Cada día de mi vida me había imaginado de mil formas diferentes a Skarlett. Antes de casarme con ella soñaba con tenerla desnuda en mi cama, cubierta por mis húmedos besos, con las sábanas aturulladas alrededor de sus piernas y el calor de la noche haciendo mella en su blanquecina tez.
Era la forma más excitante que tenía en la mente, pero lo que no sabía, es que, esta mujer tiene infinitas facetas de sensualidad.
El cielo oscuro está salpicado de estrellas, y las luces parpadeantes de las farolas revelan los matices en los ojos de Skarlett, que parecen cambiar de verde profundo a azul en función de la luz. Su cercanía y el contacto de sus uñas en mi nuca hace que más sangre se me acumule en la polla.
—¿Queda mucho para llegar, Lorenzo? —pregunta, su voz suave y susurrante hace eco en el interior del coche.
—No, ya estamos aquí. —Le digo, casi gruñendo—. Les he enviado un mensaje para que nos dejen el jardín libre.
Verla tan caliente solo hace que la cremallera de mis vaqueros se me clave en la piel. No pensaba que podía tenerla tan dura como ahora, pero me he comido mis palabras.
Mientras estaciono el coche, el jardín de la casa se ilumina en un resplandor cálido, una bienvenida que promete una noche especial. Skarlett cierra la puerta sonriéndome embelesada mientras se baja con lentitud las tiras del sujetador rojo.
—Quiero que me esperes tumbada en el césped, en la parte contraria a la casa de Ámber. ¿De acuerdo?
Skarlett asiente con la cabeza, sus labios húmedos brillan con una mezcla de expectativa y curiosidad.
Subo hasta nuestro dormitorio para recoger algunas cosas. Me llevo un par de preservativos, una manta blanda para que Skarlett esté cómoda y una almohada de repuesto. Sin embargo, al pasar la mano por encima de la mesa, mi dedo roza el maldito libro que me regaló Yannick.
—Sebastián se equivoca —murmuro para mí mismo, tratando de convencerme—. No me estoy engañando a mí mismo. Ya no siento nada por Yannick.
Ni siquiera puedes mirarlo a la cara, Lorenzo.
¿Crees que Skarlett no merece saber la verdad?
—A la verga con el cabrón de Yannick, a la verga con él —Atrapo el libro con la mano que me queda libre.
Antes de salir al exterior, donde me espera mi diosa del Olimpo, me acerco a la chimenea que casi siempre está encendida, una costumbre que heredé de mi padre.
—Se acabó gastar más tiempo en ti —digo mientras lanzo el libro a las llamas.
No me tomo el tiempo de observar cómo se consume. Camino rápidamente hacia el jardín, casi tropezando con mis propios pies por la prisa.
Me detengo en seco al ver a Skarlett, su figura desnuda en la suave luz de la luna se dibuja con una belleza que supera cualquier expectativa que tuviera. El aire fresco de la noche acaricia su piel, y sé que estoy perdido.
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La droga más pura
ChickLitA Lorenzo le fascina el dinero fácil. Skarlett tan solo desea sentirse libre sexualmente. Mientras ella ha pasado años enamorada, él cree haberla olvidado. ✦ • ✦ Después de la trágica m...