55

547 62 5
                                        

Un año atrás. Prisión de máxima seguridad, montañas nevadas del norte, a kilómetros de Ciudad Imperial.

Estaba de rodillas y solo vestía un pantalón gris oscuro, pesadas cadenas que estaban clavadas en el suelo lo sujetaban de manos y pies, apenas podía ver y escuchar lo que sucedía a su alrededor ya que traía puesto un pesado casco que le impedía levantar la cabeza, bien podría liberarse, pero todo ese acero estaba hechizado de tal manera que inhibía sus habilidades y la energía de su chi. Ya no era capaz de sentir nada, ni de percibir el pasar de los días, solo se mantenía absorto en sus pensamientos, imaginando toda clase de tortura y sufrimiento contra aquel que lo traicionó. De pronto, algo parecido a una explosión y el alboroto de los guardias a lo lejos llamó su atención, como pudo ladeó un poco la cabeza en aquella dirección prestando atención <<Umm... ¿Qué estará pasando?>> Sin esperarlo, la puerta de su celda cayó de golpe debido a otra explosión, si tan solo sus ataduras no estuvieran hechizadas podría escapar.

—¡Hey! — exclamó lo que parecía ser un muchacho — Miren esto — lo escuchaba acercarse.

—¿Qué haces, niño? — preguntó alguien mayor.

—Este tipo debe tener alguna clase de poder, de otro modo no estaría así.

—Ya basta Iorek, venimos por el Alfa no a jugar, ¡Apresúrate! — se fue a paso rápido.

Podía ver los pies de aquel muchacho, pensó un momento y luego se dirigió a él antes de que se retirará, su voz retumbó dentro del casco.

—Muchacho... Si me ayudas puedo hacerte vivir más años de los que te imaginas.

—Que tontería — incrédulo — Nadie tiene ese poder.

—No tengo razones para engañarte, yo mismo tengo más de doscientos años.

Hubo silencio unos minutos, luego vio esos pies acercarse más a él y sintió una mano sobre su hombro.

—Te creeré, así que hagamos un trato, te liberaré, primero vas a ayudarme a convertirme en Alfa y cuando eso suceda no solo a mí me harás vivir muchos años si no que también deseo eso para mi manada.

—Astuto muchacho — rio un poco — Está bien, te ayudaré, pero cuando consigas tener el cargo que tanto anhelas tendrás que trabajar para mí antes de compartir contigo y los tuyos mi poder.

—Umm... De acuerdo viejo.

Escuchó un fuerte golpe y sintió sus brazos libres, el poder mágico desapareció y entonces fue capaz de cortar el acero del casco, así como el resto de sus ataduras, era libre y no iba a descansar hasta ver realizada su cruel venganza.

Actualidad. En algún lugar.

Un lobo, un tigre y un oso, entraron juntos en aquel salón donde al fondo estaba sentado un hombre en lo que parecía un trono, dicho hombre traía el rostro cubierto por la gran capucha de su capa negra y podía verse que llevaba puesta una reluciente y ostentosa armadura, a cada lado del trono había dos hombres de gran tamaño, piel grisácea, ojos grises que parecían perdidos y sin brillo y vestían uniformes tipo militar, y sobre su regazo estaba sentada una mujer que vestía un transparente vestido que claramente dejaba ver qué no llevaba ropa interior, su piel también era grisácea y su larga cabellera negra caía sobre su rostro. Los animales se detuvieron frente al encapuchado y se pusieron de pie adquiriendo rasgos humanos, el hombre sonrió a medias y luego su voz retumbó por ese gran salón.

—¿Lo encontraron?

El tigre dio un paso al frente y volvió a cambiar, esta vez adquirió forma humana revelando ser una mujer de complexión delgada, pero curvas prominentes, tez trigueña, ojos verdes y cabello negro atado en un complejo peinado de trenzas que dejaba al descubierto su cuello donde podía verse con claridad la enorme marca de su lazo.

—Hubo complicaciones señor, ya que parece ser que la presa ha sabido ocultar bien su rastro, pero con ayuda del Beta que proporcionó el lobo Alfa — señalando a dicho licántropo — se recuperó el rastro que llega hasta una aldea al sur, entre colinas y bosque.

—Ummm... — rascándose el mentón pensativo — ¿De casualidad... esa aldea no se llama Sooga?

—Así es señor.

—Hay que mantenerlo vigilado por si decide moverse a otro sitio.

—No se preocupe, mandaré a alguien pronto.

—Pueden retirarse.

Los licántropos asintieron con la cabeza y luego salieron cerrando las enormes puertas tras ellos, el hombre se quedó pensativo unos minutos y luego soltó a reír a carcajadas.

—De todos los lugares en los que pudiste ir a esconderte decidiste regresar al agujero de donde salimos — sonrió ampliamente — Me vengaré de ti a como dé lugar, te quitaré todo lo que posees, te haré sufrir lenta y...

Se vio interrumpido cuando las puertas volvieron a abrirse dejando pasar a un anciano brujo de larga barba blanca y vestía túnica que lo cubría completamente.

—Disculpe que lo moleste, señor — haciendo una reverencia — Pero he venido a informarle que el talismán está listo.

Uno de los soldados se acercó al brujo que le entregó el talismán para dárselo a su señor en la mano. La mujer que estaba sobre su regazo se puso de pie y se colocó a un lado del gran asiento para que él pudiera levantarse e ir directamente hasta donde estaba el brujo.

—¿Estás seguro de que funciona? — caminando a su alrededor.

—Hará lo que usted quiere, señor.

—Has hecho un buen trabajo y me has servido bien — se detuvo frente a él.

—Siempre es...

Lo que fuese a decir el brujo fue interrumpido cuando de su boca salió sangre pues el encapuchado lo había apuñalado justo en el vientre con una espada que lo atravesó por completo.

—Ya no me sirves, brujo.

Retiró su espada y el anciano cayó de golpe en el suelo sin vida.

—Es todo tuyo.

Caminó de vuelta a sentarse en su trono, hizo que la mujer se pusiera de rodillas frente a él para que le practicase sexo oral mientras el salón se llenaba de los ruidos provocados por la carne siendo arrancada y los huesos triturados del brujo, algo se lo estaba devorando.

Bajos instintos (Tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora