Capítulo 63. No puedo dejarla ir

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-¿QUÉ?

-Lo que oyes. Me vas a dar el divorcio, lo quieras o no, porque yo no planeo seguir haciéndome daño a mi misma.

-Ana, no digas eso. He cometido muchos, demasiados errores, pero no podemos llegar hasta aquí, ¡comprende! Este amor -Fernando se puso de pie y la volvió a tomar por los brazos, aprovechando su cercanía lo más posible -Este amor que yo sé que ambos seguimos sintiendo no puede terminar así, simplemente, no se puede.

-Suéltame.

-No, hasta que me digas que no te vas a ir, que no me vas a dejar.

-Fernando, ¡no seas terco, por el amor de Dios! Comprende que esto se acabo; limítate a aceptarlo y sigue con tu vida.

Ana puso las manos sobre su pecho, tratando de zafándose de su agarre. Sin embargo, él cogió una de ellas y la colocó en el lugar del corazón. La castaña se detuvo y se perdió por un segundo en esos ojos color miel, que tanto le suplicaban quedarse.

-¿Sientes eso? ¿Sientes los latidos, tan fuertes? Mi corazón está así porque te tiene cerca, porque sabe que estás conmigo. Por favor, Ana, no te vayas de mi lado. Sabes que si te marchas, lograrás sumirme en la tristeza más profunda, que me matarás a sangre fría.

Él le acarició una mejilla con suavidad, quedándose un momento en silencio. Ella cerró los ojos, derramando una lágrima por todas sus palabras.

-¿Y TÚ CREES QUE A MÍ NO ME DUELE, FERNANDO? -gritó ella de repente,  con la voz cortada. Aprovechó que el pelinegro había aflojado el agarre de sus manos para zafarse -¡A mí también me mata alejarme de ti, porque te amo como jamás he podido amar a alguien, y sin embargo, tú has sido el que me ha obligado a irme! Así que no me pidas que me quede, porque la decisión ya está tomada. Tú y yo nos divorciaremos, y fin de la discusión.

-Ana, nunca lo voy a aceptar, ¿me escuchas? ¡Nunca! Porque yo sé que tú eres el amor de mi vida, y de alguna u otra manera, vamos a superarlo.

-¿Y sabías que yo era el amor de tu vida cuando comenzó todo esto? ¿Cuando comenzaste a sentir algo por Alejandra?

Las palabras de ella le rasgaron en lo más profundo del alma. Lo sabía, tenía derecho a decírselo, pero eso no evitaba que le doliera que ella no le creyera. Sin embargo, se lo merecía.

-Hoy puedo decir que eso fue una estúpida ilusión, un juego que jamás hubiera sucedido si yo me hubiera refugiado en ti desde un principio, pero fui un completo idiota y acepto que me lo digas.

-Ah, qué bueno que lo aceptas, entonces, porque es la verdad. Y tienes que saber que por culpa de tus estupideces, hoy me has perdido, también -Ana se cruzó de brazos y le dio la espalda - Ya no quiero hablar más contigo, esto no tiene sentido.

Fernando se acercó por detrás y la tomó por la cintura, haciendo que las piernas de ella temblaran por el contacto de él.

-Tú no puedes odiarme, mi vida. No puedes, porque sé que tu amor es más grande que todo esto, y aunque este idiota no sepa qué fue lo que perdió, quiere recuperarte, y hará todo lo posible por hacerlo. Por favor, no dejes ir lo que tenemos -susurró él en su oído, con un tono arrepentido. La castaña cerró los ojos fuertemente y derramó dos lágrimas más, disfrutando de su contacto una última vez, antes de quitarse de allí y voltearse, furiosa.

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora