Capítulo 91. Pequeño resfriado, pequeño problema

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Sexto mes

-39° de fiebre –Fernando guardó el termómetro, suspirando –Te vas a tener que quedar en la cama todo el día.

-Pero yo quiero ayudar a preparar todo.

El pelinegro acarició la mejilla de Ana, quien volvió a estornudar por décima vez en la mañana.

-No, mi amor –Le dio un suave beso en la frente y la arropó hasta el mentón –Mejor descansa, la cena es esta noche y si te pones a hacer cosas, no te vas a sentir bien.

-Pero es Navidad, y sabes cuánto me gustan estas fechas –Su esposa esbozó un gracioso puchero que le hizo sonreír.

-Si estuviéramos en circunstancias normales, te daría un antigripal y ya. Pero estos chiquitos no te van a dejar tomar nada –El pelinegro se inclinó y se recargó con cuidado en el vientre, que ya había crecido bastante –Así que no me va a quedar otra opción más que mantenerte aquí encerrada.

-¡Me voy a aburrir mucho!

-Aún no has terminado de ver Amor Bravío. O puedes volver a hacer el maratón de Cuando Seas Mía, con eso de que Sergio Basañez te gusta tanto...

-No estoy para celos ahorita.

La ojiverde sacó los brazos y los cruzó sobre su pecho, enfurruñando la cara. Él pensó en lo bonita que se veía cuando hacía berrinches. Ojalá y pensara lo mismo cuando alguno de los bebés la llegara a imitar, en una situación totalmente realista.

-Tranquila, bonita, no son celos –Fernando rio -, ni te estoy reprochando nada. Es sólo un comentario. No es como que hayas tenido un romance con él antes o algo por el estilo.

-¿Tú qué sabes? Pudimos haber sido pareja en otra vida.

-Bueno, pero eres mía en esta, entonces no tengo por qué preocuparme.

Ana torció la boca. Le había ganado la partida.

-Está bien. Me quedaré aquí a ver Cuando Seas Mía, pero no me culpes si las primeras palabras de los bebés son "paloma negra".

-Por supuesto que no.

-¡Papáaaaaa! –Unos pasos se escucharon en el pasillo y dos segundos después, apareció Guille en el umbral de la puerta, con gesto angustiado –Dice Fanny que no sabe cuántos tomates hay que ponerle a la salsa. Y Alicia se niega a tocar el pavo.

-Ya voy, hijo –El pelinegro se giró nuevamente hacia su esposa –En un rato viene el doctor. Si necesitas algo, me hablas, por favor.

Ella asintió, tratando de ocultar su descontento, y Fernando se levantó de la cama, no sin antes darle dos besos en el vientre. Cuando su marido desapareció tras la puerta con Guille, cogió el control para comenzar con el maratón que él le había sugerido. Sin embargo, prefirió cambiar la novela. Al minuto, apareció Margarita Grial en pantalla y adelantó la escena hasta la discusión con Silvia. Se recargó en las almohadas y trató de respirar por la nariz, pero sólo salió un sonido parecido a los ronquidos de Fernando.

-¡Agh! Me choca estar enferma –dijo al aire, volviendo a cruzarse de brazos. Como si la entendiera, sintió que uno de los bebés se acomodaba dentro de su vientre, dando una pequeña patadita a modo de respuesta.

Mientras tanto, el pelinegro bajaba a toda prisa con el gemelo para llegar a la cocina, la cual despedía un extraño olor a quemado. Una vez dentro, pudo observar la batalla campal que se estaba desarrollando: Fanny y Nando discutían acaloradamente; Alicia estaba a nada de llegar a los jaloneos con Sebastián, y Luz y Alex corrían por toda la estancia, persiguiéndose entre ellos. Igual, Bruno luchaba por abrir el horno, del cual comenzaba a salir un sospechoso humo oscuro.

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