Capítulo 79. Cruda realidad

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Ana recargó la cabeza sobre la mesa y suspiró, entre irritada y deprimida.

-No lo sé, Michel. De lo único que tengo ganas es de quedarme aquí, encerrada y completamente sola, a comer chocolates como si se me fuera la vida en ello y a ahogar mis penas llorando.

El francés le acarició el pelo con ternura, y le tocó suavemente el hombro para que levantara la vista.

-Mira bonita, de verdad, sé cómo te sientes. Este ha sido un proceso muy difícil, y probablemente, es hasta ahora donde te das cuenta de tu realidad, de que en verdad vas a divorciarte. Pero tienes que tratar de despejarte, hacer un lado los problemas por sólo un momento; si vas al bosque, te sentirás más tranquila, convivirás con el elenco, la naturaleza... Te hará mucho bien, de verdad. Hazme caso; el que te distraigas te hará el camino más ameno.

La castaña, sin embargo, se volvió a dejar caer sobre sus brazos, con abundantes lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta.

-Michel, de verdad, no es que quiera ser grosera ni nada, o que no aprecie tu oferta, pero dudo mucho que me puedas convencer. Nunca había pasado por algo tan difícil en mi vida, y mira que me ha sucedido de todo. Pero el hecho de saber que ahora sí perdí a Fernando, de manera definitiva, me puede demasiado.

-Esto es sólo una etapa. Te dejará de doler con el tiempo...

-No lo creo. Esto es algo que va más allá de todo lo que soy, porque verdaderamente, sólo podía ser de él y existir para él. Fernando complementaba mi vida, ¿sabes? Era como una pieza irremplazable, algo único y especial que llegaba a darme toda la felicidad que necesitaba. Y ahora ya no lo tengo, ya no estará más conmigo.

No sé cómo lo dejé ir, cómo lo alejé de mí, pensó ella en su interior.

-Preciosa, tranquilízate. El mundo no se acaba, lo comprenderás conforme pase todo esto. Sí, no quedas igual, pero al final, lograrás separar todo lo malo y te quedarás con los recuerdos bonitos sólo para seguir adelante.

Ana ahogó un sollozo y apretó los ojos, dejando escapar las lágrimas por el dolor.

-Mejor dejemos el tema –dijo con la voz quebrada, levantando por fin la vista. Se secó el rostro y su expresión cambió a una de desgano –De hecho, no he dormido nada y preferiría descansar un poco, a ver si puedo.

-¿Te sientes mal?

La castaña asintió con pesadez.

-¿Qué tienes?

-Además del cansancio, tengo unas náuseas terribles. Y ayer, aparte de que no pude dormir por todo esto, me levanté muchísimas veces al baño. No sé por qué.

-Las náuseas deben de ser porque no has comido bien. ¿Almorzaste algo consistente?

-El único alimento que he probado desde ayer es el café que me acabas de dar.

-No se diga más, Ana. Ahora te preparo algo para que comas.

Michel se levantó antes de que Ana pudiera protestar y desapareció en la cocina, comenzando con sus labores. Empezó a escuchar el traqueteo de la vajilla, y ya ni siquiera quiso hacer algo por evitar que el francés la atendiera; la depresión la tenía tan mal que no la dejaba ni alzar los brazos.

-¿Te molesta si prendo un cigarro? –preguntó él desde dentro. Fuma, pensó ella. Fernando jamás lo habría permitido si estuviera aquí...

Sin embargo, como a ella no le molestaba tanto, decidió darle tarjeta verde.

-Sí, como tú prefieras.

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora