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La luna llena brillaba en lo alto y la fuerte lluvia caía sobre el bosque de bambú, mojando su negro y espeso pelaje, y sus enormes patas se cubrían de lodo, pero eso no impedía que siguiera corriendo a toda velocidad siguiendo su desarrollado sentido del olfato.

Se detuvo de golpe antes de llegar al punto exacto de donde provenía el delicioso aroma que le picaba la nariz y lo hacía sentir una enorme exitación que debía ser saciada lo más rápido posible, se agazapó y avanzó lentamente hacia aquel lugar dando inicio a la caza de su presa y una vez que la tuvo a la vista volvió a detenerse, concentrándose en el momento indicado para saltar sobre ella.

Su deliciosa presa no era más que una joven de piel blanca y cabellos largos que caían delicadamente sobre su rostro. Tenía una imagen desastrosa debido a la lluvia y estaba de rodillas en el lodo, pero a sus ojos era hermosa, soltó un gruñido y se preparó para saltarle encima.

—¡Él no me ama! — gritó la chica mirando al cielo.

Esto lo sacó de su concentración y miró con más detenimiento. Ella lloraba de forma desgarradora, tenía raspadas las rodillas y un tobillo hinchado dando a entender que se había caído momentos antes, sintió pena por ella y sus deseos se desvanecieron en ese instante, sacudió la cabeza y se le acercó lentamente.

La desdichada joven temblaba de frío y la garganta le ardía, pero no le importaba pues su dolor de amores era más grande, tenía el corazón hecho pedazos y no podía dejar de llorar, escuchó que algo se acercaba a ella y no estaba en condiciones para defenderse pero, aún así, iba a luchar, levantó la vista decidida, pero se sobresaltó al ver un enorme lobo negro sentado frente a ella.

El lobo inclinó la cabeza hacia un lado como si quisiera preguntar algo, luego soltó un suspiro y con las orejas abajo se dejó caer sobre el regazo de la joven quien se sobresaltó por el gesto.

—¿Haz venido... a consolarme? — susurró.

Levantó la cabeza y la miró directo a la cara, fue cuando ella pudo notar que poseía unos bellos ojos azules y una enorme cicatriz en forma de cruz en medio de estos, la joven soltó una risita y algo temerosa colocó la mano sobre la cabeza del animal.

—Me recordaste a alguien.

La lluvia se detuvo.

—Hace frío — el animal volvió a colocarse en su regazo haciéndola sonreír — Que dulce.

Se sumió en sus pensamientos sin dejar de acariciar la cabeza de ese lobo negro, estaba cansada de tanto llorar y tenía tantas ganas de volver a casa, pero la lesión de su tobillo se lo impedía así que solo se recostó como pudo junto al cálido animal y sin darse cuenta se quedó dormida.

Cuando se aseguró que aquella joven dormía profundamente, se apartó de ella para pararse en dos patas, se inclinó y levantándola con cuidado la llevó en sus brazos lejos de ahí.

Una vez que entró en aquella guarida, las personas que estaban ahí se sobresaltaron alejándose de él, gruñó molesto y se dirigió tranquilamente al piso de arriba para luego entrar en una de las habitaciones. Minutos más tarde entró un grupo de treinta ninjas que suspiraban decepcionados.

—Shaman, no logramos encontrarlo — dijo uno de ellos.

El mencionado salió de su sorpresa, miró al ninja que le habló y luego desvío la vista hacia las escaleras.

—Ya no es necesario.

El grupo de ninjas se miraron entre sí extrañados y luego miraron a donde miraba Shaman, llevándose la sorpresa de que el enorme lobo negro que estaban buscando estaba bajando las escaleras y se paraba frente a ellos.

—Amo... — susurró el mismo ninja de hace unos momentos, nervioso.

El animal gruñó bajo y luego se desplomó sobre el suelo totalmente inconsciente.

Bajos instintos (Tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora