Capítulo 67. Mil Vidas

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La mayoría de ustedes ya conoce la canción y sí, sí es la que están pensando. Yo les aviso cuando la pongan.

Las tres mujeres se quedaron viendo a Nando, expectantes. Hasta ese momento, ninguno había hecho la pregunta en voz alta, pero desde que Fanny confesó lo de la prueba de embarazo, se había quedado al aire, preocupándolos a todos.

-Pues... Se la llevaron muy a prisa, pero no escuché lo que tenía o algo así -explicó la mayor, mordiéndose el labio con ansiedad.

-Sólo esperemos que no llegue a tener repercusiones, y que si está... Embarazada, no le suceda nada al bebé -dijo Manuela, abrazando a Alicia. Los demás asintieron y procuraron ya no tocar el tema. Una media hora más tarde, la policía desocupó la casa, pero los agentes se quedaron con instrucciones estrictas de quedarse a vigilar, para asegurar a la familia. Entre Bruno, Manuela y Diego limpiaron con profunda tristeza la escena en la que momentos antes, Ana había estado con Fernando. Revisaron las recámaras y retiraron cada objeto que pudiera delatarles a la tropa, sobre todo a los más pequeños, que allí se había desarrollado un atentando en contra de sus padres.

Poco tiempo después, cuando todo hubo quedado limpio y sin pruebas, por fin pudieron entrar. Los chicos estaban aparentemente tranquilos, pero en el aire se sentía la tensión, la preocupación y la tristeza por el espectáculo que habían vivido horas antes. Bruno, Manuela y Nicolás se quedaron con los cinco más pequeños, tratando de que no se angustiaran más de lo que ya estaban, mientras que Fanny, Nando y Alicia se iban con su tío al hospital.

-¿Creen que van a estar bien? -preguntó la menor de aquel pequeño grupo, realmente preocupada por el veredicto con el que se irían a encontrar allá.

-Confiemos en Dios en que sí -contestó Diego, con la mirada enfocada en el camino para evitar ver la cara de consternación de sus sobrinos. No quería agregar detalles, pero cuando él había ayudado a Ana, sí se veía grave.

Mientras tanto, una hora antes, la ambulancia llegaba al hospital. Los paramédicos comenzaron a actuar y en cuanto el vehículo se paró, abrieron las puertas y bajaron a Ana. Fernando tuvo que soltar su mano de repente, y sólo se quedó envuelto en un ambiente lleno de tensión, y para él, de desolación.

-Llévenla rápido a emergencias, para la exploración quirúrgica. El doctor ya está listo -escuchó que decía uno de los chicos a sus demás compañeros, que rápidamente obedecieron la orden.

-No, yo quiero estar con ella. Debo cuidarla, tengo que saber que está bien -alegó él, casi sin fuerzas. Se negaba a abandonar a Ana un momento más.

-Don Fernando, por ahora tenemos que ver que su esposa no haya sufrido algún daño interno, ¿me entiende? Y usted también tiene que estar bien.

-Pero, si yo no estoy ahí para protegerla, ¿quién lo hará?

-Le aseguro que ella está en buenas manos. Ahora, acompáñeme.

Estaba como ido, y el único sentimiento que podía percibir en ese momento, era el de la depresión. Aún alcanzó a ver que la camilla de Ana doblaba una esquina para adentrarse a la sala del quirófano. Comenzaron a guiarlo por el hospital, hasta que llegó a una habitación saneada y limpia, donde un médico lo esperaba. Lo dejaron con la enfermera y el doctor, y Fernando se dejó hacer y deshacer sin poner objeción alguna. Era tal el impacto que había sufrido, que pronto llegó a un estado en el que todo le parecía irreal, como si todo lo que estaba viviendo fuera un sueño.

Le quitaron la camisa completamente, y quitaron la gasa que le cubría la herida. Revisaron que no hubiera ninguna hemorragia y lo cosieron, confirmando que no hubiera un daño visible. De todas maneras, lo mandaron a hacerse unas radiografías y después a descansar, mientras que recuperaba las energías gracias al nivel de sangre perdido mediante el suero fisiológico.

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