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Esperamos al invitado en el salón, le hemos indicado que se de un baño después de cenar, aunque no tenía mucho apetito

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Esperamos al invitado en el salón, le hemos indicado que se de un baño después de cenar, aunque no tenía mucho apetito.

—Ahora vuelvo, Miss Rusia —dice Lorenzo tras apagar el cigarrillo—. Le dejaré algo de ropa, y tengo que hablar con él sobre lo que necesito que haga mañana.

—Vale, no seas muy duro con Yannick.

Me pongo de pie para observar todos los refuerzos de la casa, hay un hombre o mujer cada dos pasos, con la cabeza alta y la mirada fija en el horizonte.

—Necesito la medicación y esta en la habitación.

No quiero que Lorenzo piense que subo para espiarles, aunque las ganas no me faltan. Subo varios escalones, y me detengo justo en el giro de las escaleras. Puedo oírles.

—Dormirás en la habitación de invitados, tienes ropa limpia sobre la cama, si necesitas algo mas puedes pedirlo, estas en tu casa —dice mi marido hablándole en un tono amigable—. Mañana será otro día y te explicaré como resolveremos este problema.

—¿Por qué me ayudas? —pregunta el francés—. Creía que me odiabas.

—No te odio, pero no me resulta fácil tenerte al lado sabiendo que deseas a mi mujer, otro hombre te estrangularía sin piedad por ello.

Alcanzo los escalones que me faltan hasta dar con ellos, ambos se giran al verme y Lorenzo me extiende su mano para subir cómodamente con los tacones.

—¿Todo bien con los hombres de la casa?

—Muy bien, Miss Rusia, será mejor que durmamos para tener energía mañana.

Beso la mejilla de Yannick para despedirme, aún tiene el cabello húmedo y huele a mi gel de ducha, sus tatuajes son mas vibrantes cuando tiene la piel mojada.

Lorenzo y yo entramos en nuestra habitación, me siento en la silla del tocador para quitarme los tacones, los dejo en el suelo.

—Espera, yo te desabrocho el collar —susurra Lorenzo tras quitarse la camisa—. Nunca desaprovecharía la oportunidad de tocarte.

—A mí me parece genial.

Entrecierro los ojos al notar sus dedos sobre mi cuello, escucho como el metal del collar choca contra la mesa, y después Lorenzo me masajea un poco los hombros.

—Vaya, alguien tiene mucho sueño. —Lorenzo me baja las tiras del vestido, sonríe al verme sin sujetador—. Ahora es cuando me debato entre hacerte mía o ser un buen marido y dejarte dormir.

Observo su cabello oscuro en el reflejo del espejo, el flequillo le cae de forma sutilmente perfecta sobre la frente. Tiene la boca entreabierta, exhalando un leve suspiro caliente. Mientras me mira sonriendo sus dos manos escalan mi vientre hasta llegar a mis pechos, acogiéndolos con fuerza.

—Dime que debo hacer, señora Rey —suplica con voz malévola.

—Sé un mal marido.

Rápidamente me pongo en pie, Lorenzo me empuja contra la pared mas cercana, su mano izquierda me toma del cuello, me besa salvajemente, de una forma increíblemente dominante.

La droga más puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora