Esa mañana, tras el suceso ocurrido con mi padre y en cuanto mamá se va de casa, rompo a llorar sin poder evitarlo.
Lloro de impotencia, de rabia. De no poder estar con la persona que más quiero en el mundo libremente, de que no podamos ser una pareja normal de una vez.
¿Esto no se va a acabar nunca?Papá es cruel, no ha intentado entenderme. Directamente se ha negado a aceptar el hecho de que su hija esté con alguien mayor, con su profesor. No le ha importado verme bien y feliz.
Él ha sido joven, él se ha enamorado, él ha sentido en su cuerpo exactamente lo que yo siento ahora, ¿no puede ponerse ni un segundo en mi lugar? Lo que más me duele es que ni siquiera nos ha dado una oportunidad.
No paro de darle vueltas a la discusión, frases de papá me vienen a la mente sin parar, me martillean las sienes.
No acepto esa relación ni la aceptaré nunca.
Creí que cuando Fede vino a casa a decirle que estábamos juntos, él en cierto modo lo había aceptado, aunque luego cambiara su actitud hacia mí y apenas me mirara o me hablara. Pensé que tan solo necesitaba tiempo para asimilarlo, pero al final lo haría y seríamos la familia de siempre.
Sobre todo, hay una frase que papá ha pronunciado y me ha dolido más que las demás, una sobre todas las palabras hirientes que ha dicho.
He intentado que te alejes de él, pero nada funciona.
¿Cuándo ha intentado algo así? Papá no se ha metido en la relación en
ningún momento, tan solo se ha alejado de mí, haciendo que me sienta culpable cuando no debería.Suena mi móvil y descuelgo al instante, es tarde y debería estar en clase, pero he sido incapaz de ir hoy.
— Pequeña, ¿estás bien? — Suena preocupado.
— Si, Fede, enseguida voy. Me he quedado dormida. — Mi voz suena ahogada.
Miro la hora, las nueve y media. Me he perdido la primera clase y si no salgo ya, me perderé la segunda.
— ¿Seguro que estás bien? — Insiste él, tan atento como siempre.
— De verdad. — Miento, no quiero hacerle daño — Nos vemos dentro de un rato.
— Vale. Hasta ahora, princesa.
Sonrío, Fede siempre saca eso de mí, en una situación como esta o en cualquier situación que se ponga complicada. Él siempre tiene las palabras adecuadas para mantenerme a flote.
Termino de peinarme y reviso bien mis ojos para que no se note que he estado llorando, los tengo algo enrojecidos, pero de camino al instituto imagino que se pasará.
¿Será ésta una de las últimas veces que haga este camino, que vaya a clase y disfrute de mis amigos?
¿De verdad papá me alejará de todo?
No, no lo puedo permitir. Pronto cumpliré los dieciocho, pero aún no los tengo y no tengo otra opción.
¿Puede obligarme? Confío en mamá, en que ella sea capaz de arreglar esto, porque no pienso irme, no ahora que soy feliz aquí.Al final me he perdido las dos primeras horas, por lo que llego al primer descanso.
Deambulo sin ningún rumbo, solo con la cabeza en lo que ha pasado hace no mucho tiempo, no puedo pensar en otra cosa ahora mismo.
— ¿Dónde te habías metido? — Me pregunta Marta al encontrarme con ellos por los pasillos.
— Durmiendo, no he oído el despertador — Me excuso con lo primero que se me ocurre.
— ¡Eres una de las mías! — Exclama Lucas alegre, pasándome su brazo por los hombros.
Los demás ríen, yo finjo con ellos. Lucas es tan perezoso que se acaba mofando de sí mismo y eso me alegra un poco.
— Preciosa, déjame verte al menos cinco minutos — Recibo el WhatsApp de Fede, por lo que me disculpo con mis amigos para irme.
— En la biblioteca — Le escribo rápido, dirigiéndome hacia allí.
Él llega un par de minutos después, haciendo que al verlo sienta cierta esperanza, que aunque pueda perderlo todo, él va a seguir ahí.
Llego antes que él, ya que estaba muy cerca del sitio donde vamos a vernos. Espero entre un par de librerías, sacando algún que otro libro para ver la portada.
— Hola, pequeña. — Escucho su voz a mi espalda.
— Hola Fede — Le dedico mi mejor sonrisa, esa que siempre sale para él.
— ¿Has llorado? — Me examina el rosto con cara de preocupación, ¿cómo se ha dado cuenta tan pronto?
— Es una larga historia — Miro a sus ojos, que esperan mi explicación — Es... mi padre.
Mira al techo, cogiendo aire para soltarlo después con lentitud.
— ¿Qué ha pasado? — Quiere saber.
— Quiere llevarme a otro instituto, a uno que esté lejos — Me encojo de hombros — No acepta lo nuestro y hemos discutido.
— ¿En mitad del curso? — Frunzo el ceño.
Asiento, con tristeza.
— Le da igual todo, solo quiere que no estemos juntos.
— ¿De verdad? ¿Tan malo soy? — Intenta bromear, sacando una pequeña sonrisa.
— Eres la mejor persona que he conocido, una persona que me quiere, me cuida y me hace feliz, pero parece que él no entiende nada de eso.
— Hablaré con él — Dice ahora serio.
— ¿Y de qué serviría? Ya lo hiciste.
— Lo haré de nuevo, todas las veces que hagan falta, pequeña — Coge mis manos con las suyas — Eres la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida...
Lo miro, sorprendida por sus palabras y notando que de nuevo mis ojos se empañan de lágrimas.
— Vayámonos. — Suelto de golpe.
— ¿Irnos, dónde? — Pregunta confundido
— Donde sea, donde podamos estar juntos.
— Tú y yo podremos estar juntos en todas las partes del mundo, te lo prometo, pequeña. Me iría contigo al lugar más remoto del planeta. Pero no sería responsable por mi parte hacer que pierdas el curso.
— Ya... —Tiene razón, menos mal que en estos momentos él puede mantener la cabeza fría, por algo es el mayor.
— Hablaré con él, ¿de acuerdo? Solo tu padre y yo.
— Yo... no quiero irme — Miro su perfil perfecto, desde luego no quiero volver a estar semanas o meses sin volver a verlo.
— No te irás nunca de mi lado, y si tuvieras que irte, iría a buscarte allí donde fueras. — Me anima.
— Te quiero.
Hacía al menos tres meses que no se lo decía, y siento que un gran peso sale de mí. Necesitaba hacerlo.
— Oh, preciosa — Sonríe de oreja a oreja — Y esas dos palabras saliendo de tu boca hacen que no quiera dejar de luchar por ti. Tú eres todo lo que quiero — Me da suavemente con su dedo índice en la punta de mi nariz.
Ambos oímos el timbre, que retumba por todos lados.
— Ahora ve a clase, y no te preocupes más, ¿me lo prometes?
— Te lo prometo, amor.
Sus ojos se iluminan al instante, si, lo he dicho. Así lo llamaba antes de... todo y así he vuelto a llamarlo.
— Te veo después — Cuelgo mi mochila del hombro y me despido con la mano.
Justo cuando voy a cerrar la puerta a mis espaldas, vuelve a llamarme.
— ¡Pequeña! — Grita, feliz — No dejes nunca de llamarme amor.
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Te quiero sin querer, profesor.
RomanceMíriam siempre ha sido una chica tímida y enamoradiza a la que le encanta leer y escribir, a la que le gusta soñar despierta. Hace poco su familia y ella se han mudado a una nueva ciudad, todo parece que va a ser complicado, pero nada es como ella...