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Ha pasado el tiempo demasiado rápido, al menos para mí. Estamos en pleno invierno, así, de repente. Creo que todo tiene que ver con el instituto, sin apenas darnos cuenta hemos comenzado con los exámenes finales del primer trimestre y no puedo tener la cabeza en otras cosas, pero ahí está el problema, que mi mente está divagando cada vez que me descuido.

Miro a Fede desde la clase de Literatura. No me canso de hacerlo, cada día encuentro algo nuevo, aunque no parezca haberlo.
Las cosas con él siguen más o menos igual, aunque eso sí, no hemos vuelto a vernos a solas. No fuera del instituto.

Hay miradas, hasta cierta complicidad cuando estamos en clase de educación física y cuando nos cruzamos por el barrio donde ambos vividos, pero ahí se acaba la cosa. Sí, quizá todo se descontroló de golpe y ahora Fede ha querido frenar, y lo entiendo perfectamente.

Cae un papelito en mi pupitre, me sobresalta y miro hacia atrás sorprendida.
¿Lucas? Vaya, ha pasado días sin hablarme y cuando lo ha hecho ha sido de forma seca y con simples monosílabos. Por eso me intriga ahora una nota suya.

¿Cómo va? — Pregunta como si tal cosa.

Bien pero, ¿A qué viene esto? — Le escribo de vuelta.

Me enfadé por una tontería y me ha costado entenderlo... quiero que seamos amigos y ya está, ¿me perdonas?

Pues claro, Lucas. Me alegra tenerte de nuevo. — Me giro y le sonrío mientras le devuelvo la nota.

Estoy feliz de haber recuperado la amistad de Lucas, al menos saber que todo estará como al principio, al fin y al cabo, es el primero que se acercó a mí y consiguió que tuviera mi primer grupo de amigos.

En el descanso volvemos a reunirnos los cuatro en la cafetería, y aunque no lo he tenido demasiado tiempo, echaba de menos estas charlas agradables en las que participamos todos por igual y ninguno se siente incómodo.

— ¡Tengo la semana que viene repleta de exámenes! — Se queja Diego, dejando caer la mochila sobre la mesa, resignado.

— Y yo... hay que ponerse las pilas. — Marta apoya la cabeza en su hombro — Podemos estudiar esta tarde en la biblioteca si queréis — Nos dice a los demás.

— Lo siento — Me disculpo, moviendo la cabeza a ambos lados — Si no estoy en casa soy incapaz de concentrarme, no puedo escuchar nada a mi alrededor si quiero que se me queden las cosas en la cabeza.

— ¿Y tú, Lucas? — Pregunta ahora Marta.

— Yo paso de estudiar, en serio — Se echa hacia atrás en la silla — Lo he intentado, pero no me entra nada, debo ser un zoquete. 

— ¿Este es tonto? — Nos dice Diego mirándonos a ambas mientras lo señala. — ¿O qué le pasa?

— Es cierto Lucas, ¿te crees que a los demás nos gusta encerrarnos toda la tarde rodeados de libros? — Le increpa ahora Marta. — Es lo que hay.

— ¡No me entendéis, que no hay manera! — Lucas hace gestos exagerados con las manos sin parar de quejarse.

— Puedes venir a mi casa esta tarde un rato, te ayudaré — Me ofrezco, viendo que de verdad está desesperado.

— ¿A tu casa? — Pregunta Marta, echándole rápidas miradas a Diego. Ella y pensar mal van de la mano.

Ignoro su comentario, fulminándola por un momento y volviendo a girarme hacia Lucas.

— ¿Qué dices, vienes? — Insisto, ahora que estamos bien no me importaría echarle una mano.

— Bueno... está bien. — Contesta, aunque poco convencido.

Quedamos en vernos esta misma tarde, sobre las cinco. Siempre me ha gustado estudiar sola, pero Lucas es un amigo, y tampoco me cuesta tanto dedicarle un par de horas. Al menos para que intente aprobar algún examen y no se dé por vencido así de rápido.

Nos despedimos de los chicos, que se quedan charlando sobre un juego nuevo que ha salido, nosotras salimos hacia la siguiente clase.

— ¿Estás loca? — Marta me agarra la muñeca cuando ya no pueden oírnos.

— Marta, por favor... — Pongo los ojos en blanco — He visto cómo mirabas antes a Diego, ¿qué piensas que voy a hacer?

— ¿Invitarle a estudiar a casa? Esa excusa es de las más viejas — Dice, totalmente en serio.

— No es ninguna excusa, ¿qué te pasa? — Me cruzo de brazos — Voy a ayudarle a estudiar, eso es todo lo creas o no.

— ¿Y qué creerá él? — Pregunta ahora, desconcertándome.

Me encojo de hombros, vale, ahí me ha pillado. Lucas me ha dicho que somos amigos, me lo ha dejado claro hace muy poco, en clase.

— No pienses cosas raras — Respondo al fin.

— Ya, claro — Chasquea la lengua — Le gustas a un chico y no tienes otra cosa que hacer que decirle que vaya a tu casa, ¡y soy yo la que piensa mal!

Entra a clase haciendo gestos y exasperaciones varias. Tengo que contener la risa cuando sigue haciéndome gestos desde su asiento, algunas filas por delante del mío.

Le saco la lengua, a modo de burla y para que deje el tema. Ocupo mi sitio, sonriendo pero, al mismo tiempo y como siempre, dándole vueltas a las palabras de Marta.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora