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Narra Fede

Me despierto temprano por la luz del sol que entra por la gran ventana colocada a mi derecha.
A mi lado está mi pequeña, todavía dormida. Colocado de perfil, apoyo mi cabeza en el codo para mirarla bien, para no perderme ni un detalle sobre ella.
Es realmente preciosa, con su pelo castaño oscuro, ahora recogido sobre su cabeza, que muestra su bonita cara con esos grandes ojos expresivos, de ese color tan curioso que cambia a su antojo. Y sus labios gruesos, su sonrisa, tan bonita, tan dulce... tan encantadora.

Me encanta toda ella, y por más que se lo digo no me cree, en cierto modo es insegura y no me gusta que lo sea. Cree que tiene suerte de estar conmigo, pero el verdadero regalo para mí, es ella. Aún estoy sorprendido por la rapidez con la que me enamoró. Mis intentos inútiles por alejarme de ella, si, totalmente inútiles, porque quise besarla desde el primer día. No me creo tenerla ahora a mi lado, no me creo que sea mía, que quiera estar conmigo y que me haya puesto por encima de sus padres y de todo a nuestro alrededor para que podamos estar juntos.

Deseo con toda mi alma que esto salga bien, que dure y no termine, seguir haciéndola feliz y que ella siga siendo mi motivo para despertarme cada mañana. Porque solo ella es capaz de hacerme seguir luchando por esto.

— Oye, ¿por qué me miras? — Sonríe, desperezándose y abriendo poco a poco los ojos.

— Buenos días, princesa, ¿sabías que te levantas preciosa por la mañana?

— ¡Mentiroso! — Exclama entre risas, tapándose la cara con las manos.

— A estas alturas, ¿crees que miento? — Me pego a ella, abrazándola y acariciando su mejilla.

Todavía recuerdo cuando la vi en la ducha, fue valiente a pesar de lo mucho que significa eso para ella, dar un paso más le cuesta, y soy consciente, pero como le he dicho, esperaré tanto tiempo como sea necesario para ella.

Soy el primero en su vida en muchas circunstancias, y para mí eso conlleva responsabilidad, suceda lo que suceda después, recordaremos lo que vivimos ahora toda la vida.
Es joven, mucho, y aunque me quiere, no tengo claro si en un futuro querrá estar conmigo, si todo cambiará cuando termine el instituto, pero de lo que estoy seguro es que ella es la mujer con la que quiero estar.

— ¿En qué piensas, amor? — Pregunta, frunciendo el ceño — Esta mañana estás muy callado.

Amor, esa palabra suena en mis oídos a música celestial. Es la primera chica que me llama así, y me encanta que lo haga.

— En ti y en mí — Le respondo tranquilo, aunque ella se pone tensa, enseguida — En esta relación.

— Cuéntame... — Me mira con los labios fruncidos en una línea recta y solo siento que quiero besarlos sin parar.

— Estaba pensando en nuestra diferencia de edad — Me incorporo, quedándome sentado para poder verla mejor — En qué pasara dentro de dos años, cuando tú estés en la universidad.

— No pasará nada, todo seguirá como hasta ahora. — Su expresión ahora es de confusión.

— Conocerás a muchos más chicos, quizá más interesantes y con gustos parecidos a los tuyos — No sé porqué me he despertado pensando en todo esto, pero es algo que no me quito de la cabeza.

— ¡Fede! — Me riñe, incorporándose también y cruzándose de brazos —— ¿No lo sabes ya? Yo no quiero estar con ningún chico de mi edad, no quiero estar con nadie que no seas tú.

— Te quiero, pequeña mía — Le digo desde lo más profundo, sintiéndolo de verdad, en cada parte de mi ser. Creyéndola por completo.

— Y yo a ti, amor.

Para mi sorpresa me besa, pocas veces se atreve a hacerlo por iniciativa propia. Pone una mano en mi pecho desnudo, acariciándome. Con cada caricia suya, mi cuerpo reacciona, no sé qué hace conmigo pero cada minuto a su lado hace es mejor que el anterior.

— Fede... — Susurra contra mi boca.

— Dime, mi niña. — Mi voz suena ronca.

— Quiero... que tú seas el primero en mi vida. Lo quiero todo contigo.

Me separo de ella para observarla, sobre la cama y preciosa, como siempre.

— ¿Estás segura? — Le pregunto, mirando sus atentos ojos.

— No he estado más segura de algo en mi vida — Sonríe, mordiéndose el labio inferior y bajando la mirada.

La beso con dulzura, haciendo que se sienta bien, siempre procuro hacerlo.

— Haré que nunca te arrepientas de esa decisión — Sonrío.

Pero unos fuertes golpes en la puerta nos sobresaltan, haciendo que nos separemos.

Santi aporrea la puerta sin parar, llamándonos a voces para que nos despertemos.
Mi pequeña sonríe, encogiéndose de hombros, yo muevo la cabeza a ambos lados, no vamos a tener tanta intimidad como ambos pensábamos.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora