Holanda.

Landa

Hace un par de horas que dejé de ver algún rastro de civilización. Aunque los árboles no son tan mala decoración en el paisaje y mamá no ha parado de decir que todo esto me va a gustar, aun no me siento agusto con este viaje.

-Hey, quita la cara larga -dice Gustav a mi lado.
-¿Cómo crees que sea, Gus?
-Te va a gustar.
-¿Lo dices porque lo dice mamá? -digo sonriendo y volviendo la vista hacia la ventana.
-Lo digo porque tengo un buen presentimiento.

Sí, ahí estaba todo el optimismo de siempre de Gustav. No sé, pero me agradaba. Su optimismo era esa parte de mi que yo no tenía. Es por eso que es mi mejor amigo. Ah, ¿No lo he mencionado todavía? Gus es un conejo de peluche. ¿Qué si habla? Por supuesto que no, pero me gusta imaginar que lo hace. Después de todo, no tengo otro amigo más que él. Lo sé, tal vez es un poco infantil de mi parte tener un conejo de peluche como mi amigo, sobre todo porque ya tengo diecisiete, pero ¿Qué puedo hacer? Me he encariñado con esta bola de pelos desde los seis.

Los árboles han desaparecido y ahora todo lo que veo son plantaciones de maíz. Más y más plantaciones. Ya he visto el letrero azul que te da la bienvenida a Little Pine. Suspiro al reconocer que definitivamente estoy muy lejos de casa. O la que ya no es más mi casa, porque mamá no para de decir que nuestra nueva casa será sensacional, que Little Pine será nuestro nuevo hogar, que haré muchos amigos y... por supuesto, que todo esto me va a gustar.

-Landa