Capítulo 27. Dos años

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Despertó con la luz del sol, que se filtraba por las persianas. Se volteó con cuidado, y al abrir los ojos lo primero que vio fue su hermoso rostro, a contra luz. Dormía plácidamente, últimamente había estado muy cansada. Le dio un beso en la mejilla y con la nariz rozó suavemente el pómulo. Una sonrisa triste se dibujó en sus labios. A pesar de que a cada momento se sentía el hombre más feliz de la tierra, estaba mal. Porque aquel día se cumplían dos años de su muerte.

-Buenos días mi amor -. Ana lo sobresaltó, moviéndose poco a poco. No había notado que se había quedado viéndola demasiado tiempo. Ella bostezó.

-Buenos días -respondió sin ánimos. La ojiverde notó la tristeza en su mirada. No soportaba verlos así, pero no podía hacer nada más, tan sólo estar con ellos. Le sonrió dulcemente y comenzó a acariciar su cabello, haciendo que se recargara en su hombro. Fernando se dejó hacer y disfrutó sus mimos, cerrando los ojos.

-Mi vida, todo va a estar bien. Vamos a ir a la misa con la familia y nuestros hijos. Sé que te sientes mal, y por eso entenderé si estas un poco distante -lo consoló, pasando sus caricias de la nuca a la mejilla. Eso lo reconfortó un poco más, su contacto le hacía bien.

-No amor mío, no digas eso. Yo te amo y tú no tienes nada que ver con mi estado de ánimo -mencionó, separándose del cálido placer que lo tranquilizaba, al tiempo que se volteaba para verla a los ojos. Agitando sus propias manos, hizo un ademán para restarle importancia a la idea; tratando de alejar la tristeza. Pero era demasiado difícil.

Sin embargo, ella adivinó sus pensamientos a través de la mirada, como siempre. Tomó su rostro de nuevo entre sus manos, tal y como solía hacerlo él.

-Hey, no importa si estás triste cariño. No tienes que hacerte el fuerte siempre, para eso me tienes a mí. Y te equivocas, porque yo sí tengo mucho que ver. Hoy se cumplen dos años de la muerte de Estefanía, y como ahora también soy parte de la familia, debo apoyarlos a ti y a los niños. Aunque, en cierto sentido, estoy ocupando su lugar.

Ella lo miró a los ojos un momento, comprensiva por su dolor, pero al mismo tiempo, percibió algo de culpa en sí misma y bajó la cabeza. A Ana le encantaba que los niños la llamaran "mamá", pero tenía sus momentos. Sabía que su intención nunca había sido reemplazarla, sino más bien ganarse su propio hueco en el corazón de cada uno. Y lo había logrado perfectamente.

-Estoy bastante seguro que ella quería que lo hicieras -contestó. Con un poco más de luz, recordó una vez más el sueño en las vísperas de su boda, y todas las veces que Estefanía le había hablado. Ana era la indicada, y fue Fanny quien la había mandado.

-¿Por qué lo dices? -Preguntó ella extrañada, sacándolo de sus pensamientos. Vio a Fernando con suspicacia.

-Por nada -respondió sonriendo. Me tiraría a loco.

-Bueno, señor misterioso, voy a despertar a los niños -. Ana lo tomó por una mano y lo vio de nuevo a los ojos. Un sentimiento de consuelo recorrió el cuerpo de Fernando, gratificante y armonioso. Algo que sólo... Que sólo había sentido con Estefanía. Siempre que las cosas iban mal, fueran problemas en el trabajo o con los niños, su difunta esposa tenía ese poder de tranquilizarlo, de aliviar sus preocupaciones. Ana lo hacía exactamente igual.

-Está bien. Pero ven aquí -. La tomó en sus brazos de manera suave, la volteó hacia él y la besó tiernamente -Tendrás que ayudarme.

-No debes ni pedírmelo. Siempre contarás con mi apoyo, mi amor -afirmó ella, dándole un pequeño beso de pico y levantándose con dirección a la puerta. Al ver su figura de espaldas, alejándose de él, lo invadió un sentimiento de necesidad, de decirle algo más pero de frente. Antes de que pudiera salir, se levantó y apresuradamente se le colocó a la par. La tomó por un brazo y la volteó, sorprendiéndola.

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora