Capítulo 43. Escapada

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Abrió los ojos. Le dolía un poco la espalda, pero en cuanto vio cuál fue la posición que le causó el malestar, sonrío. Él y Ana estaban completamente juntos, gracias el reducido espacio, con las piernas de ella entre las suyas, las manos en su perfecta cintura, y momentos antes, con el rostro descansando en su cuello. El aroma de fresas de la castaña, su esencia en general, la sentía impregnada en todo su cuerpo, y el calor de su piel lo reconfortaba de una manera increíble. En pocos segundos, se le olvidó el malestar de la columna.

Una escasa luz se filtraba por las ventanas, cerradas por las cortinas. Sintió cómo su ojiverde se removía entre sus brazos, y con cuidado, la giró para que quedaran de frente.

-Buenos días -le susurró, dándole un beso en la frente mientras ella terminaba de despertar. Ana abrió un poco los ojos, y le sonrió.

-Buenos días, mi amor -respondió. Un cosquilleo, suave y alegre, le recorrió el cuerpo al oírla decir ese "Mi amor" sin que estuviera forzada a hacerlo, sin que nadie estuviera allí para confirmarlo; iba sólo dirigido a él, con el significado verdadero que valían sus palabras. Con las manos en su cintura, se recostó en el sillón mientras la colocaba encima de su cuerpo, con un movimiento fácil y sencillo. Ambos rieron y se miraron a los ojos.

-¿Cómo amaneció la dueña de mi corazón? -le preguntó, mientras admiraba su rostro iluminado levemente. Ana colocó las manos a cada lado de su cabeza y se apoyó en la reposera del sillón, pensando la respuesta.

-¿Me creerás si te digo que es la mejor mañana de mi vida? -dijo finalmente, sonriéndole. Fernando se sentía el más dichoso al volver a ser quien le provocara esa felicidad, que la razón de su sonrisa fuera él y sólo él. No pudo evitar imitarla, acariciando su cabello y colocándole un pequeño mechón rebelde que caía sobre su rostro.

-¿Ah sí? ¿Ésta mañana en particular? Digo, porque estuvo la de la primera vez que hicimos el amor, cuando nos casamos... Piénsalo: París, el Ritz, con sábanas de seda, todo el ambiente tan rómantico... -exclamó el pelinegro, queriendo tentarla para que ella misma se contradijera, pero Ana no se dejó, cambiando la sonrisa por un pícaro mohín. Una de las tantísimas cosas que le habían hecho falta de él, eran sus graciosas provocaciones. Ya fuera que la sonrojaran o que la hicieran reír, era una especie de juego, característico leal de su relación, y eso, entre muchos otros detalles, la hacía especial.

-Sí, ésta en particular -continuó, para diversión de su esposo. Percibió que la sonrisa de él se ensanchaba- ¿Y sabes por qué? -Fernando negó. Ana dejó de apoyarse, cayendo ligeramente y recargándose enteramente sobre su cuerpo. Le pasó un dedo por los labios -Porque creo que nunca me habías hecho tanta falta. Porque siempre, de alguna manera u otra, te tenía cerca; doliera o no doliera, con añoranza o no, siempre estabas ahí, presente en mi vida. Y ahora, que tengo la enorme dicha de volver a estar contigo, no me importa si estamos incómodos en un sillón de tu oficina, en un hotel extremadamente lujoso de Europa, o hasta en un basurero, si quieres. Lo único que me interesa es estar junto a ti, sin que nada más se interponga entre nosotros.

Fernando se quedó en silencio unos segundos, mirándola de manera inquisitiva. La castaña se extrañó por su reacción, frunciendo el ceño. Finalmente, él habló.

-¿De verdad estarías dispuesta a hacer el amor conmigo en un basurero, Ana? -le preguntó con un tono grave. De inmediato, el pelinegro sacó una sonrisa y la abrazó contra su cuerpo -Porque esa siempre ha sido una de mis fantasías.

Ambos soltaron una carcajada, y mientras ella negaba por el comentario, Fernando la cubrió de besos, soplando en su cuello para hacerle cosquillas. Ana se retorció entre sus brazos y se volvió a incorporar, divertida.

-¿Quién eres y qué le hiciste a mi esposo, el famoso Don Hielo? -cuestionó ella, aun riendo gracias a los dedos de Fernando recorriendo sus costillas -No, ya en serio, ¿desde cuándo tú me hablas de fantasías? ¿Qué te está pasando, Fernandou?

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora