a nada, tampoco te estoy pidiendo salir ni mucho menos, pero quizá podamos conocernos mejor, ya sabes...
Sé, claro que sé, pero en ningún momento he pensado en algo así. Lucas es un amigo, no me ha despertado nada más allá, y yo suelo ser de flechazos y primeras impresiones, por muy raro que sea hoy en día.
Me está mirando, claro, esperando que le responda pero, ¿qué se supone que tengo que decirle si me ha pillado así, de sopetón?
Bebo un trago de mi Coca cola, mirando a todos lados. No, no soy capaz de responderle porque nunca me he encontrado en esta tesitura, pero tengo clara mi respuesta.
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Te quiero sin querer, profesor.
RomanceMíriam siempre ha sido una chica tímida y enamoradiza a la que le encanta leer y escribir, a la que le gusta soñar despierta. Hace poco su familia y ella se han mudado a una nueva ciudad, todo parece que va a ser complicado, pero nada es como ella...