✦XI✦

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Fue una agradable sorpresa que Skarlett me permitiera descansar en su hogar

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Fue una agradable sorpresa que Skarlett me permitiera descansar en su hogar. Después de mostrarme dónde dormiría, continuó caminando por el pasillo y giró a la izquierda.

Introduje la llave en la cerradura y entré en la amplia habitación de invitados, decorada en tonos rosados, más bien salmón, con muebles blancos que acentuaban la calidez del ambiente.

Dejé las maletas sobre un viejo baúl y colgué el abrigo en el perchero.

Unos golpes en la puerta interrumpieron mi observación de la habitación. Al abrir, me encontré con una decepcionante sorpresa: no era Skarlett, sino uno de mis guardias de seguridad.

—Perdón por las molestias, señorito Rey —dijo con una expresión de disculpa—. Necesito hablar con usted.

—Claro, pasa, Germán —respondí, invitándolo a entrar.

Germán entra y se queda de pie detrás de mí, con una expresión de inquietud.

—Dime, ¿qué ocurre? —le pido mientras me siento en una silla cercana.

Él menea la cabeza, claramente intentando encontrar las palabras adecuadas.

—No es mi lugar, pero parece que esta familia está maldita. No deberías estar aquí, Lorenzo —dice, con una nota de alarma en su voz.

—Germán, sé que tenemos confianza para hablar sin tapujos, pero no en este caso —le respondo, levantándome—. Además, la señorita Sazonova será mi esposa tarde o temprano. Si le temes a las maldiciones, quizá debas buscar otro empleo.

Sus ojos oscuros se achican al escuchar mis palabras. Se limita a murmurar una disculpa y se retira sin volver la vista atrás.

Me quito el jersey y lo lanzo a la silla cercana, pero una sensación extraña me recorre la piel, como si algo invisible me atravesara.

Entonces la veo: sus ojos verdes, intensos y penetrantes, me observan desde la ventana con una mirada que parece atravesar el vidrio. El camisón se eleva hacía delante dejándome verle el canalillo.

—Pervertida.

Sonríe de medio lado, su expresión llena de desafío, y no se aparta, disfrutando de la tensión del momento. A mí me fascina ser su fuente de adrenalina. Aprovecho que no llevo ropa interior para bajarme los pantalones, su boca se entreabre al obsérvame completamente desnudo.

Le hago un gesto con la mano para que se acerque, pero, en lugar de eso, cierra la persiana de manera abrupta, dejando sólo una sombra de su presencia en el cristal.

Mierda.

Subo la calefacción antes de meterme en la cama, fue una mala idea no traer un pijama a Rusia.

Mi maldita manía de dormir como Dios me trajo al mundo.

Desbloqueo el teléfono, no me causa ninguna sorpresa ver los tres mensajes que tengo de él.

La droga más puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora