Capítulo 40. Diferencias

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-¡PAPÁ! -gritaron siete voces al unísono, desde sus respectivas recámaras. Oyó pasos que corrían por el pasillo y se preparó. No había dormido en toda la noche por la ansiedad, pero ese era por fin el día. Fernando salió de un salto de su cama. Le valía un comino no haber cerrado los párpados ni un segundo, la energía corría por sus venas como si fuera su propia sangre. De repente, la puerta se abrió y se vio rodeado de su multitud favorita, elevando los brazos y hablando emocionados.

-¡Papá! ¡Apúrate, que ya nos tenemos que ir al aeropuerto! -exclamó Luz, jalándolo directamente a su vestidor.

-¡Sí papá! Queremos estar mega puntuales para cuando llegue mi mamá -lo apresuró Nando, ayudando a su hermanita. Todos los demás decían cosas parecidas, empujándolo al pequeño cuarto donde guardaba su ropa. El clóset y la mayor parte de los cajones de las cómodas eran propiedad de Ana. Se vio en frente de una variada extensión de trajes, camisas, zapatos, y corbatas. Su mente se quedó en blanco.

-Y... ¿Qué te vas a poner? -preguntó Fanny al no ver ningún movimiento de su parte.

-No... No lo sé -apenas pudo responder el pelinegro, alzando la vista para terminar de contemplar toda su ropa. ¿En serio ocupaba toda?

-¡PAPÁ! -replicaron todos con enojo.

-¿Qué? ¡Es que no sé qué escoger! Tiene tres meses que no veo a su mamá y quiero lucir guapo para ella, caramba. La situación me pone nervioso.

-No podemos llevarte de traje de gala, eso es obvio -observó Alicia -¿Qué tienes en mente?

-¡No estoy seguro! Tendría que ver mis opciones.

-¿Y no pudiste haberlo pensado anoche? -cuestionó la más pequeña de sus princesas, cruzándose de brazos.

-Vaya. Creo que les contagié eso de la puntualidad -mencionó Fernando, tratando de relajar el ambiente. Pero ninguno sonrió, para terror de él. Parecía que le saltarían en manada para devorarlo de un momento a otro.

-No es gracioso, papá -dijo Alex. El ceño fruncido de su padre debió conmoverlo un poco, por lo que se corrigió -Perdón, pero es que ya queremos ver a mamá. La hemos extrañado mucho, y nos pondría muy tristes llegar tarde para recogerla. Además, aún nos faltan las flores.

-Bueno, si esa es la situación, a mí también me frustra no saber qué ponerme. Ya que todos ustedes están cambiados y listos, vamos a hacer una cosa. Confío en ustedes para que me escojan algo decente para recoger a Ana, así mientras me baño y ahorrarnos tiempo. ¿Les parece? -preguntó Fernando, mirando inquisitivo a sus hijos. Dio un respingo cuando todos contestaron que sí al unísono y volvieron a empujarlo, ahora hacia el baño.

En cuanto cerró la puerta, soltó un suspiro. Era increíble que por fin la volvería a ver. No le importaba si no lo había perdonado aún, si ella lo golpeaba en la cara o que le dijera que lo odiaba. La dicha de volver a tenerla frente a frente era demasiado grande como para pensar en otra cosa más.

Pero los nervios también eran enormes, sobre todo por el plan que debía llevar a cabo al siguiente día y tenerlo guardado en secreto hasta la noche, disimulando normalidad. Estaba casi seguro de que no lo lograría, pero él siempre había perseverado por lo que deseaba, y si su principal razón era Ana, tenía posibilidades. Sin querer, volvió a suspirar. Qué difícil.

-¡No oigo correr el agua! -le reprochó Sebastián al otro lado de la puerta. Fernando reaccionó y de inmediato se desvistió, abriendo a la llave. El agua logró calmarlo, pero se preguntó si se había puesto lo suficientemente en forma para ella. Durante los últimos meses, desde que Ana había entrado a Isadora, sentía que había subido de peso. Poco después de que se fue, decidió que una de las partes del plan fuera mejorar su físico en general. Nando lo acompañó a recortar su cabello, comenzó a usar un poco menos de gel, y empezó una rutina con ayuda de Fanny. Los fines de semana usaba otro tipo de ropa, claro, sin perder la seriedad y la elegancia que podría portar un traje; y bueno, no sabía si era por el entusiasmo de organizar todo el plan de reconciliación, que varias personas le decían que llevaba un brillo especial en los ojos. No sólo estaba enamorado, sino también esperanzado.

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