✦XXIII✦

9K 643 25
                                    

—Menudo cabronazo, parece que acaba de salir de un anuncio de perfume —comenta Sebastián, observando a Lorenzo bajar del caballo con una elegancia que parece sacada de una portada de revista

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Menudo cabronazo, parece que acaba de salir de un anuncio de perfume —comenta Sebastián, observando a Lorenzo bajar del caballo con una elegancia que parece sacada de una portada de revista.

No puedo evitar seguir mirando a Yerma. Es una mujer hermosa, con rasgos latinos marcados y una estatura notablemente mayor que la mía, aunque eso no es un gran logro en mi caso.

—¿Desde cuándo estáis saliendo, Yerma? —pregunto, tratando de sonar interesada sin dejar que mi curiosidad sea demasiado evidente.

Ella me toma del brazo con una confianza desbordante, como si nos conociéramos de toda la vida.

—Solo unos cinco meses. Antes, Sebas estaba con mi vecina, pero ella le engañó dos veces con dos chicos diferentes —dice, haciendo una mueca de disgusto que me resulta genuinamente divertida.

—Vaya, qué mala suerte —comento, sintiendo un atisbo de comprensión—. No puedo ni imaginar cómo reaccionaría ante una infidelidad de Lorenzo. Bueno, en realidad sí puedo: sería bastante mala.

El sol pega con fuerza, cegándome por momentos. Me muevo hacia la zona de las butacas, donde un majestuoso árbol ofrece una sombra fresca y acogedora.

La pareja me sigue. Sebastián está visiblemente sudoroso; su camiseta se adhiere a su piel y el cabello rizado se le pega a la frente. Al llegar a la sombra, se quita la camiseta, revelando una espalda salpicada de pecas y una cicatriz prominente que atraviesa casi toda su columna.

—Tuvo un accidente de moto. Ni siquiera tenía permiso para conducir. Su padre casi lo estrangula; impresiona un poco, según él creía que no volvería a caminar —explica Yerma con una mezcla de preocupación y devoción en su voz.

La melodía de mi teléfono interrumpe la conversación. Me aparto unos metros para responder. El número que aparece no lo tengo guardado, lo que me resulta extraño.

—¿Con quien hablo?

—Hola, niña. Hasta por celular eres más arisca que un gato.

—¿Yannick? —Me pellizco el puente de la nariz—. No sabía que te habías quedado tan pillado por mí, hasta has averiguado mi número, joder.

—Me quedé con ganas de continuar bailándote, al final del show acabo desnudo —Se ríe—. Dime que vendrás otra vez.

Me aseguro de que no haya nadie cerca que pueda escuchar mi conversación. La última cosa que quiero es que cualquier entrometido se entere de lo que estoy a punto de discutir. La idea de volver a la discoteca o a ese club de bailes calientes no es tentadora, pero si Lorenzo está jugando con mi confianza, no pienso quedarme con los brazos cruzados.

—Puede ser, quizás tenga que ir.

—Aquí estaré esperándote, no me falles.

La droga más puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora