Flores en Little Pine.

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Jueves.
Little Pine

-Saldré al pueblo un rato. Voy a comprar algunas cosas para cultivar y arreglar el granero -dice papá.

-Oh,cariño. ¿Podrías traer flores? Quiero ponerlas en las ventanas -dice mamá.

-Eh, seguro -papá mira que estoy lavando los platos. -¿Por qué no vienes conmigo, Landa? Puedes acompañarme y de paso conoces un poco el pueblo.

Yo asiento, me seco las manos y lo sigo. Subo al auto y pasamos algunos metros de plantaciones de maíz, y después llegamos al pueblo. Nos estacionamos enfrente de una ferretería y papá se dispone a entrar.

-Eh, Landa. ¿Por qué no vas a la floristería? Está justo enfrente. Compra las flores de tu madre, por favor.

-De acuerdo, pa.

Me encojo de hombros y cruzo la calle. Una campanita suena al abrir la puerta, e inmediatamente el aroma a flores entra por mi nariz. Recorro el almacén sonriendo y buscando las flores perfectas.

Entonces lo veo, mis ojos no podían engañarme. Estaba ahí parado, escogiendo unos girasoles, con una venda en la nariz, justo enfrente de mi. Me quedo petrificada.

Él levanta la vista y se encuentra con la mía. Su sonrisa vuelve a aparecer. Yo me escondo detrás de un estante de revistas de jardinería. Estoy segura de que él se rió.

Miro de reojo y ya no está ahí. Regreso la vista y ahora esta del otro lado, finge buscar unas flores pero realmente también me está mirando.

Yo me escabullo hacia el otro lado de la tienda. Vamos, Landa, encuentra unas flores pronto y sal de aquí.

De repente él aparece de este lado de la tienda, finge buscar más flores, me mira sonriendo sin disimular, y me rodea. Yo finjo no verlo pero él decide hablar.

-Que modales, jovencita. Pensé que, ya que no te disculpaste aquel día, al menos podrías saludarme.

Sin duda era guapísimo de cerca, incluso con la venda, pero esa manera de hablarme me enojaba.

-Ni siquiera te conozco. ¿Por qué debería saludarte?

¿Eso dije yo?

El chico se ríe. Parece que todo en mi le causa gracia.

-Pues claro que me conoces, jovencita. Soy alguien al que golpeaste con una puerta, y al que aún le debes una disculpa.

-Oye, amigo. Yo no tengo la culpa de que la puerta se abriera para afuera. ¿Quién demonios hace una puerta así en medio de un pasillo? Deberías demandar al colegio o algo -lo último lo digo rebuscando las flores y apartando la vista de él, para que no note que al decir todo esto me puse más que nerviosa.

Él se ríe y no dice nada más. Levanto la vista y él sigue mirándome con su estúpida sonrisa irresistible en el rostro.

-Me llamo Thomas -dice extendiéndome la mano.

Yo tomo las flores y le lanzo una sonrisa irónica.

-Ah, felicitaciones.

Me alejo de él dejándole con la mano extendida, pago las flores y salgo de la tienda. Estoy segura que mientras hacía todo esto, él continuaba mirándome y sonriendo, con esa sonrisa que no podía dejar de imaginarme. Subo hasta el auto con la adrenalina corriéndome a mil por las venas. No podía creer que yo me haya comportado así, y mucho menos con un chico como él. Un ataque de risa me toma por sorpresa. Que bueno es reirse. Que bueno es sentirse poderosa. Porque en ese momento me sentía muy, muy poderosa.

-Landa.

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