✦XXXVII✦

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—¿Molesto, patrón? —pregunta Germán, asomándose con cautela

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—¿Molesto, patrón? —pregunta Germán, asomándose con cautela.

—Germán, no hace falta que llames, sabes que eres bienvenido siempre —respondo, apagando el cigarrillo en el cenicero, junto con las demás colillas. Desde que estoy malherido, he estado fumando más de la cuenta. Debería controlar este mal hábito o cortarlo de raíz.

Él pasa con una sonrisa y deja su sombrero sobre la otra silla, mirándome con cierta duda.

—¿Todo bien? —le pregunto, sirviéndole un vaso de whisky.

—Lorenzo, sé que no escapaste sin más, eres fuerte e inteligente, pero no tienes superpoderes —afirma, rascándose la barba canosa—. ¿Qué has hecho, jovencito? ¿Y por qué nos mientes?

Odio ser tan transparente para él. Cuando alguien te ve crecer, conoce todos tus movimientos. Aunque Germán estuvo unos años fuera de servicio, nunca me abandonó.

—Hicimos un trato, nada más —digo, tratando de ponerme en pie. Esta vez, lo consigo con éxito.

—Los tratos conllevan responsabilidades —responde él—. Explicáte.

Voy hasta la puerta, cierro el cerrojo de seguridad y tomo asiento en la silla libre entre Germán y su sombrero de vaquero.

—Le di lo que quería: la ubicación exacta del cadáver de su novio o lo que fuese, a cambio de información —explico.

—Yo puedo conseguirte información sobre todo lo que desees —afirma él.

Asiento con la cabeza. Sin embargo, esa mujer tenía una fiereza y una actitud que me hicieron ver que podía conseguir algo que llevo años pensando.

—Hace años, unos cerdos violaron a mi mujer, a Skarlett —digo, cerrando las manos en puños. El dolor en mi pecho es tan agudo que apenas puedo hablar—. Los quiero muertos. Deben morir, y el que apriete el gatillo seré yo.

 ✦ • ✦

Dejo la camisa sobre el perchero antes de salir al jardín, decidido a nadar un poco para fortalecer la pierna.

Mi esposa está sentada sobre una de las hamacas, riendo con Ámbar mientras observan algo en el celular. Es uno de esos momentos en los que se muestra más auténtica, la mujer que siempre debió ser, antes de que las circunstancias y su entorno cambiaran su vida, incluso desde antes de nacer.

—¿De qué se ríen tanto las vecinas más bonitas de la zona? —pregunto al acercarme.

—¿Solo de la zona? —bromea Ámbar al levantarse—. Me ha contado Skarlett lo de tu caída del caballo. ¿Cómo lo llevas?

Afortunadamente, la herida de bala está bien cubierta, o esa excusa nos habría dejado con el culo al descubierto.

—Mejor, gracias por preguntar. —Me siento en el borde de la piscina—. ¿Y tú, cómo estás?

La droga más puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora