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Regresaba de un duro entrenamiento en el bosque, su gato Mio estaba sobre su cabeza como de costumbre, solo quería llegar y tomarse una ducha, pero se sorprendió al ver a la linda azabache sentada en la entrada «¿Qué está haciendo aquí?» Soltó un fuerte suspiro y siguió avanzando hasta ella. La azabache se puso de pie al verlo y de inmediato Mio saltó a sus brazos haciéndola sonreír.

—Siempre le has caído bien — dijo a secas.

—Es muy lindo — sonrió otro poco y luego lo miró — ¿Crees que podamos hablar?

Se puso algo pensativo y luego asintió ligeramente con la cabeza para después invitarla a pasar a su casa. Le acomodó la silla para que se sentara y luego fue a sentarse delante de ella, formando un silencio y antes de que empezara ponerse incómodo decidió hablar primero con un comentario al azar.

—El cabello suelto te sienta bien.

—Emm... Gracias — se encogió de hombros.

Le dedicó media sonrisa y luego inclinó un poco la cabeza hacia un lado.

—Y... ¿De qué querías hablar?

—Ah sí, eso — bajó la mirada — Garu... yo... quería disculparme por la manera en que te hice sentir por tantos años y también por lo que pasó la última vez que estuve aquí.

—Pucca, yo no tengo nada que perdonar — la hizo levantar la mirada — no tienes la culpa de haber sentido algo por mí, soy yo el quiere tu perdón por haberte tratado tan mal.

—Los dos nos hicimos daño, nunca pensamos lo que nuestras actitudes le hacían sentir al otro.

Se puso de pie y la tomó de las manos para que también se levantara y poder envolverla en un tierno abrazo.

—En ese caso te perdono.

Pucca correspondió el abrazo.

—También te perdono.

Se quedaron así unos segundos más y luego rompió el abrazo para poder mirarla.

—Siempre puedes contar conmigo para lo que sea, me encargaré de protegerte — soltó una risita — Aunque creo que serás tú la que me proteja.

—Umm... Siempre puedo fingir ser la dama en peligro.

Ambos soltaron a reír un poco y luego Pucca lo sorprendió cuando acarició su cicatriz del rostro, la marca de su derrota.

—¿Por qué no intentan llevarse bien?

Rodó los ojos y se alejó frotándose el entrecejo, respiró profundo, esta vez no iba a pelear con ella.

—Nuestra rivalidad es de hace años, Pucca — se cruzó de brazos — Ambos somos orgullosos y tercos, ninguno va a ceder tan fácil.

—Bueno, al menos podrían evitar pelear cada que se ven.

—Él me provoca con su sonrisa boba y esa forma de mofarse de todo — suspiró — Tal vez no haya hecho nada malo desde que volvió, pero aún así no confío en él.

Pucca bajó un poco la mirada pensativa así que se acercó y puso la mano sobre su cabeza de manera gentil.

—Escucha, ya no voy a meterme en lo que sea que tengas con Tobe, pero... — cambio su tono de voz a uno más amenazante — si ese idiota te hace llorar juro que ahora sí acabo con él.

La azabache sonrió y luego lo abrazó.

—Gracias Garu, por volver a ser mi amigo — lo miró.

Solo pudo sonreír, no sabía que más podía decirle, estaba contento de tenerla de regreso y que lo haya perdonado, esa linda voz volvió a llamar su atención.

—Vamos con Ching y Abyo — sonrió.

—Emm... No sé, acabo de llegar.

—¡Vamos, será divertido!

Lo jaló del brazo y lo llevó a su habitación.

—¡Alístate!

Lo empujó dentro y cerró la puerta. Se quedó un poco consternado y luego sonrió, realmente no podía negarle nada a Pucca, así que tomó una ducha rápida y se vistió. Ella volvió a entrar, por suerte ya estaba vestido.

—¡Vamos!

Lo tomó de la mano y comenzó a llevarlo a la salida.

—Espera, no me he peinado.

—Olvídalo, te ves bien, además así me gusta.

No dijo nada y solo se dejó llevar por ella fuera de la casa y tomar rumbo a donde el oficial Bruce, padre de Abyo, donde seguramente estarían sus amigos.

Bajos instintos (Tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora