Capítulo 50. ¿Fresas? No, Azúcar

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-¡Mamá! -gritó Luz al otro lado del jardín. Fernando salió de su ensimismamiento y volteó a ver a Ana, quien le devolvió la mirada sonriendo. Una punzada de culpabilidad le provocó un dolor en el brazo izquierdo, pero para que ella no se diera cuenta, trató de corresponder con una débil sonrisa. Sólo se hizo la nota mental de ignorar sus confusos pensamientos y disfrutar de su familia. En aquel momento, sentí que no era capaz de hacer algo más.

Ana le acarició la mejilla y él tomó su mano par besarla con ternura, cerrando sus ojos al acto. El contacto de su piel suave y blanca lo reconfortó un poco, recordando aquellas promesas hechas días atrás. Suspiró y volvió a abrir los ojos para encontrarse con los de su esposa. Ella, mimada por el gesto del beso, se zafó de su agarre por un segundo para volver a tomarlo de la mano y encaminarse hacia donde estaban los chicos.

En cuestión de un minuto, llegaron al centro del jardín.

-¡Hola! -Ana alzó la voz de la nada, haciendo que Fernando se cubriera el oído con la ayuda de su hombro. Los invitados sonrieron y todos voltearon a ver al matrimonio . La castaña le hizo señas a la tropa para que se acercaran. De inmediato, los pequeños corrieron para el punto de reunión, entusiasmados, y los dos mayores se acercaron de manera más pausada, con el bebé entre brazos.

-Bueno, primero que nada, muchas gracias a todos ustedes, que vinieron a festejar el primer año de Diego Nicolás -continuó ella -En verdad significa mucho para nosotros como familia que estén aquí acompañándonos en este día tan especial. Y antes de que vayamos al almuerzo -Los niños pasaron al frente con una sonrisa -Los chicos tienen varias actividades preparadas para todo el público en general. Así que, mis niños, es su turno.

Sebas se adelantó un poco más a sus hermanos y tomó la palabra.

-Como dijo mi mamá, estamos muy contentos de que todos ustedes hayan venido. Para el primer juego, invitamos a la familia que dé un paso al frente de manera obligatoria, y los que quieran participar, también lo den y sigan a mi hermana Luz. Los demás pueden sentarse.

Murmullos de interrogantes se escucharon entre todos. Diego, Natalia, Soledad y Nicolás se incorporaron a las filas con el resto de la tropa. Jennifer, Johnny, León, Mau, Edith, Pablo y algunos amigos de los niños también se formaron y todos pasaron a la extensión más grande del terreno, cerca del lago. Allí, se habían colocado cuatro sillas, con sus respectivos conos a una distancia de seis metros y varios globos. Para explicar las reglas, Guille se puso en una de las orillas del lago y todas las miradas se enfocaron en él. El niño comenzó a explicar las reglas con entusiasmo.

-Ok, esto es así. Vamos a formar cuatro equipos -El gemelo miró a su hermano mayor -Nando, ¿cuánto somos en total?

El joven se adelantó y cargó a su hermanito sobre sus hombros para que todos lo pudieran ver mejor.

-Veinticuatro, general Guillermo -repondió con simpatía. Miró hacia arriba y ambos compartieron una sonrisa -Eso nos deja seis integrantes por cada equipo.

-Entonces... -Guille pareció pensarlo y se colocó un dedo  en el mentón para indicar pregunta -Mamá, tú vas a ser capitana, junto con... Papá, Fanny y la abuela. Por favor, pónganse aquí al frente y escojan sus equipos.

Los cuarto mencionados sonrieron y comenzaron a caminar hacia el lugar indicado. La castaña tenía una sonrisa maliciosa pintada en el rostro.

-Vas a perder -sintió Fernando que alguien susurraba en su oído. Aquel aliento cálido le hizo cosquillas y se encogió un poco de hombros, algo sonrojado. De inmediato vio a Ana rebasarlo, por lo que una sonrisa se le escapó de manera inconsciente. El pelinegro contempló momentáneamente su manera de caminar, viendo cómo ella se contoneaba con orgullo para provocarlo más. En cuanto ella se colocó de frente al público antes y sus miradas se encontraron, él le guiñó un ojo. Ya lo veremos, pensó.

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora