✦XXXII ✦

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El dolor en mi columna se intensifica con cada bache que golpea el vehículo

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El dolor en mi columna se intensifica con cada bache que golpea el vehículo. La falta de claridad en mi mente es casi tan intensa como el dolor punzante que recorre mi cuerpo, cada sacudida de la carretera parece amplificar la agonía. El cloroformo o alguna droga similar ha dejado mi cabeza embotada, y la venda sobre mis ojos apenas deja pasar la luz.

—Parece que el príncipe ya se ha despertado de su letargo —dice una voz femenina, rasposa y cargada de malicia.

A través de la venda, la luz tenue del atardecer se filtra de manera difusa, dándole un tono grisáceo a todo lo que logro ver. La sensación de estar tumbado en unos amplios asientos traseros me indica que estoy en un vehículo de gran tamaño, pero el movimiento y el temblor hacen difícil discernir más detalles. Un cartel verde con un nombre, Tepic, se muestra parcialmente, confirmando que estamos en algún lugar de México.

—Déjame en libertad antes de que te enamores de mí, es lo mejor —digo poniéndola de los nervios— Soy un hombre casado, no podría lidiar contigo.

—¿Eres casado para todo? —responde bajando el volumen de la radio—. Juraría que cuando te saqué de ese baño escuché gemidos masculinos.

Todo ese lio había hecho que olvidase lo que realmente sucedió en ese maldito momento. Bajé la guardia, ante todo, por Yannick.

Absolutamente todo lo que esta pasando es por mi culpa.

—¿Cómo lograste entrar y salir sin problemas de mi casa?

—¿Crees que soy una amateur? —responde con una risa sardónica—. No tengo problemas en hacerme pasar por una de tus invitadas, principito.

Intento desatarme las manos, pero no puedo, aparte de cuerdas gruesas también llevan alrededor dos bridas bien apretadas, noto como el filo se me clava en la carne.

—Has dejado en muy mal estado a Skarlett —Le doy una patada a la puerta derecha—. Sabes que si logró zafarme de este embrollo te sacaré los ojos con una cuchara, ¿verdad?

—No puedes conmigo, Lorenzo. No eres nadie sin tu papá.

Después de unos treinta y cinco minutos paramos en un llano de tierra, las pequeñas piedras suenan al chocar contra las llantas del carro.

Me arrastran hacia fuera del vehículo, el suelo áspero y seco me hiere bajo las suelas de mis zapatos. Mi mente sigue nublada por el dolor y el entumecimiento, pero lucho contra el mareo y la confusión. Todo lo que puedo hacer es enfocar mi energía en escapar, en volver a Skarlett y asegurarme de que esté a salvo.

El hombre que me sostiene parece más fuerte que la mujer, y aunque me cuesta mantener el equilibrio, sujeta mis piernas con una fuerza implacable. Me llevan a través de un terreno irregular, mis pasos vacilan y tambalean debido a las cuerdas que me atan. La falta de visibilidad me hace aún más vulnerable, y el sentimiento de desesperanza crece a cada segundo. Poco a poco, el nudo de la venda se va aflojando permitiéndome ver sus figuras distorsionadas.

La droga más puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora