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Abyo y Ching, como siempre, estaban envueltos en su aura romántica, jugueteando en las olas, entre risas y tiernos besos, Garu estaba recostado en su camastro dormitando y con una cerveza en la mano y Pucca estaba caminando en la orilla mirando la arena hasta que los ninjas volvieron a llamar su atención corriendo junto a ella, parecían agotados y bastante acalorados debido a que vestían sus típicos trajes negros bajo ese sol abrazador y llevaban peso atado a los tobillos, había perdido la cuenta de cuántas veces habían pasado por ahí, de hecho ya estaban ahí cuando ellos llegaron, uno de ellos tropezó cayendo justo a su lado y se aventuró a picarle las costillas con la punta del pie para llamar su atención.

—¿Por qué corren?

El ninja se puso de rodillas y se restregó la cara con la manga de su traje para quitar la arena que se le había pegado.

—El amo... — empezó a decir algo agitado — está molesto con nosotros — alzó la mirada para verla.

—Umm... ¿Y en dónde está?

—Por ahí... observando — se puso de pie — Disculpe, pero debo seguir.

El ninja volvió a correr para alcanzar a sus compañeros, los siguió con la mirada un poco más y soltó un suspiro «Ojalá él estuviera aquí» luego fue con Garu y lo jaló del brazo invitándolo a nadar, él accedió, la pareja de enamorados se les unió y pronto se vieron envueltos en una guerra de salpicaduras, parecía que habían vuelto a ser niños.

Se mantenía oculto en la distancia observando a los ninjas que parecía iban a desmayarse, tuvo suficiente y con una señal que solo ellos podían percibir los dejó detenerse e ir a descansar, luego dirigió la mirada al grupo de amigos que ya habían salido del mar e iban a disfrutar de los bocadillos que habían traído. Un olor lo hizo gruñir molesto y giró la cabeza encontrandose a una chica de cabello castaño claro corto apenas atado en media coleta, baja estatura, delgada, piel morena clara y ojos miel.

—Te dije que no te quería en mi territorio.

—Lo siento... ¿Puedo hablarle?

Dirigió la mirada de nuevo al grupo de amigos donde solo las bellas señoritas bailaban al ritmo de una canción popular mientras los hombres platicaban entre ellos. Aquél silencio por parte de él la estaba poniendo incómoda, bajó la cabeza y se encogió de hombros en señal de sumisión.

—Disculpe, no quise molestarlo — se dio la vuelta para irse.

—En la guarida, media noche, mi segundo al mando te atenderá, su nombre es Kenzo.

Dijo en tono serio sin mirarla, llevó sus manos a su espalda y comenzó a bajar hacia la playa dejándola inmersa en su temor. Pasó cerca del grupo de amigos sin dirigirles la mirada mientras soltaba su cabello, se despojó de la camisola de su traje y se metió en el mar hasta sumergirse completamente, al sacar la cabeza se encontró a la linda azabache que portaba un bikini rojo con lunares blancos, el mar le llegaba a la cintura y lo miraba fijamente, nadó hasta ella.

—¿No crees que fuiste muy duro con ellos?

—Eso no fue nada comparado con otros castigos — se acomodó el cabello hacia atrás — ¿Cómo estás, pequeña?

—Bien... ¿Nos acompañas un rato?

Se quedó algo pensativo, pero al final accedió y la siguió hasta donde estaban los otros jóvenes que al verlo lo saludaron, a excepción del ninja de coletas, era inevitable, eran enemigos naturales y por más que quisieran no podían llevarse bien solo se toleraban para tener feliz a la chica del bikini rojo, pero a veces en el bosque solían tener sus peleas de siempre aunque era más como un entrenamiento. Sin mucho ánimo pasó el resto de la tarde conversando un poco con ellos, muchas veces le dedicaba miradas coquetas a Pucca que no podía evitar sonrojarse «Es adorable» En algún momento se quedó solo mirando el horizonte y luego se tomó la libertad de beber una cerveza y recostarse en un camastro junto a Garu que de nuevo dormitaba o eso era lo él creía hasta que la gruesa voz de ese chico se hizo escuchar.

—Tobe... ¿Qué es lo que sientes por Pucca?

Esa pregunta casi lo hace escupir el trago de cerveza que tenía en la boca «¡La quiero! ¡Es mía!» Volteó a ver al de coletas un instante, ya había aceptado completamente sus sentimientos por la linda azabache, pero no iba a terminar de admitirlo delante de su enemigo, terminó por pasarse el trago y trató de mantener su semblante serio.

—No tengo por qué contestarte.

Garu rodó los ojos algo fastidiado y terminó de beber el contenido de su botella quedándose en silencio hasta que el resto del grupo se unió a ellos.

—Ya está refrescando, deberíamos irnos — mencionó Ching.

—Cariño, tú y Pucca vayan a vestirse y esperen en el auto, nosotros recogemos.

Ching asintió y le dio un tierno beso al moreno, luego rodeó a Pucca por los hombros y tomando sus mochilas se alejaron dejando solos a los guapos hombres. Tobe fácilmente pudo haberse ido sin decir nada, pero por alguna razón no quiso actuar grosero y los ayudó a recoger y hasta ayudó a meter todo en la cajuela del auto.

—Gracias, viejo — dijo Abyo dándole una palmada en el hombro — ¿No quieres que te llevemos?

Iba a negarse, pero vio a Pucca que le dedicaba una de esas miradas que te hacen sentir especial así que aceptó, se subió al auto quedando junto a la azabache, no lo resistió y discretamente entrelazó su dedo meñique con el de ella poniéndola un poco nerviosa. Abyo detuvo el auto a medio camino del bosque cerca de aquella guarida y miró a Tobe por encima del hombro.

—Te dejaría en la puerta, pero el auto ya no entra.

—Está bien — respondió a secas.

—Descansa Tobe — dijo Ching amablemente.

El mencionado solo sonrió a medias y bajó del auto, para su sorpresa la azabache también bajó, nadie la detuvo, Abyo y Ching se miraron con complicidad y Garu se mantuvo callado, de brazos cruzados y ojos cerrados. Era fácil darse cuenta que la azabache deseaba pasar más tiempo con él, Tobe la dejó seguirle en silencio y el auto se fue en reversa, luego giró y se perdió de vista.

Bajos instintos (Tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora