Capítulo 81. Juntos otra vez

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Todo el espacio estaba tapizado de fotos.

Ana caminó extrañada hacia el interior y vio las diferentes poses en las que estaba; en algunas bailando, en otras calentando, riendo, haciendo alguna mueca... En fin. Todas eran del teatro. O bueno, casi todas.

Entre sus fotografías de baile, había una que otra enmarcada, y esas eran de la casa. Lo sabía muy bien. Estaban las de Malinalco, las de su boda, algunos cumpleaños, Navidad... En casi todas salía con Fernando. Sintiendo cómo las piernas comenzaban a temblarle, se acercó a una en específico, que no recordaba haber visto nunca. Era el cumpleaños de Diego Nicolás, y Fernando la estaba besando, teniéndola agarrada de una muñeca nada más. Casi pudo sentir el aliento del pelinegro contra sus labios otra vez, aprovechando la debilidad que tenía por sus besos para así lograr que perdiera. Inevitablemente, sonrió.

Un poco más arriba, estaba otra imagen, donde él la perseguía dentro de la alberca, mientras que los dos reían. Era de cuando se habían caído por la carrera de las pistolas de agua, un rato después de los juegos de la fiesta. El motivo de la persecución había sido un beso robado.

Puso más atención al resto de las imágenes. En cada una de las del teatro, estaba escrita la fecha de la foto y un pequeño comentario, unido a ella por un clip. Había una donde Ana se estaba riendo, sentada en el suelo. El papelito tenía fecha del primero de junio.

Tu risa me da vida, inscribía el comentario. Reconoció la caligrafía de Fernando desde el primer instante. A un lado, estaba ella ensayando una posición, ya algo despeinada, pero concentradísima en lo que hacía. Te ves tan linda con esa trenza despeinada.... Ay, mírate. ¿Te he dicho lo hermosa que estás cuando arrugas la frente?

Así, cada una de las fotografías tenían un comentario, o más bien, un halago hacia ella. Profundamente conmovida, cerró los ojos y derramó dos lágrimas, con un nudo en la garganta. Era imposible encontrar a alguien más perfecto que él.

-Fernando... -susurró apenas, recargando su frente en la pared, contra las fotografías. Como si lo hubiera llamado, sintió de repente que unas manos se posaban en su cintura, ya muy familiares para ella. Se sobresaltó dos segundos antes de dejarse llevar por esos brazos que la envolvían con cariño, colándose por su nariz el aroma de su colonia. Sin querer abrir los ojos, terminó apoyada en el pecho de Fernando, que también recorría con la mirada toda la galería de fotos.

-¿Sabes? -El pelinegro comenzó a mecerla tiernamente, hablando con un tono suave -Recuerdo la noche después de que te fueras de la casa. Estaba acostado en esa cama donde hacía apenas horas nos habíamos hecho el amor hasta el amanecer. Aunque no lo creas, conservaba tu perfume. Era lo único que tenía tuyo en ese momento, además de los recuerdos...

Él comenzó a acariciar su vientre con mimo, y a Ana le recorrió un escalofrío por la espalda.

-Tenía en la cabeza las palabras que me habías dicho esa mañana. Me habías remarcado cuánto daño me estabas haciendo, y que era por eso por lo que querías alejarme de tu lado. Porque a ti también te dolía verme sufrir por tu culpa. Querías que comprendiera que te negabas a hacerme más daño, y que por eso era mejor que cada uno siguiera con su vida, que encontrara a alguien que me hiciera feliz.

Fernando se recargó en su hombro y besó su cuello, rozando con la nariz el borde de su rostro.

-Pero, ¿sabes cuál fue el verdadero problema? Que no hay nadie que me pueda hacer feliz, más que tú. Simplemente, no existe esa persona. Y aún cuando lo hiciera, te preferiría mil veces a ti, porque eres la mujer de mi vida, sin importar lo que digan los demás, incluso tú.

Ana suspiró entrecortadamente y cogió sus manos, dándose la vuelta para encontrarse unos ojos color miel que la miraban con amor. Acarició su mejilla con cuidado.

No Te VayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora