Volver a ser feliz.

45 9 17
                                        

Ayer durante el descanso en la escuela, Lipe y Niko platicaban de algo aparentemente muy gracioso, pero yo no podía prestar atención. Mi mirada se concentraba en cada rincón del patio en busca de Tom. Después del beso, moría por verlo, pero al mismo tiempo sabía que en cuanto apareciera me tiraría detrás de algún arbusto para esconderme.

De pronto vi a Anna y a Eric que platicaban bajo el mismo árbol de aquella vez en que los había descubierto besándose. Anna tenía la mirada fija en sus sandalias mientras Eric hablaba con la mirada fija en su rostro. No parecían estar discutiendo. En realidad parecían estar llegando a un acuerdo, porque ambos asentían a lo que el otro decía. Después, mirando a su alrededor, ambos se dieron un abrazo incómodo que terminó en sonrisas amistosas, y ambos se acercaron a nosotros. Esta vez se sentaron apartados, pero lucían alegres. Mientras Niko volvía a repetir su chiste, Eric vió pasar a Jenna al fondo del patio. Miró a Anna y ella sonrió y asintió.

—Ahora vuelvo, chicos —dijo Eric poniéndose de pie.

Lipe y Niko no prestaron mucha atención, pero Anna y yo nos miramos sabiendo exactamente a dónde se dirigía.

Durante la clase, Anna lucía tranquila. Aún había una pizca de tristeza en sus ojos, pero parecía que se había quitado una enorme carga de encima.

La clase en general lucía animada. El profesor William estaba más alegre de lo normal —algo que yo nunca llegué a imaginar que podía pasar—, y creía saber cuál era la razón. Su sonrisa era la misma que ponía Adeline cada vez que hablábamos.

En casa, mamá también lucía contenta. Estaba nerviosa porque esa noche sería su primera vez cocinando en aquel restaurante tan bonito. Había ido a preguntar por el puesto en la mañana, y después de que el dueño probara uno de sus platillos, la contrató de inmediato y casi le regó para que empezara esa misma noche. Papá también estaba muy contento por ella. No paraba de hacerle cumplidos y de darle ánimos.

Mi hermano también estaba feliz. Él y Dwayne se pasan horas en el campo, riendo y platicando, y eso a Dane lo ha puesto de muy buen humor. Definitivamente le hacía falta tener un buen amigo.

Pero su sonrisa se desvaneció cuando, aquella tarde mientras almorzábamos, el timbre sonó y Dane se levantó de la mesa para ver quién era. Me levanté enseguida al recordar quién llegaría hoy, y traté de alcanzarlo, pero fue tarde. Dane había abierto la puerta.

Ambos se miraron, al principio con asombro, pero después con genuino disgusto.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Dane con brusquedad.

Craig me miró, y Dane colocó su mano sobre mí a manera de protección y me hizo retroceder.

—¡Ah! ¡Llegó el nuevo granjero! —exclamó papá apareciendo tras nosotros.

—¿El nuevo qué? —preguntó Dane indignado.

—Landa me ha conseguido otro muchacho para trabajar en la granja —dijo papá apartando a Dane de la entrada y haciendo pasar a Craig —. El director de la escuela habló conmigo por teléfono y todo. Pasa muchacho ¿Quieres comer?

—¿Qué? ¿Cuándo pasó todo eso? —siguió reclamando Dane —¿Por qué no nos lo contaste?

—Vamos, estoy seguro de que este chico les ayudará mucho a ti y a Dwayne —dijo tomando al último del hombro, quien había salido de la cocina junto con mamá para ver qué ocurría —¿Quieres almorzar con nosotros, muchacho? Después te enseñaré todo lo que hay que hacer.

—Seguro —contestó Craig siguiendo a papá hacia la cocina.

—¿Craig Wilson, Landa? —dijo Dane mirándome.

Holanda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora