El rey.

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Miércoles 6pm

Hay una cosa que me gusta mucho en la vida, y eso es pasarme horas interminables frente a Michael Jackson en el televisor. Sí, amo al rey del pop.

Lo conocí cuando tenía seis, la misma Navidad en que papá me regaló a Gustav, y mis primos y Dane se reunieron alrededor del monitor del tío Joe para ver el vídeo de los zombies bailarines. Como yo era la más pequeña tuve que escabullirme entre las piernas y asomar la vista por encima de los brazos de mis grandulones primos de ocho años en adelante.

Fue entonces cuando lo ví, el rey bailando de una manera que no había visto antes, y Thriller nunca salió de mi cabeza. Desde entonces Dane y yo aprendimos la coreografía y la bailabamos todas las tardes frente al televisor de la sala.

Cuando Thriller nos quedó corta, aprendimos otras canciones y al final nos sabíamos la mayoría. Un tiempo después, a mi hermano le empezaron a gustar las chicas, y dejó de asistir a las sesiones de baile. Entonces sólo quedamos Michael y yo.

Él alegraba mis tardes, cuando me sentía triste por no hablar con nadie en la escuela, cuando los demás hacían burla de mí y Dane estaba muy ocupado para defenderme, cuando la abuela me pegaba en las manos, cuando no quería hablar con nadie (ni siquiera con Gustav) y cuando quería darme por vencida, pero él siempre me recordaba que a la vida hay que sonreírle, y sobre todo bailarla.

Nadie sabe que lo hago, (realmente no tengo a nadie a quién contárselo) sólo Dane, que solía hacerlo conmigo, y papá y mamá.

Y bueno, hablando de eso, ahí fue donde me encontraron mis padres al regresar de su cena.

-Landa, ¿Qué haces despierta? Es muy tarde ya.

Era la una de la mañana, y mamá siempre ha sido partidaria de «los hijos buenos se acuestan antes de las diez», pero simplemente me es imposible tener noción del tiempo cuando estoy bailando.

-Lo lamento -dije apagando el televisor. -¿Les fue bien?

-No puedo decir que nos fue de maravilla. La comida estaba fatal, el arroz no estaba enteramente cocinado, la salsa estaba insípida y la ensalada no era más que lechugas secas con un par de habichuelas -dice mamá, obviamente exagerando. Apuesto que la comida no sabía tan mal, pero ella, al ser chef, tiene súper desarrollado el sentido de las papilas gustativas y ningún detalle lo deja pasar por alto - pero al menos el detalle que tuvo tu padre en llevarme a cenar fue lindo -agrega tratando de ser optimista.

Papá se fue a dormir y mamá me sugirió hacer lo mismo.

Hoy me levanté con cara de zombie... Y no solamente por haber bailado Thriller, Smooth Criminal, Beat It, You Rock My World y Bad toda la noche, también porque me quedé haciendo la tarea de matemáticas de Jenna y Eric. No era la primera vez que alguien me pedía que haga su tarea, sólo que cuando vivía en la ciudad lo hacía para ver si tal vez así empezaban a considerarme y dejar de tratarme como un mono de circo. Esta vez no lo hice por complacer a nadie, es simplemente que nunca puedo decir que no (Gran defecto la mayor parte del tiempo). Aparte, Jenna y Eric me lo pidieron a cambio de dinero. Obviamente no lo acepté. Tampoco soy la persona más millonaria del mundo, pero en realidad no me hacía falta, y aunque sería justo que me paguen, me siento mal aceptando su dinero. Por lo menos ellos no quisieron explotarme o algo parecido, ellos ofrecieron pagarme... Tampoco me costaba nada, simplemente tenía que transcribir los resultados de mi tarea a sus libros... ¿y qué hago? Estoy divagando... El punto es que este par no pudo hacer su tarea pues anoche salieron a quién sabe dónde a hacer quién sabe qué. Puedo esperar cualquier cosa de este par de novios rebeldes.

El profesor William llamó mi atención más de una vez en clase de literatura porque al parecer no estaba muy concentrada. Lo siento, Michael, pero es la última vez que bailo contigo hasta tan tarde.

En la hora del almuerzo iba caminando por el pasillo al encuentro de mi casillero, cuando Peter me alcanza corriendo agitadamente.

-Landa ¿ya lo supiste? - dice jadeante.

-No, ¿Qué cosa, Pete?

-Craig Wilson está de regreso.

-¿Qué? No me digas que todavía quiere golpearte...

-No, a mí no. Pero estoy seguro de que quiere golpearte a ti. Te está buscando.

Me quedé boquiabierta, a pesar de que no era la primera vez que un chico quería golpearme. Cuando vivía en la ciudad me habían amenazado muchas veces los chicos del equipo de fútbol. Decían que debía tener cuidado de ensuciar la reputación de mi hermano, porque si lo hacía también estaría ensuciando la reputación de todo el equipo. Obviamente Dane jamás lo supo. Estoy segura de que él les hubiera golpeado fuerte a esos idiotas, y hubiera dejado el equipo sólo por defenderme, y yo amaba más a Dane como para permitirme ser tan egoísta con él.

-¿Qué? ¿Por qué dices eso?

-Al parecer se corrió la noticia de que fuiste tú quien aventó la puerta contra su cara, y Craig lo supo. Mejor andas con cuidado.

-Calma, Pete -le digo tomándolo de los brazos -. No va a pasarme nada.

-Ojalá no, Landa. Tienes un rostro muy bonito como para que te lo dejen lleno de moretones -dice y se va.

Continue caminando, intentando no preocuparme, pero demonios, me estaban temblando las rodillas. Después de sacar mis libros de mi casillero, pensé en meterme en el baño de niñas y quedarme ahí hasta que se acabe el día. No se escuchaba tan mal.

Mientras me encaminaba, mi mirada se cruza con la de Tom, que estaba arrimado a un casillero platicando con Alex y Marco. Me sonrió como siempre, pero yo no supe qué hacer: ¿Debía saludarle o debía estar molesta porque jamás me llamó? Segunda opción descartada, si lo ignoraba él entendería que estoy molesta y por lo tanto, muerta de amor por él. No quiero que se crea la gran cosa... Resolví corresponderle la sonrisa. Sus amigos también me miraron, pero yo seguí caminando para evitar conversar con alguno. De reojo, pude ver que Tom empezaba a caminar hacia mí. (¡No puede ser!) Y pude escuchar como Alex lo tomó del brazo y le dijo:

-Deberías dejar de hacer eso.

Landa.

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