✦LVIII✦

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El ataque de sinceridad antes de empezar la fiesta de cumpleaños había sido bastante descortés por mi parte, no quiero que Skarlett sienta que estamos en peligro, pero desde que empecé a indagar en el paradero de Bardo Boyko siento que estoy andan...

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El ataque de sinceridad antes de empezar la fiesta de cumpleaños había sido bastante descortés por mi parte, no quiero que Skarlett sienta que estamos en peligro, pero desde que empecé a indagar en el paradero de Bardo Boyko siento que estoy andando sobre el filo de una navaja.

—Cada fin de año mi madre me recuerda que casi muero en un accidente de moto —dice Sebas ignorando una llamada entrante en su celular—. ¡Piensa que no me arrepiento de haber conducido sin casco!

—Tu madre casi se desintegra llorando por ti, capullo de mierda —replico pegándole en la nuca—. ¿Sabéis el susto que me llevé al enterarme?

Recuerdo ese día como la palma de mi mano, me sentí tan asustado que no podía reaccionar ante la noticia de que mi único y mejor amigo se estaba debatiendo entre la vida y la muerte.

—Bueno, ahora estoy bien, me costó recuperar la movilidad de todo mi cuerpo, pero lo logré.

Mi melliza le mira compungida y se abraza a su cuello, al final resulta que está enamorada de él. Mi amigo con mi hermana, esto no puede ser mas digno de telenovela.

—¡Tan solo faltan treinta minutos para comernos las uvas! —exclama Skarlett visiblemente nerviosa—. En Rusia no hacemos esa tradición, será la primera vez que lo haga.

—¿No? ¿Y como lo hacéis? —Ámber y Sebástian preguntan a la vez.

—Pues a las doce en punto, las campanas doblan cada segundo y, durante ese tiempo, debemos descorchar la botella de champán para servir las copas, pedir un deseo y brindar cuando suene exactamente la duodécima campanada —explica intentando hacer que suene lo más fácil del mundo.

Sebástian continua preguntándole sobre el tema, parece estar interesado en todos los elementos sagrados para los rusos y sus tradiciones de obligado cumplimiento.

—Debo confesar que creía que simplemente beberíais grandes cantidades de vodka —añade Gabriela después de comer su arroz con leche.

—Bueno, eso también está incluido, pero en mi país el Año Nuevo es la festividad más importante —sujeta la botella de agua con fuerza—. Mis padres estaban muy felices por la fecha de mi nacimiento, creían que era una señal de buen augurio... —aprieta los labios hasta dejar una marca sobre ellos—. Pero los padres no siempre llevan razón.

Alargo la mano, cojo a Skarlett por la muñeca y tiro para atraerla hacia mí. Labeso, con calma, quiero absorber todo su dolor e instalármelo dentro para que ella no sufra ni un segundo más.

La vecina decide marcharse para poder entrar en el año con su abuelo, así que, los cuatro nos sentamos en el salón. El fuego de la chimenea chisporretea mientras le damos los últimos retoques a las uvas, Skarlett me mira emocionada agitando su cuenco de cristal.

Siempre me ha parecido una tradición bastante ambigua, pero tan solo por verla así de animada decido acompañarla, y en la última uva los dos cerramos los ojos para pedir un deseo.

La droga más puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora