Capítulo 89. Día de antojos

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Cuarto mes

Fernando se giró sobre la cama, pasando el brazo hacia el lado opuesto para abrazar a Ana, pero notó que estaba vacío. Entreabrió un ojo con dificultad, percatándose de que ya era de día. La luz se filtraba un poco por la ventana, y escuchó el ruido de la puerta del baño. Volvió a girarse para ver que estaba cerrada.

Con pereza, se incorporó y estiró un poco. La llave del agua estaba abierta.

-¿Ana? -preguntó, notando que tenía unas irrefrenables ganas de pasar al baño. Había tomado mucho refresco en el cine la noche anterior.

-¿Sí? -contestó ella desde dentro.

-¿Qué haces?

-Me daré un baño en la tina.

-¿De verdad?

Fernando saltaba de un pie a otro, sintiendo que el abdomen le dolía.

- Sí -Ana se asomó desde dentro, con una toalla anudada al cuerpo -Es que he leído un post en internet de cosas que debería hacer durante el embarazo, y si te soy sincera, Fernando, creo que debo darme un descanso. Es muy pesado cuidar a los niños, y ya he comenzado con los dolores de espalda, necesito relajarme...

-Sí, sí. Te entiendo, hermosa, de verdad que sí, pero...

-No he acabado, Fernando, no me interrumpas, por favor -Ella se recargó en un brazo. El pelinegro sintió que eso iba para largo -Apenas estoy entrando en el cuarto mes, y aunque las cosas se han hecho menos pesadas, vienen otras molestias, como la hinchazón de todo, y las varices y, no sé, es complicado.

-Lo que tratas de decirme es que quieres que te ayude, ¿no es cierto?

-Es que eres bien perspectivo, mi amor -La ojiverde le sonrió -Sí, siendo honesta me hace falta un poco, más que nada, por los niños. Se comportan tanto como pueden, pero son pequeños y es difícil controlarlos, y también los mayores...

-Sí, lo sé, Ana. Lo haré, te lo prometo. Vendré más temprano y te ayudaré.

Trató de esbozar una sonrisa, aún con el esfuerzo de aguantarse para no hacerse pipí allí mismo. Ella le devolvió el gesto.

-No sabes cómo te amo -Ana le dio un beso en la mejilla -Pero aún así, tomaré mi baño de dos horas. Me avisas cuando te vayas, ¿sí?

Ni siquiera le dio tiempo de responder. Fernando recibió el azotón en la cara antes de que pudiera pedirle permiso para pasar y casi se dio un golpe con la puerta. Maldijo en voz baja y sintiendo nuevamente el dolor en la vejiga, corrió al baño más cercano, dejando a Ana dentro del suyo. Entró al cuarto de las niñas y observó que Lucecita contaba su dinero, ya con el uniforme del colegio. Se escuchaba el agua correr dentro del baño de sus hijas, así que supuso que Alicia estaría duchándose. Genial.

-Buenos días, papi -lo saludó la pequeña, sonriéndole. Al ver las monedas que se metía al bolsillo del suéter, Fernando hizo nota mental de que debía reponerle el dinero que estaba gastando por comprarle los chocolates a Ana. La nena era un amor. Aunque en ese momento, lo más urgente era evitar que su vejiga explotara allí mismo.

-Buenos días, princesa -le dijo, acercándose a darle un rápido beso.

-¿Pasa algo? -le preguntó la pequeña, notando que se movía nerviosamente. Él negó, eufórico. Parecía que el que tenía la vejiga del tamaño de una nuez era él, no su esposa.

-No, nada preciosa. Sólo vine a ver cómo iban, porque tienen que bajar a desayunar. ¿Le falta mucho a Alicia para salir?

-Sí, se acaba de meter al baño.

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora