Capítulo 42. Charla al amanecer

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En cuanto los labios de Fernando estuvieron sobre los suyos, se quedó unos segundos sin saber qué hacer. Se sentía insegura, rara, sin la certeza de tener la capacidad de tomar una decisión concreta. Los segundos seguían pasando, mientras las miles y millones de emociones existentes, tanto escondidas como exteriores, le recorrían el cuerpo, y el pelinegro, a pesar de que no estaba regresándole el beso, no se daba por vencido.

-Fernando... -murmuró al fin, aun rozando su boca. No encontró otra alternativa a su indecisión. Ni siquiera sabía qué quería decir después de eso. Él se separó apenas unos milímetros, y jadeando, dejó reposar su frente contra la propia. Cuando él la observó, Ana percibió que sus ojos derrochaban brillo.

-Ana, no tienes idea de cuánto me arrepiento por haberte dejado ir, y nunca debí consentirlo -Él comenzó a acariciar sus brazos con el dedo índice, haciendo que ligeros escalofríos le provocaran estremecerse, y con besos apenas perceptibles, recorrió el borde de su quijada hasta el oído -Tu lugar está aquí conmigo, y no voy a permitir que te vayas de nuevo -dijo el pelinegro con firmeza. Despacio, se dirigió a su boca. La respiración se les estaba cortando a ambos, y un cosquilleo la invadió en el abdomen. Inmóvil, dejó que Fernando regresara a sus labios; quedó lo suficientemente cerca como para rozarlos, pero sin llegar al beso. Ana alzó un poco el rostro, permitiéndole al pelinegro susurrar en su boca:- Vamos, tú sabes que me amas también. Ya no te resistas más.

Maldición. Maldición. Y doblemente maldición. Su voz era ronca, como un gruñido, y se podría decir que apenas era perceptible, pero para ella, era completa y totalmente enloquecedora. Hacía meses que no lo escuchaba así. Se miraron una vez más a los ojos, y Ana tragó en seco antes de sentir sus labios una vez más contra los suyos. El cosquilleo se extendió hacia su espalda baja hasta la columna vertebral.

-Fernando, no sigas. Te lo ruego -suplicó ella, con un hilo de voz. Se separaron apenas unos milímetros. Su esposo sonrió.

-¿Por qué no he de seguir? -preguntó, demasiado cerca de su boca como para dejarla pensar -Te lo he repetido millones de veces, y te lo diré otra vez: tú cambiaste mi vida, la de mi familia, y te amo como nunca imaginé que volvería a hacer.

Se estremeció al darse cuenta de que algo se había deshecho dentro de ella. Mientras tanto, él volvió a su boca, insistente. El contacto del beso se le hacía muy raro, y sobre todo después de lo que habían pasado, pero... Esta vez, y de repente, todo el rencor, el enojo, la tristeza, se esfumaron como por arte de magia. Por fin se habían vuelto a abrir, y ahora también conservaba esa esperanza de que estando juntos, las cosas serían mejores.

Finalmente, correspondió al beso, mientras rápidamente nacían en ella unas ganas irrefrenables de saciar su sed de él. Separando la tristeza, vino la necesidad del amor que sólo Fernando podía brindarle; tanto carnal como emocional. Besándolo suavemente, se dio la oportunidad de pensar en lo apuesto que se veía. Estaba más guapo que nunca, pero el orgullo no le había permitido admitirlo. Desde que lo había visto en el aeropuerto, sintió que el mundo se le venía encima. Por eso no pudo evitar sonreírle.

Ahora, sintiéndose en sus brazos, su mente ya no se dividió. Fernando volvía a ser el centro de su universo. Moría por recorrer cada parte de su piel a besos, compensando todo el tiempo perdido. Ansiosa, buscó de inmediato su cuello, pasando los brazos alrededor de él y brindando suaves caricias entre la nuca y el nacimiento del cuero cabelludo. El beso subió de intensidad, y no pudo evitar halar un poco su cabello por la excitación. Abrió ligeramente su boca; Fernando no perdió ni un segundo para introducir su lengua en ella, sintiendo la perfecta sincronización de ambas en ese baile que la hacía temblar. Tomó su cuello con las manos, jalándolo hacia sí para sentir completamente su cercanía. Necesitaba con urgencia el entregarse de nuevo a él, sentirse solamente suya.

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora