El nuevo granjero.

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A pesar de que sabía que Dwayne llegaría ese día a la granja, me sorprendí de verlo en el pórtico de la casa. Mi papá estaba muy emocionado platicando con él.

—Bien, eso es lo básico. ¿Lo has entendido todo, muchacho?

—Sí, señor.

—¡Landa, cariño! ¡Mira quién ha llegado! Nuestro nuevo granjero.

Parecía que a Dwayne no le hizo mucha gracia que lo llamaran granjero, pero no dijo nada.

—Hola, Dwayne.

—Hola —dijo él pasivamente.

—Bien —dijo papá —. Vamos, te enseñaré a usar el tractor.

Dwayne me miró antes de seguir a papá. Parecía tranquilo. Supongo que en cierta forma estaba agradecido de no haber ido a prisión, y estaba resignado a trabajar en la granja sin ocasionar problemas.

Subí a terminar mi tarea, pero un par de horas después volví a bajar para ver cómo iba todo. Me encontré a mamá en el salón y me pidió que les llevara un poco de limonada. Me extendió una bandeja con tres vasos. Salí hasta el jardín y me encaminé al campo. Entonces vi a papá, Dwayne y a Dane riendo mientras sostenían palas para cavar y rastrillos.

—¿Tienen sed? —pregunté sonriendo.

—Gracias, cariño —dijo papá tomando uno de los vasos.

—¿Cómo les va?

—Muy bien. Estos chicos son muy efectivos, y también muy graciosos.

Miré a Dwayne y a Dane que se miraban conteniendo la risa, pareciendo recordar el chiste que habían dicho antes de que yo llegara.

—¿Puedo ayudar?

—Por supuesto —dijo papá dándome un rastrillo.

Me quedé con ellos durante el resto del día y trabajamos duro. No pude dejar de notar que Dwayne y mi hermano se llevaban bastante bien, y por alguna razón eso me hacía feliz.

Al día siguiente aún seguía muy contenta, e incluso Dane tenía un humor diferente. Me encaminé por el pasillo en dirección al autobús, pensando en que mi hermano siempre había estado rodeado de gente, pero nunca había tenido un buen amigo de verdad. Me pregunté si Dwayne lo había tenido alguna vez. Al darme cuenta, había perdido el rumbo hacia la salida, y ahora me encontraba de alguna manera frente a la biblioteca. Entonces a través de la ventana pude reconocer a alguien a quien no había visto en mucho tiempo. Estaba sentado en una de las mesas rodeado de papeles y carpetas y un montón de niños muy ruidosos. La bibliotecaria ni siquiera se molestaba en pedirles silencio. A esa hora en la biblioteca no había nadie más que ellos.

Volví la vista hacia él, que lucía realmente cansado y algo en mí me dijo que debía acercarme. Así que lo hice. Entré a la biblioteca y me paré a su lado.

—¿Craig?


Landa.   

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