Mientras me siento en las gradas del establo, observo a Lorenzo concentrado en su tarea, sus movimientos firmes y seguros mientras limpia a uno de los caballos. El sol le acaricia la espalda, resaltando su piel morena, que brilla con una gracia natural. Es una imagen serena, casi tranquilizadora, en contraste con el caos que ha sido mi mente últimamente.
Respiro hondo y saco el cuaderno del bolso. Hace unas horas, en un impulso de rabia y vergüenza, arranqué las páginas que había escrito. No podía soportar la idea de que esas palabras, llenas de autodesprecio y dolor, existieran un segundo más. Mis emociones habían tomado el control de mi mano, convirtiendo lo que debía ser una catarsis en una trampa que solo alimentaba mi odio hacia mí misma.
Lorenzo estaba justo a mi lado cuando las quité. Lo vi sonreír mientras se servía un café; una sonrisa feliz a la vez que tranquilizadora.
—¡¿Quieres venir!? —grita alzando la mano repleta de jabón— Necesito ayuda con Saturno, es bastante revoltoso.
Me acerco a él, dejando mi cuaderno atrás, como si al despojarme de ellos pudiera también dejar atrás los pensamientos oscuros que me han atormentado.
—Ya estoy aquí, tú dirás, señor de los caballos —bromeo, tratando de mantener el tono ligero mientras extiende una jarra de nitrilo hacia mí.
—Hazlo despacio y procura que no le entre agua en las ojeras, no es bueno para ellos —me instruye con su voz firme pero amable.
Sumerjo la jarra en la tina de agua tibia, siguiendo sus indicaciones con cuidado. El agua acaricia mi mano, y el gesto repetitivo de verterla suavemente sobre el lomo de Saturno tiene un efecto casi meditativo. Lorenzo está cerca, y aunque no hablamos mucho, la cercanía física es reconfortante. Es como si este simple acto de cuidar a uno de nuestros caballos nos conectara de una manera más profunda, más sincera.
Lorenzo trabaja con destreza, aplicando champú por todo el cuerpo de Saturno. Sus manos se mueven con precisión, frotando el pelaje del caballo en movimientos circulares, masajeando cada músculo con cuidado. Luego, pasa a la crin y la cola, su tacto firme pero delicado, como si estuviera manejando una obra de arte viviente. El pelaje de Saturno, de un rico color chocolate, brilla bajo la luz del sol, y por un momento, todo parece estar en perfecta armonía.
Apenas él termina de enjuagar al caballo, Saturno se tira al suelo de arena con entusiasmo, revolcándose como si acabara de descubrir el mayor placer de su vida. Antes de que pueda reaccionar, el caballo se levanta de un salto y se sacude vigorosamente, enviando una lluvia de agua sucia y tierra directamente hacia mí. El barro se pega a mi ropa, al cabello que había lavado apenas hace unas horas, y a cada centímetro de piel expuesta. En cuestión de segundos, paso de estar impecable a ser un charco de barro andante.
Mi esposo me mira, mordiéndose la mejilla interna, claramente intentando no reírse, pero es inútil. La risa le gana, y no tarda en soltar una carcajada que retumba en el establo. Mi expresión es una mezcla de sorpresa y resignación, mientras me sacudo en vano los grumos de tierra.
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La droga más pura
ChickLitA Lorenzo le fascina el dinero fácil. Skarlett tan solo desea sentirse libre sexualmente. Mientras ella ha pasado años enamorada, él cree haberla olvidado. ✦ • ✦ Después de la trágica m...