Capítulo 41. Dime lo que sientes

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-¡Estefanía Lascurain! -gritó Ana, entrando al cuarto de la jovencita. Ésta se sobresaltó y giró de inmediato a verla. Fanny ya estaba casi lista para la cena, con un vestido de gala negro corto que le quedaba divino. Peinada y maquillada, sólo le faltaban algunos toques.

-¿Qué pasa, mamá? -preguntó, examinándola de arriba a abajo -Espera, ¿por qué no te has cambiado?

-Uno -La castaña levantó el dedo índice, indicando el número -Tenía a otras seis personas que arreglar. Dos: Necesito tu ayuda para escoger qué me voy a poner para ir a la condenada fiesta de tu padre.

Ana resopló y se sentó en el borde de la cama, a punto de tener un ataque de pánico. ¿Por qué rayos había aceptado? Fernando le había dicho que no tenía que ir obligatoriamente, pero en ese momento su mente estaba dividida en dos partes, y el hombre la ponía tan nerviosa que terminó por decirle que sí. Fanny rio por su reacción y la tomó de la mano mientras se sentaba junto a ella.

-Ok, tranquilízate. Si mis hermanitos ya están listos, creo que tenemos el tiempo suficiente para ponerte tan bonita como para que seas la envidia de todas las mujeres de la fiesta -La joven le guiñó un ojo -Obvio, menos de nosotras.

La broma tranquilizó un poco a la ojiverde y asintió.

-Sí, pero es que...

-Es que nada -Fanny se puso de pie y la ayudó a hacer lo mismo -Tú te vienes conmigo y te vamos a dejar bellísima. No importa lo que me digas.

La tomó de la mano y la arrastró a su cuarto, sabiendo que ya no había retorno. Ahora empezaba a cuestionarse la idea de haber ido a buscar a la mayor de la tropa. Tenía la perseverancia de su padre. Pero lo que Ana no sabía, era que Fanny poseía la misión especial de dejarla como princesa, así que de todas maneras aquello hubiera sucedido. Fernando había salido antes para ver los detalles de la fiesta, y después regresaría por todo el mundo, por lo que tenían dos horas aproximadamente para dejar a la castaña lista y dispuesta.

Fanny abrió el clóset y comenzó a buscar entre la ropa de su mamá, negando con la cabeza y sin encontrar algo que le convenciera realmente. Pasaron cinco minutos y nada. Ana comenzaba a perder la paciencia de sólo ver a la joven allí, examinando prendas, hasta que ella exclamó un "¡Ajá!" y sacó el vestido dispuesto. Era el vestido rojo de año nuevo.

-¿Segura que debería ir con éste? -preguntó Ana, dudosa de la elección de la rubia. Lo tomó de sus manos y comenzó a ver si le quedaba bien por encima de la ropa. Se colocó de perfil, dándole espacio a Fanny para reflejarse también. La chica se recargó en su hombro y asintió con entusiasmo.

-Ajá, éste es el indicado. Así que corre a ponértelo y te quiero afuera del baño en cinco minutos para peinarte -dictó, dándole un pequeño empujón para encaminarla. Ana acarició la tela del vestido, pensando en todas las emociones que le provocaba la prenda. El recuerdo de la noche en que lo estrenó vagaban por su mente, disparándose junto con muchos otros más. Soltó un suspiro, y mientras observaba a Fanny buscando ideas para arreglarla, se encerró en el baño para cambiarse. Se desvistió y se colocó de nuevo el vestido, alisándolo un poco y checando que todavía se amoldara bien a su figura. Al parecer, todo estaba en orden.

Volvió a salir. Fanny la peinó en un chongo, bastante parecido al de esa cena, y la maquilló con sombras oscuras en los ojos para resaltarlos, pero no de manera excesiva. Los labios iban neutrales y sus facciones quedaban perfectamente marcadas.

-Wow -exclamó la castaña, viéndose en el espejo.

-Sí, te lo dije. Serás la envidia de todas las presentes allí, y la codicia de todos los varones -correspondió Fanny, en tono juguetón. Ana la empujó suavemente y rio, para después abrazarla frente a su reflejo.

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora