Capítulo 44. Crepas

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-Bien, ¿qué tanto cuchichean ustedes dos? -preguntó Ana, interrumpiendo su plática. Fernando sonrió tímidamente y soltó a Fanny, buscando a su castaña, teniendo ya libres los brazos. Ella se separó del círculo que conformaba junto con la tropa, al tiempo que les daba luz verde a los niños para que siguieran platicando con Pablo. El pelinegro se acercó para estrecharla una vez más en un tierno abrazo, mientras su hija mayor los admiraba con una gran sonrisa.

Fernando besó la frente de la ojiverde, acariciando su cabello con tanto afán y ternura, que parecía un pequeño niño abrazando a su oso de peluche. Era una actitud realmente conmovedora, que a Ana le encantaba, y la llenaba completamente de una gran paz. Haber liberado todas sus emociones le proporcionaron una especie de tranquilidad absoluta, como permitiéndole permanecer en una nube de felicidad.

Se dejó hacer por los mimos, y recargándose en su pecho, guio las manos de su esposo hasta su cintura, quedando de espaldas a él, con la columna apoyada en su torso. Fernando la apretó un poco más contra sí, dejando reposar tiernamente el mentón sobre su hombro.

-Nada, amor. Sólo cosas sin importancia -susurró él en su oído, haciéndola estremecer. Ana no quedó muy convencida de esa respuesta, pero estaba demasiado centrada en los brazos de él alrededor de su cintura, su aroma tan perfecto impregnándose en su ropa, dejando su esencia sobre ella; su cálido aliento erizándole la piel descubierta apenas por la mascada, pero que le dejó un cosquilleo placentero recorriendo toda su espalda... Dios, ya a poco tiempo de cumplir el año de casados, y todavía seguía sin saber qué era lo que Fernando tenía para ponerla así.

Simplemente, asintió, anonada. Con un beso en la mejilla que le robó una sonrisa a la castaña, se voltearon para checar que los niños trataran bien a su invitado, en el aspecto de las travesuras. Fernando pudo observar un rastro de inocente malicia en los ojos de los gemelos. Trató de escudriñar un poco más la zona de sus manos, pero seguramente su plan lo tenían bien organizado, por lo tanto, estaba oculto. Iban perfeccionando sus maniobras cada vez con más detalle.

-Amor -le dijo a la ojiverde. Ella giró el cuello para verlo -Me parece que los gemelos están tramando algo -exclamó, dirigiéndole una mirada elocuente a la zona donde estaban los dos pequeños. La castaña frunció el ceño, dispuesta a reprenderlos y ya estaba zafándose de su agrarre, cuando Fernando recordó algo en lo que los chicos lo podrían ayudar. Digamos que se aprovechó un poco de la situación y sostuvo a Ana de los brazos para impedirle la tarea.

-Espera, tengo una idea. Yo me encargo -aseguró, sonriendo un poco para librar sospechas. La ojiverde enarcó una ceja, pero no le dijo nada. Cierto era que la actitud de su esposo era muy sospechosa, pero estaría perdiendo demasiado tiempo tratando de sacarle información, y teniendo a un invitado tan... Lindo, como lo era Pablo, no podía desaprovechar. Además, Fernando no le diría nada, lo sabía de antemano.

Al final, se encogió de hombros, y el pelinegro, pendiente de los movimientos de los niños, esperando el momento justo para evitar la desgracia. Cuando vio que sonreían, decidió que era hora de intervenir.

-Alex, Guille -los llamó. Los gemelos se miraron, inquisitivos, y lentamente se acercaron a donde estaba su padre, alejándose del español. Fernando soltó con cuidado a Ana, quien entretenida de nuevo como estaba, no puso ninguna clase de objeción, y el pelinegro se llevó a los dos chicos a un punto más lejano de la familia. Se agachó a su altura y les revolvió un poco el cabello; en realidad, la tarea era como un cuchillo de doble filo: evitar la travesura y traer uno de los presentes preparados para su esposa sin separarse de ella.

-¿Podrían ir a la biblioteca y traerme una caja? Tiene como un tamaño mediano, en forma de cubo, que está sobre mi escritorio -El pelinegro se acercó aún más a los gemelos, como confesándoles un secreto. Miró de reojo a Ana y continuó -Miren, esto va a ser un poco difícil, así que necesito que pongan toda la atención que puedan.

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora