Despierto incluso más cansada de lo que creí haberme acostado anoche.
No he podido pegar ojo dándole vueltas a las palabras de Marta y, claro, al extraño encuentro con Fede.
¿Por qué tuve que salir corriendo de esa manera? Debe estar pensando que soy rara, o algo peor.He pensado mucho, claro, tantas horas con los ojos como platos dan para eso y más. Podría ser distante con Fede a partir de hoy, y así evitar seguir sintiendo de esta manera que a la gente le parece ridícula, pero en las pocas veces que hemos entablado conversación he notado que puedo caerle bien, siempre es agradable conmigo.
No tengo ganas de ver a Marta esta mañana, pero ayer quedamos en que vendría a recogerla, así que no me queda otra.
— Siento lo de ayer — Es lo primero que me dice, haciendo un mohín. — Puede que fuera un poco... brusca.
— Solo dijiste lo que pensabas — Me encojo de hombros.
— Sí, es cierto — Admite — Pero luego me di cuenta de que en parte tienes razón, no puedes evitar algo como eso. Yo cuando vi a Diego dije... este es para mí. Y lo fue — Sonríe orgullosa. — Y bueno, si tú, aunque siga creyendo que estás completamente loca, te has fijado en Fede de esa manera, ¿qué más da?
— No entiendo nada, Marta, ¿qué me estás queriendo decir? — Pregunto extrañada por sus cambios de humor.
— Que uno no se enamora de quien quiere, que sucede y ya está — Abre mucho los ojos explicándose.
— ¿Enamorarme? — Esa palabra suena demasiado fuerte. — No, Marta, no es para tanto.
— ¡Si da igual! — Exclama, extendiendo ambos brazos —Te has enamorado del profesor, ¿y qué? ¿A quién no le ha pasado?
Voy a contestarle que al parecer, yo puedo estar un poco mal de la cabeza pero la única loca que hay aquí es ella, pero es cuando me doy cuenta de que hemos llegado. Marta ya busca a Diego con la mirada, cuando lo encuentra le hace señas con la mano para que se acerque a nosotras.
— Pensaba que hoy no llegabais — Dice mirando su reloj — ¡Es tardísimo!
— Bueno, sí que me echabas de menos. — Marta le da un pequeño beso justo cuando el timbre suena, retumbando en nuestras cabezas.
Los sigo hacia adentro, no me gusta llegar a la hora punta por esto, la gente se acumula en la puerta y se hace una especie de tapón que me agobia, agarro la mochila de Marta y es Diego el que nos arrastra hacia adentro.
— Hoy me saltaré las tres últimas horas de clase, voy a un nuevo sitio que han abierto — Grita Diego por el pasillo para hacerse oír ante el ruidoso timbre y las voces varias — Dicen que está genial, ¿queréis venir?
— Claro — Responde Marta, sonriente — ¿Tú vienes? — Me pregunta a mí.
— Mejor no — Frunzo los labios negando con la cabeza — Prefiero no meterme en líos con mis padres.
Es cierto, no puedo llegar nueva, llevar apenas una semana de clase y empezar a hacer pellas. Además, después no voy a saber disimular y mentir, así que prefiero no arriesgarme.
Bueno, con la primera hora comienza mi tortura, ¡qué guapo está hoy Fede! Aunque la verdad, dudo que alguna vez no lo esté. Lleva unos pantalones azules de chándal y una sudadera blanca más ajustada de lo normal. Marca los músculos de sus brazos. Sí, ya estoy mirando por la ventana y no llevamos ni cinco minutos de clase.
No, ya está bien. Vuelvo a la clase y me concentro en lo que está explicando la profesora. No llevamos casi nada y mi cuaderno ya tiene varias hojas repletas, me temo que dentro de poco tendré que pasarme gran parte de la tarde estudiando si quiero ponerme al día.
En el descanso busco a Marta y Diego por todos lados, no están en la mesa de siempre, tampoco Lucas.
Al final, aunque no me guste la idea decidí sentarme yo sola, con una taza de café entre las manos.
— Eh, buenos días — Susurra una voz en mi espalda.
Doy un respingo y me giro un poco asustada, pero me calmo enseguida cuando compruebo que es Fede.
— Eh, hola — Le saludo esbozando una pequeña sonrisa.
— ¿Estás sola? — Me pregunta cruzado de brazos.
— Si, no encuentro a mis amigos por ningún lado — Me encojo de hombros. Ya, ya sé que es penoso estar sola en la cafetería pero lo que menos necesito es que él se apiade de mí.
— Bueno, te veo en clase — Dice al fin, tras el pequeño silencio.
— Claro — Trago saliva cuando se aleja.
Seré yo, pero he notado tensión en al ambiente. Quizá quería preguntarme porque salí corriendo de esa manera ayer, pero prefiero que no lo haya hecho, no tengo la respuesta.
Me bebo el café enseguida, quedan diez minutos todavía y salgo al patio, simplemente por hacer algo. ¿Se habrán ido ya Marta y Diego al sitio nuevo? ¿Y Lucas, dónde se ha metido?
Suena el timbre para volver a las clases, y menos mal, empezaba a sentirme ridícula en medio del patio sin ningún tipo de compañía.
Nos toca educación física y pienso que también voy a tener que entrar sola, pero entorno los ojos para ver como una silueta viene corriendo hacia mí, solo puede ser Marta.
— ¿Dónde estabas? — Le pregunto.
— Quería estar un rato con Diego, últimamente nos vemos menos.
Camino hacia los vestuarios a su lado. Cuando llegamos veo que su expresión cambia por completo.
— ¿En serio tengo que ponerme chándal otra vez? — Alza los pantalones con ambas manos, apartándolos de su cara y mirándolos asqueada.
— Te sería más fácil venir con ellos desde casa. — Río al verla.
— Ya, claro, a la moda — Resopla, cambiándose poco convencida.
Cuando por fin termina y salimos, me doy cuenta que somos las últimas y por lo tanto nos esperan para empezar. Marta es siempre demasiado lenta.
Fede explica lo que haremos en clase, lo primero... como novedad, es correr para calentar. Se oye un quejido general, en el que me incluyo.
— ¡Vamos! Es para que entréis en calor — Sonríe, animándonos, pero quedándose parado mientras nosotros corremos. No conozco a ningún profesor que lo haga.
Lo miro mientras él observa la clase de lado a lado, hasta que llega hasta mí, y, cómo no, me pilla. Alza ambas cejas pero yo inmediatamente hecho la vista al suelo, avergonzada.
— ¡Eh, luego me dices a mí que disimulo mal! — Marta me pega un pequeño empujón.
— No se ha notado — Gruño en voz baja.
— Ya, que te lo crees tú — Pone los ojos en blanco — A mí me pilla todo el rato, tranquila.
— ¿Y te quedas como si nada? — Quiero saber, a veces envidio esa forma de ser, tan echada hacia adelante, segura de sí misma.
Asiente tranquilamente. Pero tengo que darle la razón, es involuntario, él no hace nada pero algo en mi cabeza hace que vuelva a mirarle, sin querer, prometido. Ahora está desatando la bolsa de los balones, no hay peligro... o eso creo, porque me confío tanto que termina levantando la cabeza, ahora sí, me ve claramente, es tarde para hacerme la tonta así que, no sé si por los nervios o por querer salir de esta, le sonrío y él... me devuelve la sonrisa.
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Te quiero sin querer, profesor.
RomanceMíriam siempre ha sido una chica tímida y enamoradiza a la que le encanta leer y escribir, a la que le gusta soñar despierta. Hace poco su familia y ella se han mudado a una nueva ciudad, todo parece que va a ser complicado, pero nada es como ella...