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Acabo de transformarme en un ratón que cae en la trampa atraído por el simple olor del queso, y definitivamente estoy en esa fase agonizante esperando la muerte

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Acabo de transformarme en un ratón que cae en la trampa atraído por el simple olor del queso, y definitivamente estoy en esa fase agonizante esperando la muerte.

Tengo un ex novio pesado en la parte de abajo de mi casa, una esposa que no me dirige la palabra ya que piensa que he jugado con sus decisiones, además de prácticamente obligarla a tirar su planes navideños por el retrete.

¿Siempre he sido así de capullo? Mi hermana diría que sí.

Los escucho hablar sobre las tradiciones rusas en esta época del año, se ríen animosamente mientras yo me fusiono contra el colchón, aunque debería levantarme y preparar el encargo que tengo pendiente.

Busco el celular para contactar con Germán, él lo habrá realizado con antelación.

Por fin se despierta el joven de la casa, ¿todo bien, muchacho?

Sí, solo sueño atrasado, ¿has hecho la entrega "de regalos" a los Suárez? ¿Y el nuevo cargamento de "decoración"?

Todo correcto, esos locos ya tienen sus regalos de Navidad, y el cargamento ya está guardado bajo llave hasta que venga Santa Claus.

Con todo correcto intento levantarme de la cama, arrastrando los pies camino hasta la ducha y me introduzco debajo del agua durante un buen rato. Mientras me seco el cabello escucho los pequeños pasos de Skarlett por la habitación, me anudo la toalla a la cintura y saco la cabeza para verla.

Me sorprende verla vestida con un jersey verdoso, no es para nada su color habitual, aunque le sienta de maravilla, parece un hada del bosque sentada sobre nuestra cama.

—¿Ocurre algo, Skarlett?

—No, nada.

Miente, no la delata ningún tic ni el tono de su voz, pero sé que está mintiéndome, su habilidad para cubrirse las palabras no funciona conmigo.

—Vamos, no deberías ocultarme la verdad, si algo te pasa quiero ayudarte —digo poniéndome de rodillas delante de ella.

—Hace un año pasé la Navidad completamente sola, vi la televisión y me comí todos los dulces que tenía para llenar ese hueco, y ahora todo es tan diferente que ni siquiera puedo respirar —explica pasándose las manos por los brazos—. Me había olvidado de que no te hablaba.

Reprime una sonrisa fugaz, pero beso sus rodillas y esa pizca de felicidad vuelve.

—Sé que la he jodido, querías una Navidad a solas, los dos, pero te prometo que viviremos muchas más, te lo recompensaré .—Skarlett suspira mirándome fijamente—. Lo siento.

Alzo la mano hasta sus mejillas y me levanto unos centímetros para lograr besarla. Sus labios son suaves y me incitan a tumbarla sobre las sábanas para continuar mi tarea favorita.

La droga más puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora