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“Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más para temer menos.” — Marie Curie.

Garu pidió a Abyo y a Ching que se llevarán a Pucca lo más lejos que pudieran en el momento en que las garras del furioso animal atravesaron la barrera, en su mente aún estaba viva la imagen de aquel sueño que tuvo en el que Pucca terminaba muerta, no deseaba que eso sucediera, apretó la empuñadura de aquella espada de plata, pero no la desenfundó, se quedó quieto en su lugar, sabía que la muerte de Tobe solo traería a Pucca un doloroso sufrimiento ¿Sería capaz de arrebatarle su felicidad?

—¡Por el poder de tres veces tres! — conjuró una voz femenina que lo sacó de sus pensamientos — ¡Te ato a tí Tobe para que no hagas daño a ti mismo ni a los demás!

Un círculo de luz púrpura se dibujó en el interior del círculo de Shaman y grandes cadenas salieron de la tierra y comenzaron a sujetar al lobo que comenzó a sacudirse con violencia queriendo soltarse, pero en cada intento las cadenas lo aprisionaban con más fuerza dejándolo lentamente inmovilizado. El brujo se mostró un poco confundido y llevó la mirada sobre su hombro izquierdo y pudo visualizar a Doga sobre una rodilla y con ambas manos tocando el suelo mientras sus ojos brillaban en morado, ninguno dijo nada, no era el momento, debían concentrarse en mantener atado al lobo.

—¡Él ya no tiene salvación! — mencionó Doga.

—¡Trataremos de contenerlo el mayor tiempo posible! — dijo Shaman — ¡Pero sería bueno que se dieran prisa!

Los ninjas no tenían el valor de dar muerte a su amo y las manadas solo podían mirar, el estado en el que se encontraban ya no les permitía cambiar de forma. A orillas del bosque estaba Kai en su forma híbrida sosteniendo a Kenzo entre sus brazos, llevaban horas así y el ninja apenas respiraba.

—Garu... — susurró.

La loba supo lo que quería así que lo abrazó contra su pecho con un brazo y presurosa fue hasta donde estaba el ninja de coletas el cual se mostró confundido al verlos, pero entendió lo que la loba le pedía con la mirada así que se acercó para poder escuchar lo que Kenzo tenía que decir.

—Le hiciste... una promesa... a mi amo...

El de coletas cerró los ojos con fuerza, la mano que aún sujetaba la empuñadura de su espada no dejaba de temblar, pero como todo buen ninja honorable no podía romper una promesa y mucho menos si esta implicaba a Pucca, desenfundó el arma y con paso firme empezó a caminar a donde estaba Tobe de rodillas completamente encadenado, con la mirada clavada en algún punto del bosque y el poder del rayo aún corriendo por su cuerpo. Los ninjas habían llevado una rodilla al piso y un puño al pecho, se estaban despidiendo de aquel que los cuidó y entrenó desde pequeños, no pudieron evitar soltar unas cuantas lágrimas al igual que Shaman, Kenzo también lloraba desde los brazos de la loba, una vez que su amo muriera él tomaría su lugar «Voy a cuidarlos bien, maestro. Te lo prometo» Inclusive las manadas bajaron la mirada mostrando pena y respeto, jamás creyeron que un montón de humanos y un Infectado les mostrarán lo que realmente significa ser una manada, debían retomar ese camino del cual se desviaron hace décadas,

El viento no dejaba de soplar, Garu ya se había plantado firme delante del licántropo el cual lo miraba con atención, quizá era idea suya, pero pudo ver en esos ojos azules lo poco que aún quedaba del ninja arrogante y fastidioso.

—Lo siento, Tobe... — dijo en voz baja — Quizá... pudimos ser amigos.

Se puso en posición, sus manos no dejaban de temblar, la punta de la espada estaba a escasos centímetros del pecho del lobo, no había marcha atrás, no tenía el valor de ver lo que haría así que cerraría los ojos y dejaría a su cuerpo actuar solo.

—¡Noooo...!

Aquel grito fue ensordecedor, el viento sopló con tanta violencia que estuvo por derribar a todos, Garu fue arrojado al suelo por una fuerza descomunal, todos se quedaron atónitos al ver a la azabache aferrándose al pelaje negro del lobo.

—¡No lo hagas! ¡No me lo quites!

—Pucca... - la miró con pena — Él no volverá...

—¡No es cierto! — se abrazó más al híbrido y las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas — Tobe, por favor. Sé que aún estás ahí.

Todos miraban con profunda tristeza aquella escena mientras el primer rayo de sol comenzaba a asomarse en el horizonte. Los habitantes comenzaron a llegar guiados por Chief y Clown, y aunque se mostraron asombrados por lo que veían, la tristeza del ambiente también les llegó, los chefs se apartaron del resto queriendo ir hasta su sobrina, pero fueron detenidos por Ching y Abyo. El viento seguía soplando, aunque esta vez con menos fuerza, y el doloroso llanto de Pucca invadía el lugar.

—No sé qué sería de mí si te vas — decía entre sollozos — Tú me mostraste lo que es que realmente te amen. No me dejes sola, por favor. Te amo, Tobe.

El lobo gruñó muy bajo, lo último que le quedaba de humanidad se estremeció ante esas palabras, era como si hubiera tenido que esperar toda una eternidad para escucharlas y con el poder que aún quedaba en él se liberó de su prisión y ataduras, los brujos cayeron de espaldas, tanto los habitantes como los ninjas y los licántropos retrocedieron con temor, Garu volvió a empuñar su espada de plata dispuesto a todo, pero el grito de horror de Ching lo dejó congelado en su lugar.

—¡Puccaaaa...!

Las fauces del licántropo tenían a la azabache aprisionada por el cuello, la sangre no tardó en mezclarse con el color de su ropa y el viento dejó de soplar estrepitosamente. El lobo, con la hermosa chica inconsciente entre sus brazos, se levantó sobre sus patas traseras y lanzó un poderoso y ensordecedor aullido.

Un rayo volvió a caer del cielo.




Bajos instintos (Tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora