Capítulo 68. Entiende que no es fácil

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Esta sí les pido que la escuchen, porque es una canción muy especial para mí. Me la recomendó una lectora y le agradezco demasiado su sugerencia, es preciosa. Yo les aviso, como siempre.

Alex.

Esa maldita zorra le estaba marcando al celular. Ana apretó los puños y se obligó a contar hasta diez, hasta que pasara el coraje. Pero eso era casi una misión imposible, porque todos sus sentimientos por Fernando seguían ahí. La castaña no podía evitar sentir enojo hacia él, molestia, rencor... Incluso se podría decir que odio; pero a la vez, tenía unos celos que le indicaban cuán profundo lo tenía dentro aún, un amor demasiado grande y persistente en su corazón.

Sin embargo, no era el amor el que la embargaba en ese preciso instante, sino todo lo contrario; la molestia que había sentido por ellos dos renacía en su interior, y si en algún momento llegó a considerar que existía una posibilidad, por muy remota que fuera, de que pudiera perdonar a Fernando, se había eliminado por completo. Ahora tenía la prueba de que sus palabras nunca habían sido sinceras, y que el único propósito de mantenerla a su lado era conservar su impecable nombre, que no se manchara por un divorcio más, o tal vez, porque había desarrollado el suficiente cinismo como para querer burlarse de ella, y tomarla por una estúpida.

Porque eso era lo que había sido, una ciega idiota que no hizo más que negarse a ver una realidad que se desarrollaba ante sus propios ojos, pero se había decidido a no permitirlo más. Ahora era el momento de cambiar y estaba más que segura que con esa llamada, tenía las armas suficientes para alejarse de Fernando de una vez por todas. Aún cuando implicara tanto dolor, por el amor tan grande que le tenía a su familia, e incluso a él, no estaba dispuesta a sufrir más por ese hombre; a creer una última vez en sentimientos que eran humo y en palabras que después se harían ceniza. No quería fiarse más de sus vanas promesas, porque ya eran suficientes las veces que le había destrozado el corazón. Fernando Lascurain tenía que desaparecer definitivamente de su vida, porque ahora más que nunca estaba convencida de que había sido el peor error de su existencia.

Su amor por él debía haberse acabado desde hacía mucho, y de hecho se preguntaba cómo le había aguantado tantas cosas, tantos errores. Si él en verdad la amaba como lo decía, jamás la hubiera engañado, y ahora tenía la prueba justa en sus manos. Según su esposo, había eliminado a Alex de su vida, pero eso no habían sido más que mentiras.

Aún no le hallaba la razón a que la hubiera protegido con tanto afán de César, pero seguro no era más que un acto para beneficiarse él mismo; tener que ahorrarse un proceso legal, una pérdida... Sólo había sido un favor.

Estaba tan enojada, tan molesta e indignada, que sólo una cosa se le pasó por la cabeza.

-¿Hola? -preguntaron al otro lado de la línea, una vez que contestó la llamada. Las manos le hormigueaban de los nervios, pero tomó aire y se atrevió a hablar, ayudada por el inmenso coraje que llevaba dentro.

-Hola Alex, ¿cómo estás? -dijo con el tono más afable que pudo fingir.

-Ay... Ana. Eh...

-No esperabas que yo contestara la llamada, ¿verdad?

-Mmm... Si te soy sincera, no.

-Claro, claro. ¿Quieres que te pase a mi marido? Seguro tienen muchas citas que agendar en algún hotel de cuarta para revolcarse a mis espaldas.

-Ana ¿pero quién...?

-No creas que no me doy cuenta -La castaña sonrió, como si se divirtiera al hablar con ella -Está bien que me hayan visto la cara de idiota todo este tiempo, pero ya no más. Y no te preocupes, no tienes que guardar ningún secreto, yo lo sé todo, no te molestes en querer inventarte algo.

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora