Epílogo

1.1K 67 22
                                    

29 de mayo. 

¡Hola, mi amor! ¿Cómo estás? 

Bueno, primero que nada, creo que debo desearte un feliz aniversario. Aún no puedo creer que ya vayan siete años de que nos casamos, ¿no te parece increíble? Siete años aguantándote, jajajaja. 

Y bueno, para celebrarlo, las niñas propusieron que te escribiera en esta carta, algunos de los momentos más bonitos que, a mi parecer, hayamos vivido en este largo tiempo. Me pidieron un total de doce: siete por los años que cumplimos, y otros cinco por la edad que tienen las niñas. Espero en serio que tú también lo hagas, y esto no sea cosa mía nada más, Fernando Lascurain, porque no sabes cuánto trabajo me está costando escoger tan sólo doce momentos, cuando cada instante a tu lado ha sido increíble. 

Pero, si así es la dinámica, no hay nada que hacer. Entonces, será mejor que comience. 

1. El primer momento que escogí, fue nuestro primer beso, porque fue la primera vez que te vi tal y como el hombre que eras, es decir, un hombre con sentimientos y no un Don Hielo. También ahí comprobé que el alcohol desinhibe, y en parte lo agradezco, porque sino eras capaz de esperarte a que yo te mandara un oficio solicitándote un beso o algo así. Eras muy cerrado, mi amor, sin ofender. Aunque volviendo a la parte buena, quiero que sepas que nunca voy a olvidar la maravillosa sensación que me causaste por primera vez al rodear mi cintura con tus manos, o al bailar por primera vez contigo, y mucho menos, de la primera vez en que nuestros labios conocieron los del otro. Fue algo indescriptible, y creo que fue ahí, donde supe que estaba dispuesta a lo que sea con tal de repetirla. 

2. El segundo momento se adelanta hasta nuestra boda. Sí, ya sé que hay muchos instantes preciosos entre el primero y este, pero tengo un número limitado, es culpa de tus hijas. Bueno, de ese día, creo que mi parte favorita, fue cuando me sacaste a bailar en "No te vayas", después de nuestro brindis. Ya sé lo que vas a decir, así que cállate y déjame con mi cursilería. Desde que las chicas la cantaron aquí en esa Navidad, escasos meses antes, se quedó como nuestra canción, y siempre me sentí muy identificada con la letra. Ya para ese entonces, yo estaba perdidamente enamorada de ti —como hasta el día de hoy, y le agradeceré eternamente a May, Isa y Fer que nos la hayan regalado el día en que nos dijimos "sí". Tampoco olvidaré el brillo que vi en tus ojos cuando nos movíamos al compás de la música, ni la promesa que te hice de que jamás te iba a dejar, y mucho menos, el condenado beso que me robaste en frente de todos cuando acabaron de cantar, diablo malicioso. 

3. Proseguimos a nuestra primera Navidad de casados,  cuando te regalé los capullos de los tulipanes. Me encanta porque me recuerda a los 4, 302 que me "encargaste", y que no se comparaban a la cantidad de besos que querías darme. Además, amo la tradición que tenemos de sembrar un tulipán más cada año que pasa. Espero que cuando estemos viejitos, el claro escondido del jardín esté lleno de esas flores.

4. También, un momento que es digno de estar en la lista, fue nuestro segundo aniversario. Las niñas habían nacido dos meses antes, y tú y yo estábamos tan agotados, desvelados y chocados, que no quisimos celebrarlo de ninguna forma. Sólo mandamos a los niños con su abuelos, y nos quedamos todo el día comiendo chatarra y viendo películas, en pijama, acurrucaditos en la cama. 

5. Lo que me recuerda, por cierto, a mi momento de victoria después de la cuarentena. Ya sabes a lo que me refiero: la apuesta que hicimos para ver quién sucumbía primero a las provocaciones del otro. Ya había pasado una semana desde que el doctor me había dado el alta para tener relaciones, con precaución, claro, pero el punto es que ya podía sin que me afectara en lo más mínimo. Bueno, ese día, si no mal recuerdo, tuvimos una cena a beneficencia, y yo, siendo sincera, ya te traía ganas desde dos semanas después de aliviarme. Pero tampoco había olvidado lo pactado, así que decidí atacar tu lado más débil y ponerme un sensual vestido y lo digo así porque de verdad lo era, para provocarte. Funcionó. En toda la cena no paraste de mirarme como baboso, recorriendo mi figura una, y otra, y otra vez. Aunque traía unos cuantos kilos de más, el vestido ayudó a que no se me notara, y lo único a lo que le pusiste atención, fue al escote en v que mostraba mi recientemente adquirida "copa D". Y creo que tampoco te ayudó el que acariciara tu muslo y tus hombros la mayor parte de la velada. Para la hora del postre, te excusaste para ir por unos papeles a tu oficina, llegándote yo de sorpresa. Cierto que te resististe bastante, pero terminaste de sucumbir cuando te besé el cuello. Nunca te había visto tan desesperado por deshacerte de un vestido, y bueno, ya sabes el resto. Esa fue la primera noche en que no dormimos por nuestras razones habituales, y no para levantarnos por las niñas. En la oficina sólo nos quedamos un rato, porque después de acabar, decidimos salir para la casa. Aunque también recuerdo haber tenido una mano traviesa indagando por debajo del vestido todo el camino, y admito haber sido yo la que pidió hacer parada en una calle oscura. Pero bueno, la primera es la que cuenta, ¿no? Por fin nos dimos tregua en la mansión, y nuestro mutuo acuerdo pasional duró hasta las seis de la mañana. ¡Uff! No entiendo para qué escribí esto, me acaba de agarrar un calor...

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora