Capítulo 12. Un secreto

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-No lo puedo creer. ¿Dónde dices que se accidentó? Ajá. Sí, no te preocupes. ¿Llevas al bebé? Ok, yo te alcanzo allá. Yo también te amo, vayan con cuidado.

Fernando salió de la impresión y colgó con Ana. Era increíble. Después de todo lo que había pasado y lo que ella les había hecho, nunca le había deseado el mal a Isabela, y menos desde que su hijo había nacido.

-Beatriz, cancela todos mis pendientes y tampoco me pases llamadas al celular. No estaré disponible hasta mañana -exclamó firmemente por el intercomunicador. Tomó su saco junto con el portafolio y se dirigió al hospital.

Cuando llegó, encontró a Ana de espaldas arrullando a Dieguito, más preocupada que nunca. Lo notó por su postura, tensa. Soltó aire y la miró cariñosamente. No pudo evitar el deseo de abrazarla, nunca le había gustado verla así. Deseaba que siempre conservara esa linda sonrisa, aquella que lo volvía loco.

Ella se volteó y sonrió, alegrándose de verlo. Su gesto reflejaba un poco de alivio. Ana caminó hacia donde estaba, queriendo refugiarse en sus brazos. Fernando la abrazó tiernamente y le acarició el cabello, sintiendo cómo su delicado cuerpo se relajaba. Cerró los ojos y suspiró.

-¿Cómo está? -le preguntó él, soltándola de entre sus brazos para tenerla de frente. Ella lo miró a los ojos, inquieta. Él tomó con delicadeza al bebé y le dio un beso en la frente. Ana le acarició la nuca.

-No tiene caso que te mienta. Se determinó que Isabela no traía puesto el cinturón de seguridad y el impacto fue frontal, impulsándose por encima del volante. Golpeó con el tablero y se estrelló contra el parabrisas, así que tiene daños por compresión de órganos en la zona del abdomen, trauma en la región cervical y hemorragias en varias zonas del cuerpo. Tardará varias horas en salir de la cirugía -respondió con pesadez.

Él sabía cómo Ana se preocupaba por ella enormemente. Se notaba su nerviosismo. Vaya que su corazón era más grande de lo que él pensaba. Le acarició el brazo para calmarla.

-Tranquila, mi amor. ¿Y doña Yolanda?

-Destrozada. Fue a la capilla a rezar por su hija -Ana suspiró -No ha parado de llorar desde que la encontré.

Fernando tomó asiento y comenzó a arrullar al bebé. Era impresionante cómo de un día a otro las cosas cambiaban tan rápido. Un día antes, la había visto en la oficina: engreída, sensual y provocativa, con el ego hasta el cielo. Y ahora, estaba en una operación que decidiría si se quedaba o se iba.

Notó el gesto turbado de Ana, quien yacía recargada en la pared, mirando al vacío. Sabía perfectamente que a ella nunca le habían agradado ese tipo de situaciones. Aún en el ambiente, se enterneció por su carita de susto y dejó a Dieguito en el portabebé. Acababa de quedarse dormido. Fernando se levantó y la tomó dulcemente por los brazos.

-¿En qué piensas, amor? -preguntó mientras levantaba su mentón. Ella se frotó los brazos para alejar los escalofríos.

-No lo sé, Fernando. Supongo que en lo injusto que sería si Dieguito se quedara sin mamá -respondió Ana, desganada. Seguía sin mirarlo a los ojos.

-Primero que nada, no sabemos si Isabela vaya a morir y de todas formas, aún es muy pequeño como para lamentarlo. Segundo, en caso de que sucediera, él te tendría a ti. Ana, tú lo has cuidado más que su propia madre y estoy segura de que lo amas como si lo fueras.

-Lo sé, pero eso es lo que me preocupa. Si ella hubiera sabido apreciar el hermoso regalo que la vida le dio, el de un hijo tan precioso como Diego Nicolás... -. Ana se recargó en su hombro -Es que también me siento mal por Isabela. Si no sobrevive nunca podrá ver a su niño crecer o compartir con él. Estoy segura de que a pesar de todo, ella también lo quiere.

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora