✦LXVI✦

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Boyko me lleva hasta la casa a regañadientes

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Boyko me lleva hasta la casa a regañadientes. Su cara parece haberse tornado en un rojo sangre mezclado con fuego y no para de repetirme lo decepcionado que está por mi embarazo.

Cierra la puerta de un fuerte golpe y se gira para zarandear mis brazos con el mismo nivel de violencia.

—¡Eres una insensata! ¿Cómo te dejas preñar por ese capullo?

—¡Por qué es mi marido! —Me suelto de sus manos para alejarme lo máximo posible—. ¿También quieres que te explique cuál es el proceso para fecundar un óvulo?

Su mandíbula torcida se mueve con nerviosismo, parece que esto no estaba en sus retorcidos planes.

—¿Estás seguro de ese crío es de tu marido? —Se pasa la mano por la cabeza—. Por el tiempo que llevas embarazada podría ser del francés, me temo que nunca lo sabrás.

Desde que llegué aquí he perdido la noción del tiempo, no sé qué día es ni siquiera tengo un reloj para contar las horas, pero si lo calculo por encima Boyko tiene razón, pudo haber sido concebido en el viaje a Francia, aunque tomaba la pastilla ese método tiene un 98% por ciento de efectividad, así que, no es fiable completamente.

—¿Qué quieres decir con eso?

—No vas a tener un hijo de otro, Skarlett —Apoya los codos en la encimera de la cocina, dándome la espalda—. Eso sería una infamia sobre mí, soy el dueño de este lugar y de estas personas, no pueden saberlo, así que, Ed te sacará esa cosa.

Ser madre no era uno de mis sueños, nunca lo ha sido, pero si no nace sería como si Lorenzo nunca hubiese existido o quizás, Yannick. Como si mi vida anterior fuese un lejano recuerdo que jamás volverá.

—Di que es tuyo, de todas formas es lo que querías.

—¿Qué? —Se gira completamente.

No le miro directamente, no me gusta ni un ápice tener su mirada sobre la mía y me produce cierto pavor.

—Diremos que es sietemesino, dudo mucho que las campesinas sospechen algo, la mayoría ni siquiera saben que es un dólar.

Boyko vuelve a darme la espalda, murmura en voz baja hablando consigo mismo, sé que no me dará una negativa. Le tiemblan los hombros a la vez que agita el talón.

—Para eso debes casarte conmigo, son las normas de este lugar, si no te verán como una prostituta y no queremos eso —Me comunica indicando con la mano que me acerque—. Ese bebé llevará mi apellido y cuando nazca me darás la vida marital que ahora no puedo permitirme.

Deja sus manos sobre mi vientre y reuno todos mis esfuerzos por no apartarlas con el mayor desprecio del mundo. Por lo que puedo deducir de sus palabras no desea tener sexo conmigo por el hecho de estar en cinta, estaré protegida durante aproximadamente siete meses, aunque sé que podrá tener otras intenciones que no incluyan la penetración.

La droga más puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora