El ligero zumbido del celular interrumpe mi pensamiento mientras juego con el mechero, encendiendo y apagando la llama. Me apresuro a sacar el teléfono del bolsillo, sintiendo un leve apretón en el pecho a medida que respondo la llamada. Mi mente está fija en Skarlett, temiendo cualquier noticia que pueda afectarla.
—¿Qué ocurre?
—Eso mismo me pregunto yo, has desaparecido de México.
Respiro con fuerza, exhalando lentamente para intentar calmar la agitación que siento en el pecho. No puedo evitar recordar cómo Yannick siempre aparecía en los momentos más vulnerables de mi vida. Su presencia, inesperada y casi invasiva, se había convertido en una constante fuente de confusión.
Recuerdo aquel día particularmente sombrío, cuando creía que Skarlett no sobreviviría. Aprovechó el caos del cambio de guaridas para infiltrarse en mi habitación, encontrándome desprevenido y vulnerable. Su capacidad para aparecer en los momentos más delicados no hacía más que intensificar mi frustración.
No puedo negar que Yannick me dejó completamente hechizado. Cada beso suyo era como un regalo del cielo, una experiencia que trascendía el simple placer. El sexo que habíamos compartíamos era diferente a cualquier cosa que hubiera conocido antes. Era una conexión profunda y genuina que, por un breve tiempo, me hizo sentir completo.
Sin embargo, la realidad era dura. Después de cada encuentro, Yannick se desvanecía, dejándome con una sensación de vacío y desilusión. Aunque quizás éramos solo amigos, el dolor de ser abandonado una y otra vez era palpable y real. No éramos nada más que un fugaz interludio en su vida, y aunque sus visitas me dejaban con una mezcla de euforia y dolor, no podía evitar sentir que había sido engañado por una ilusión de amor.
—Quizás es que, no quiero ver más tu cara. ¿No lo has pensado?
De fondo se oye música, me enteré por otros que había alquilado un local para transformarlo en una discoteca, parece que lo ha logrado.
—¡No! Sé que pagarías por verme, te gusto demasiado, Rey.
—Vete a la mierda, no me necesitas, tienes a muchos para que te la chupen.
Con la otra mano saco otro cigarrillo, Yannick me provoca ansiedad y deseo a la par, pero desde que le conozco fumo más que antes, sufro el triple y no hay cabida para sentirme feliz.
—Puede ser, pero ninguno lo hace como tú.
—No me estés chingado.
Sin pensarlo, cuelgo la llamada. El acento francés de Yannick, ese maldito acento que siempre me desarma, se disuelve en el humo de la sala, pero no sin dejarme una sensación de incomodidad.
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La droga más pura
ChickLitA Lorenzo le fascina el dinero fácil. Skarlett tan solo desea sentirse libre sexualmente. Mientras ella ha pasado años enamorada, él cree haberla olvidado. ✦ • ✦ Después de la trágica m...