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Estoy completamente loca, sí, es algo que nunca he ocultado. Pero esta vez es demasiado, creo que nunca en mi vida he estado más distraída en una clase. Me pierdo sin querer, me quedo absorta en cada movimiento que hace Fede, mi profesor. Sí, por fin puedo llamarlo por su nombre ahora que lo sé.

Mi cabeza ya está viajando a los mundos de más allá, en esos mundos que solo existen en algunos libros y algunas películas. Sonrío y muerdo mi labio inferior cuando hace ese gesto de pasarse la mano por el pelo, ya alborotado, para dejárselo más despeinado si cabe. Ya he dicho que soy observadora.

Marta me da un par de codazos en las costillas para comentarme algo, yo asiento como si me estuviera enterando de algo, aunque en cierto modo sí lo he hecho, pues cuando Fede estaba explicando el temario he entendido que durante el primer trimestre jugaremos al fútbol en su clase.

Siempre me ha gustado el deporte, aunque no lo practique mucho no se me da demasiado mal. Dado que es el primer día tan solo damos un par de vueltas corriendo por el gimnasio y hacemos unas cuantas flexiones y abdominales. Después, vamos a las duchas. Siento vergüenza por ver a todas estas chicas por ahí como Dios las trajo al mundo, así que espero hasta que ha terminado la última para ser yo la que se duche. Apenas tardo unos cinco minutos pero cuando salgo, estoy sola.

Tampoco hay nadie fuera, imagino que voy a volver a llegar tarde a la siguiente clase. Cojo mi mochila y corro hacia la puerta que, desde lejos, veo cómo está cerrándose.

— ¡Espera! — Exclamo, acelerando. — ¡Falto yo!

Menos mal, me oyen y la puerta se detiene. Respiro hondo llego.

— ¡Vaya, Míriam, perdón! — La cabeza de Fede asoma por el otro lado — Pensé que no quedaba nadie.

— Eh... gracias, profesor — Bajo la cabeza en cuanto estoy a su lado, abre la puerta para que yo salga y una vez hecho, cierra a nuestras espaldas — Todavía estoy algo perdida, no hago nada más que perderme...

— Tú eres... — Me mira, entornando los ojos — ¡Claro! Chocamos ayer, ¿verdad?

Asiento, tragando saliva. El corazón me va a cien por hora, como mínimo. Qué bien huele, ahora que está tan cerca inhalo por la nariz, es un olor dulce.

— Tranquila, supongo que eso solo es al principio — Comienza a caminar y yo, lo sigo. Más que nada porque no sé dónde está mi siguiente clase. — ¿Dónde tienes que ir ahora?

— Eh... no lo sé — Es cierto, se me acaba de olvidar.

Menos mal que a lo lejos está Marta, que me saluda con la mano al principio y en cuanto ve a Fede, se le borra la sonrisa, intentando esconder el cigarro.

— Ahí está mi amiga — La señalo — Iré con ella. Y gracias de nuevo por no dejarme encerrada, profesor — Esbozo una pequeña y tímida sonrisa.

— No es nada, y puedes dejar de llamarme profesor, Fede está bien — Me guiña un ojo, haciendo que un escalofrío recorra toda mi espina dorsal.

Marta ya se ha deshecho del cigarro y disimula cuando llegamos hasta ella.

— Pensaba que ya habías salido — Me dice — Hola, Fede.

— Hola, Marta — Él se cruza de brazos — Ya te lo he dicho muchas veces, tienes que dejar de fumar.

— Lo sé — Pone los ojos en blanco, y yo intento no sonreír, la ha pillado.

Fede se despide de nosotras, dirigiéndose por un pasillo que todavía ni conozco, Marta en cambio me lleva por el camino contrario con rapidez, tal y como pensaba, llegamos algo tarde, pero no demasiado.

Intento quedarme con las distintas aulas, pasillos y demás del instituto, pero ahora mismo todo es desconocido y me resulta extraño, como si estuviera dentro de un laberinto, espero terminar acostumbrándome.

Esa mañana solo nos quedan tres clases restantes. Menos mal que en la mayoría coincidió o bien con Marta, o con Lucas, en pocas ocasiones con Diego, ya que he ido por una rama diferente.

Por lo general, el comienzo del curso es bastante aburrido, pero en alguna clases he encontrado el mejor entretenimiento; he elegido el mejor sitio, creo que ya estaréis entendiendo el por qué. 

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora