✦ LIV ✦

6.3K 377 22
                                    

Abotono todos y cada uno de los botones de mi abrigo, el frío de esta mañana es tan demoledor como un alud de nieve, aunque no descarto la posibilidad de que pueda nevar durante el día

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Abotono todos y cada uno de los botones de mi abrigo, el frío de esta mañana es tan demoledor como un alud de nieve, aunque no descarto la posibilidad de que pueda nevar durante el día.

Entro en la capilla familiar para escabullir del viento, pero las tumbas de los Rey me provocan el efecto contrario. El primer nicho que diviso es el de mi padre, tiene unas flores violáceas junto con una cruz sin imagen.

—Nunca creíste en Dios, con falsas mentiras incluso después de muerto, padre —digo barriendo la mirada hacia la sepultura anexa.

Pocas veces me he detenido a observar la lápida de mi hermano mayor, bueno, no sé si debería sentirme mal por no llorar por él, pero nunca le conocí. Gabriela si se siente mal por ello, de hecho, estoy seguro de que ella es la que le trae esas flores tan llamativas y cargadas de hojas.

DANIEL REY HERRERA

PARTIÓ A LOS DOS AÑOS DE EDAD,

PERO SU ALMA SIEMPRE ESTARÁ

CON NOSOTROS.

—De buena te libraste, Daniel, tú eras el verdadero elegido —Me susurro quitándole una mota de polvo con la mano.

La verja que da acceso al panteón se abre, giro el cuello mientras lentamente acaricio el arma que guardo en el bolsillo.

—¿Qué le ocurrió?

—Por fin llegas, Secuestradora.

La obligo a salir, no quiero que nadie pueda verme a solas con una mujer que no es mi esposa.

—¿Por qué vas vestida de rosa?

Fabiana se encoge de hombros y las plumas de las hombreras de su gabardina se mueven con cierta gracia.

—Ninguna persona creería que una mujer que luce como una tarta de frambuesa sería capaz de quitarle la vida con un simple bolígrafo —explica mirándome desafiante.

—Tranquila —río— No seré yo el hombre que le quite la potestad a ninguna mujer.

La llovizna de la noche ha impregnado todas la naturaleza del lugar con pequeñas gotas, algunas nos caen sobre la cabeza, aunque no son molestas.

—¿Por qué me has sacado de la cama esta mañana, Fabiana? —pregunto cansado de esperar—Casi alarmas a mi esposa.

Nos paramos enfrente de una enorme escultura de Nuestra Señora de Guadalupe, Fabiana parece dedicarle una rápida oración.

—¿Me culpas de ocultarle información a Sazonova?

De ese tema no puedo culpar a nadie, tan solo a mí mismo.

La droga más puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora