✦IX✦

13.9K 1.1K 91
                                    

Durante unos instantes, siento que retrocedo en el tiempo, reencarnándome en una Skarlett más joven, aquella que se dejó llevar por ese chico mexicano, tan dulce como atractivo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Durante unos instantes, siento que retrocedo en el tiempo, reencarnándome en una Skarlett más joven, aquella que se dejó llevar por ese chico mexicano, tan dulce como atractivo. Pero la voz de Alexey me trae de vuelta a la cruda realidad.

—¿Le digo que se marche por las buenas o por las malas, Skar? —pregunta Alexey, con una mezcla de preocupación y determinación.

—Iré yo —respondo, intentando mantener la calma—. Cúbreme por si acaso.

Me coloco un camisón negro, el tejido suave contra mi piel contrasta con la tensión que se acumula en mi pecho. 

Alexey asiente, aunque su gesto refleja confusión y una pizca de preocupación. Me atrapa por la muñeca antes de que llegue al borde de las escaleras.

—Dime al menos si le conoces, ¿no? —insiste, su voz cargada de una inquietud palpable.

Me suelto de su agarre con facilidad y, en un movimiento rápido, lo atrapo yo a él. Su frustración es evidente, rechina los dientes, pero sabe que no puede hacer nada al respecto.

—Oye, que hayas sido comandante supremo no te da ningún poder de fuerza sobre mí —me acerco a su rostro, nuestras narices casi tocándose—. Y no me das miedo por llevar la palabra killer tatuada en la puta cara.

Aparto a los demás guardias de la puerta, notando su incertidumbre, mientras escucho cómo uno de ellos discute con el supuesto Lorenzo Rey. Al oír su acento mexicano, mi corazón se encoge, evocando recuerdos y sentimientos que creía enterrados.

—¿Qué son estos gritos? —pregunto al abrir la puerta.

Mi mano se resbala del pomo al verle. Lorenzo porta un jersey blanco de cuello alto, pegado a su cuerpo, junto con un abrigo de tono miel. Al verme, una sonrisa nostálgica se dibuja en su rostro, algo también brilla en sus ojos.

—Hola —da unos pasos hacia mí—. Al final encontraste un buen motivo para hacerlo.

—¿Qué? —mi voz apenas es un susurro, intentando comprender lo que está sucediendo.

Lorenzo se lleva la mano hasta su cabello semi largo, un gesto familiar que despierta recuerdos.

—Cortarte la melena —dice, sus ojos recorriendo mi nuevo aspecto—. No creí que te encontraría con el pelo por los hombros, y menos de color negro.

—¿Has viajado desde México para decirme eso?

Lorenzo niega con la cabeza y se acerca unos centímetros más.

—Sabes que no. Tenía la necesidad de verte —dice, mirándome sin pudor—. Me gustaría hablar contigo, no me he olvidado de ti.

Dentro de mí, siento un apetito voraz por invitarle a entrar en casa, pero mi mente más maquiavélica me tortura, sumergiéndome en un mar de reproches y orgullo.

La droga más puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora