Capítulo 20. Apoyo incondicional

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-¿Qué pasó amiga? ¿Cómo van las cosas por allá? -preguntó Ana en un susurro, procurando no despertar a Fernando. Él no la dejaba utilizar el teléfono y era la única hora que podía hablar con Jennifer, además de la diferencia de horario.

Ambos habían quedado rendidos después de su regalo, y ella había estado checando cada mes que no hubiera ningún problema con Doroteo desde que había abandonado el Chicago

-Súper bien mi carnalita. Pues el gordo no más refunfuña pero no nos dice nada o nos amenaza como antes. Yo creo que sí le impactó lo del contrato, ya ves que el lugar se llenaba cada vez que tú dabas show, pero se ha estado tranquilito-le contestó Jenny bastante emocionada.

-Gracias a Dios. Por fin le entró algo de cordura en esa cabeza calva -agregó Ana con suficiencia. Se sentía por fin en paz: había logrado zafarse de todo y sin poner en riesgo a nadie. Jennifer soltó una carcajada.

-Claro amiguita, tú te libraste y ya no tienes de qué preocuparte, además, ya vas a poder venir a dar clases en el Workshop que piensa poner Johnny.

-Sí Jenny, mi pesar se fue y por fin soy completamente feliz con Fernando, sin vivir atemorizada porque le haga algo a él o a los niños. Te dejo porque seguro mi marido se despierta y se va a preocupar.

-¿No se lo has dicho bien, todavía? -preguntó Jennifer curiosa.

-No ahora. Probablemente después, cuando sea capaz de hablar de eso y no recordar con dolor el tiempo que pasamos separados y todo el daño que le hice. Pero en fin, me tengo que ir. Te quiero amiga, de verdad muchísimas gracias por todo -dijo Ana con voz tierna.

-De qué amiga, para eso estamos. Ahí nos hablamos, aprovechas muy bien a tu esposo y amárralo a tu habitación -contestó Jennifer pícaramente. Ana se sonrojó.

-¡Jennifer Betsabé!

-¿Qué? Yo no dije nada. Te quiero más.

-Ay si tú, "no dije nada". No, yo te quiero más. ¿Quién es el pollo más lindo?

-¡Po'yo! Te cuidas Ana -le dijo Jenny con un deje de cariño en su voz.

-Tú también. Nos vemos -. Ana colgó con una sonrisa y volvió a entrar al cuarto.

Entró a la recámara y se quitó la bata, escogiendo un negligé un poco menos escotado que su vestuario y metiéndose a la cama con Fernando. Él se removió en la cama, despertando un poco. Ella recargó las manos y el mentón en su pecho, mirándolo con una sonrisa. Fernando abrió los ojos.

-Quedaste agotado, mi amor. Entonces, ¿te gustó tu regalo? -preguntó Ana apenas Fernando la vio. Él suspiró y pasó los brazos detrás de su cuello, cerrando los ojos con una sonrisa de satisfacción.

-Más de lo que te imaginas. Hacía mucho tiempo que no sabía de Lola, debería venir más seguido -dijo mientras se incorporaba de nuevo y la tomaba por la cintura, subiéndola encima de él.

-Tú avisa y con gusto se presentará ante el correcto y serio Don Hielo -contestó acariciándole la mejilla. Ambos rieron. Fernando la tomó de la barbilla y le dio un tierno beso. Se recostaron de nuevo y ella se recargó otra vez. Se quedaron en silencio.

-Mi amor... -empezó Fernando vacilante.

-Dime, mi vida -. Ana le sonrió, pero él no la imitó. El semblante de Fernando pasó de alegre a serio; algo importante le tenía que decir, nada bueno. Era increíble como con sólo una mirada podía darse cuenta de tantas cosas. Lo conocía mejor que así misma.

-Lo que pasa es que... -él suspiró -Aún no hemos hablado bien de aquél asunto del Chicago. Te oí hablar con Jennifer. Y me preocupas -dijo Fernando, mirándola con inquietud. Ella le devolvió la mirada, sorprendida. Sin lograr evitarlo, los ojos se le nublaron por las lágrimas; aunque se había librado de todo, le costaba sacar el tema y más con él.

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora