Adeline Carbonell.

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Me puse mi vestido azul con flores blancas bordadas y los mismos zapatos rojos, y claro, mis pulseras de colores. Me parece haber escuchado de mamá que la señorita Carbonell es toda una dama, así que me peine y me puse algo de perfume para estar un tanto a su altura. Salí por la puerta y le di la vuelta a la casa, para poder subir las escaleras que llevan al tercer piso. La señorita Carbonell vive en el departamento derecho. No me siento tan nerviosa de hablar con ella, porque la verdad es que no tengo por qué impresionarla. Llamo a la puerta y me miro los zapatos mientras espero a que me abra. Después de unos segundos ella aparece detrás de la puerta.

Es una mujer joven y muy hermosa. Tiene el cabello castaño más bonito que he visto, y una sonrisa encantadora.

-Tú debes ser Landa -dice sonriendo. -Tu madre dijo que vendrías a visitarme. Pasa por favor.

Abre la puerta y extiende la mano amablemente haciéndome pasar.Yo entro tímidamente, y veo el salón. Lo tiene todo tan ordenado y limpio, y el ambiente huele muy bien.

-Siéntate, por favor.

Yo le obedezco y ella se sienta en el sillón de enfrente y me mira con su rostro sonriente.

-Me llamo Adeline.

-Landa. Pero creo que usted ya lo sabe.

-Sí, sí. -dice ella riendo.

Yo la miro con una sonrisa. Tenía algo que me agradaba.

-¿Te puedo ofrecer té?

-Si, por supuesto.

Ella va por el té y también trae galletas.

-Eres una chica preciosa -dice mirándome con algo de asombro.

-Gracias -digo tímida y sonrojada.

-Tu mamá me comentó que te gusta escribir mucho.

-Sí -digo dando un sorbo a mi té.

-¿Has escrito algún libro? -pregunta curiosa.

-No -río -De hecho, no. Tengo muchas ideas pero nunca las he logrado acabar. Todos mis "libros" están incompletos.

-Bueno, si gustas, yo podría ayudarte a terminar alguno.

-¿De verdad? -pregunto sorprendida.

-Sí. Como verás, Landa, yo solía escribir mucho. Pero ahora prefiero leer -dice mientras me señala una repisa repleta de libros.

-Sería un placer que me ayudase a terminar un libro, señorita Carbonell.

-Oh, por favor. Llámame Adeline.

Ella sonríe y va por más té. Mientras la espero le doy un vistazo nuevamente al salón y sin querer, me encuentro con una fotografía en una mesita. Me acerco hasta ella y la miro detenidamente. Ahi aparecia un joven bastante apuesto. Estoy segura de que la señorita Carbonell, o Adeline como me ha pedido llamarla, no está casada. Ella aparece detrás de mí y me ve observando la foto.

-Oh, Landa. Te presento a Jonathan. Jon, ella es Landa, la vecina de abajo.

¿Acaso acaba de presentarme con una fotografía?
No la culpo, yo hablo con un peluche...
Me quedo mirándola algo confundida. Ella ríe y se acomoda el cabello.

-Toma asiento, Landa.

Yo la obedezco ni un poco menos confundida y ella me sigue.

-Jonathan era mi prometido -dice después de un suspiro. -Era artista. Íbamos a casarnos hace cuatro años, pero unos días antes de la boda, él estaba en su estudio y una repisa se le vino encima -sonríe nostálgica. -Unos días antes de la boda. No puedo entender por qué estaba en su estudio, íbamos a casarnos y él no podía salir de ese lugar -esto lo dijo casi en un susurro y sonaba como si estuviese reprochándose algo a si misma. -Te parecerá raro, Landa, pero siento que él aún está conmigo. Y yo no he dejado de amarle ni un poco menos.

Yo la miro unos segundos sin decir nada, ella tenía la mirada perdida en el té. De repente reacciona, se limpia los ojos húmedos y se ríe.

-Oh, Landa. Debes creer que estoy loca.

-No, señorita Carbonell. Yo también echaría de menos a un hombre tan apuesto como Jon.

Ella se ríe sinceramente, y yo me río con ella. No podía creer que yo había dicho eso.


-Landa.


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